POLÍTICA SOCIAL / Se han ido al traste muchos de los logros conseguidos que nos habíamos habituado a disfrutar incluso sin valorarlos

Incluso con Franco había mayor compromiso social que el que nos ofrece el gobierno actual

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El presidente Mariano Rajoy en una imagen de archivo. / Efe

Hace ya más de cuarenta años, cuando yo era amigo suyo, Alfonso Guerra me comentó que la democracia no era posible por debajo de los quince mil dólares de renta per cápita. La verdad es que me quedé un poco perplejo porque, lo primero que me vino a la cabeza, fue que esa renta la había conseguido El Finado; es decir, que había sido alcanzada en tiempos de Franco. Alfonso se sonrió y me dijo que mejor era que no se lo comentase a nadie. Creo que, después de cuarenta años, estas cosas ya se pueden contar y por eso lo hago; si no para qué uno cumple y cumple y sigue cumpliendo años si no va a poder echar mano de los recuerdos como cualquier viejo que se precie.

«Hace ya más de cuarenta años, cuando yo era amigo suyo, Alfonso Guerra me comentó que la democracia no era posible por debajo de los quince mil dólares de renta per cápita»

La anécdota, el chascarrillo, el comentario, lo que ustedes quieran, incluso el cotilleo, se me vino a la cabeza cuando me di cuenta, no hace mucho de ello, de que ni Guerra ni yo reparamos en un hecho cierto. El hecho de que si esa renta no está debidamente repartida ni democracia, ni dios bendito, vela por la salud de la ciudadanía. No basta con alcanzar esos quince mil del ala, es necesario que su reparto alcance a todos. Entonces sí puede haber democracia.

Lo que acabo de recordar debió de suceder allá por el año 82 del pasado siglo, si es que fue en ese año cuando se llevó a cabo una huelga general en la que, la UGT de Nicolás Redondo, bajo cuyo mandato sindical se produjeron la huelga, el préstamo a la FERE y el famoso lío aquel de las cooperativas de viviendas, si no lo recuerdo mal, claro; quiere decirse con precisiones como ésta que fue por esos años cuando se gestó el llamado estado de bienestar, el mismo que nos trajo hasta los prolegómenos de esa crisis que según parece ahora ya no fue internacional y en cambio nos afectó solo a nosotros gracias a la mala gestión de otro presidente socialista. O tempora, o mores.

Se comenta todo esto, y todavía algo más que está todavía añadir, ante los continuados anuncios de que ya hemos salido de la crisis durante la que se han ido al carajo no pocos de los logros que tanto el sindicato vertical -en tiempos de El Finado invadidos de comisiones obreras pero también de mucho mayor compromiso social por parte de El Régimen que el que nos ofrece el gobierno actual, seamos honestos y reconozcámoslo- como los horizontales y democráticos, al amparo todos ellos, primero de un gobierno socialdemócrata y luego y en menor medida de otro de corte liberal, el de Aznar, se habían ido al traste no pocos sino muchos de los logros que habían sido conseguidos y nos habíamos habituado a disfrutar incluso sin valorarlos. Tuvo que llegar el neoliberal de Mariano Rajoy para que esos logros y el bienestar alcanzado se convirtiesen en agua de borrajas y empezásemos a llorar su pérdida.

«El reparto de la riqueza está tan mal hecha
que la recuperación
del bienestar antaño disfrutado por la ciudadanía no pasa de ser un mero espejismo»

Lo piensa así quien escribe porque es más que probable que aquella cifra mítica de los quince mi dólares de renta per cápita, incluso de los quince mil euros de ella, hayan sido superados y la economía española marche ya viento en popa una vez recuperada. Lo que también es más que probable es que la distribución, el reparto de la riqueza conseguida esté tan mal hecho que la recuperación del bienestar antaño disfrutado por la ciudadanía sea un mero espejismo y por ello la democracia que estamos disfrutando equivalga al deseo de comer que se mitiga a base de beber agua con bicarbonato que es brebaje indicado en casos de ingesta copiosa y no de ayuno.

No es que sean los doscientos multimillonarios que al parecer acaparan la mayor parte de esa renta per cápita, antaño tan soñada, los causantes del deterioro democrático que estamos padeciendo, ni tampoco de este puritanismo patán que tanto nos sobrecoge y tanto coadyuva al deterioro de una convivencia que el resto del mundo consideró ejemplar en los primeros años de convivencia democrática. No se quiere decir eso.

Si se quiere decir, en cambio, que la miseria engendra rencor, el hambre produce odio y el fanatismo violencia y que la inseguridad laboral, los contratos temporales, los bajos salarios, las deterioradas pensiones, el deterioro de los antaño tan eficientes servicios públicos y el cúmulo de circunstancias que están coronando un estado de cosas, no se quisiera decir que paroxístico, pero sí a punto de poder serlo en cualquier momento, pueden conducirnos a una crisis de gobierno que no se antoja ni deseable ni oportuna.

«El problema suscitado
en Cataluña no viene
a desviar la atención
de otro tipo de realidades sino que viene a incrementarla en el sentido más negativo posible»

Todo ello sin hablar del problema suscitado por la mitad del pueblo catalán, de algún modo secundado por la otra mitad, que contrariamente a lo expresado por multitud de opinantes 'oficiales' de uno y otro signo no viene a desviar la atención de otro tipo de realidades sino que viene a incrementarla en el sentido más negativo posible. La mala gestión de este problema seguida por el gobierno central, secundada por la serie de disparates deparados desde el gobierno catalán, no nos queramos engañar, ni desvían la atención, ni minimizan otros problemas, sino que los exacerban y sirven para irritar aun más los ánimos de quienes padecen una realidad que se ha vuelto incómoda.

Es cierto que, aun deteriorada como está, seguimos disfrutando de una sanidad pública envidiable en otras latitudes; no es mentira que el sistema de enseñanza, también deteriorado todavía es un lujo que otros desearían. Pero nadie sabe dónde está la clase media, hundida en un profundo pozo, ni nadie ignora en dónde y a qué han reducido a la clase trabajadora y que la mayoría de la población permanece aletargada contemplando la corrupción y sus secuelas, la desfachatez de tanto advenedizo democrático, el puritanismo hipócrita y falsario que nos ha invadido, mientras piensa que no se puede ir muy lejos afirmando que la economía de España va bien cuando la de la mayoría de los españoles, que es la que cuenta y para la que también hay que gobernar, va tan mal, por lo que es de suponer que lo que acabe por lucirnos sea el pelo a todos.

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