No olviden a Xavi Domènech
- La portavoz en el Parlament de Catalunya En Comú Podem escribe sobre Xavi Domènech
- Recuerda una enseñanza: "Tenemos la responsabilidad de construir alternativas posibles, que la ciudadanía las vea realizables"
Elisenda Alamany es portavoz de Catalunya En Comú Podem en el Parlament
Leyendo el libro Hegemonías, de Xavier Domènech, una no leía un libro de historia, sino un libro hecho por un historiador. Con la política y Xavi, pasaba lo mismo. Él no era político, hacía política. Ese era su magnetismo. Una acción política poco teñida de partido y, en cambio, llena de proyecto. Recuerdo cuando se enfrentaba a una entrevista y se negaba a dar siempre la misma respuesta para una misma pregunta. Le parecía estúpido.
Domènech era también un intelectual, a quien le aborrecía la vulgaridad y el espectáculo en que algunos habían convertido la política. Pero reía siempre. Y por eso, especialmente para los que lo tenían delante y para los que estábamos a su lado, es jodido que se vaya. Ese hombre, que cuando se presentó a unas elecciones pensaban que no venía de ninguna parte cuando la verdad es que venía de muchos sitios, pegado a un chaleco verde, como un soldado de la esperanza, ganó dos veces las generales con En Comú Podem. Ganó y no fue nunca un hombre de moda porque no le quemaba la mano por hacer un tuit fácil o lanzar un chascarrillo, ni le obsesionaba el titular. Por eso lo respetan tanto.
Es un hombre que se tomaba la política institucional muy en serio, quizás porque durante mucho tiempo nos fue ajena. Nos hemos sentido ajenos de los políticos que llevan más de veinte años en un escaño, de los que no han hecho más carrera que no sea la de su partido de turno, de los de las puertas giratorias, de los hombres con traje y corbata, de las cúpulas y los acuerdos torticeros; sobre todo de los que no se cansan nunca.
Xavi representa esa gente común que fue golpeada por la crisis económica del 2008 y a mí me pareció que sabía leer que había la posibilidad que se diera un cambio, fruto de la indignación pero también de la propuesta. Así fue como nos sedujo a los que nunca hubiéramos entrado en un partido. Somos lo que le ha pasado al país, decíamos a menudo. Quizás por eso, por la misma razón que no queríamos estar, vamos a continuar tomándonos la política institucional muy en serio. Quizás, en el caso de Xavi, sea culpa de Salvador Seguí o de Gramsci, a quien siempre recurre para explicar que debemos de utilizar todos los recursos que ofrecen las instituciones (hechas por los de siempre) para ganar.
Movilizados en las calles, pero sin perder de vista el acceso al poder institucional para conseguir la hegemonía. Domènech me enseñó, de entre tantas, una lección: tenemos la responsabilidad de construir alternativas posibles, en el sentido que la ciudadanía las vea realizables. Con su legado, con lo que nos enseñó, estoy convencida que vamos a poder construir una nueva época. No olviden a Xavier Domènech.
Esto ha pasado, y sigue pasando mucho a nivel local, hay gente que se mete en política porque quiere trabajar para mejorar la situación de su ciudad y de la gente. La política actual no es así, los políticos están para buscarse sus lentejas, unos más que otros, pero en general es así, mientras no entendamos esto y no apoyemos a la gente como Xavi Doménech, seremos esclavos de los intereses partidistas.