CATALUÑA / Los grandes medios oficiales no han hecho más que intoxicar sobre la inviabilidad económica de la independencia catalana
Lo que Cataluña puede hacer
Lejos de mis intenciones el comparar a Gandhi con Puigdemont, pues el primero fue un político histórico, de talla mundial, mientras que el segundo no es ni mejor ni peor que la gran mayoría de los políticos del resto de España. Y todavía más lejos de mis intenciones el identificar el estatus de Cataluña dentro de España con el que sufrió la India bajo la corona británica y su yugo imperial. No, la India y Cataluña no se parecen en nada. Pero tal vez sí lo hagan Inglaterra y España. Pues, cuando hace un par de días, leí la siguiente frase de Gandhi, por alguna razón no pude dejar de pensar en España: «No hay quizá otra nación sobre la faz de la tierra como la británica en su capacidad para el autoengaño», dijo Gandhi. Nada más leerla me dije sin dudarlo: «Sí la hay: la española». Precisamente, lo que este texto pretende es desentrañar los múltiples estratos que alcanza el auto-engaño español (al menos el de buena parte de sus gobernantes), aprovechando que todos ellos cristalizan en la mente de su presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Y lo hago con el convencimiento alarmado de que si España persiste en su fraudulenta relación con la verdad no perderá una colonia —pues no las tiene— pero sí irá perdiendo, poco a poco y de forma inexorable, todo lo que tiene, incluida Cataluña.
Buena parte del autoengaño español tiene que ver con no querer darse cuenta de que Cataluña puede, de facto, independizarse
Sobre esta cuestión, creo que buena parte del autoengaño español tiene que ver con no querer darse cuenta de que Cataluña puede, de facto, independizarse. Más allá de que deba o no, de que sea legal o no que lo haga en el actual marco normativo, está el hecho incontrovertible de que Cataluña puede hacerlo, en el sentido de que tiene la capacidad. Esto, que es tan sencillo, nunca debería haberse perdido de vista. Por desgracia, no ha sido así; entre otras cosas porque cuando Rajoy oye la palabra «Cataluña» entonces escucha solamente «una región de España»; y cuando oye la palabra «España» entonces ya sabemos que se le nubla la vista y le zumban los oídos con historias sobre «la nación más antigua de Europa», «una historia gloriosa», etc. «¿Por qué querría una región independizarse de esta nación legendaria?», se pregunta a sí mismo. «No tiene sentido; es algo absurdo, una ocurrencia, un disparate». Y de ahí que cuando, después, Rajoy oiga la palabra «independencia», entonces no escuche sino una imposibilidad cósmica, una exudación de la fantasía, una irrelevancia. Esto explica que no haya hecho nada, durante estos años, para negociar con esa posibilidad. Como Rajoy cree que la independencia de Cataluña es metafísicamente imposible, ésta no le ha importado nada durante todo el tiempo en el que la situación se podría haber reconducido. A Rajoy no le preocupa lo más mínimo la división de España, sencillamente porque es tan fanático que nunca se la ha creído. (Vamos a ver qué hace ahora que se la empieza a creer.)
La viabilidad o inviabilidad económica de la república catalana dependerá de la gestión que haga el pueblo catalán de los estupendos recursos con los que cuenta
De esto se deriva otra dimensión de su auto-engaño, posiblemente la más importante. Y es que, eclipsado por la gloria de España, Rajoy desconoce el país que preside —obvio— pero sobre todo desconoce Cataluña y su capacidad para ser independiente. Desconocerá, por ejemplo, que Cataluña tiene las tres mejores universidades de España; también el mejor hospital. Estos dos datos son apenas un símbolo de que las élites y clases medias catalanas pueden sostener un estado independiente, posiblemente igual de bien o de mal de lo que lo han hecho las élites y clases medias españolas. Y sin embargo, los grandes medios oficiales no han hecho más que intoxicar con centenares de artículos sobre la inviabilidad económica de la independencia catalana. Hay que decir que incluso cuando estos estudios se han llevado a cabo con rigor, aun así son fraudulentos, sencillamente porque la pregunta acerca de la viabilidad o inviabilidad de la república catalana supera los límites del cálculo económico y se adentra, directamente, en la agencia política. En tanto es así, lo máximo que se puede decir acerca de la viabilidad o inviabilidad económica de la república catalana es que dependerá de la gestión que haga el pueblo catalán de los estupendos recursos con los que cuenta, tanto materiales como humanos. En cambio, en la medida en que las previsiones diseminadas por los principales medios de comunicación no tienen en cuenta la reordenación general de la economía y la gestión de los recursos bajo una autoridad política distinta, sus previsiones forman parte del discurso neoliberal que dice que 'No hay alternativa'. Para este discurso, las conjeturas de la ideología neoliberal son el alfa y el omega de todo lo que puede pasar en el mundo. De ahí que afirmaciones como las que hizo hace poco Luis Garicano —profesor en la London School of Economics… ¡así le va a Inglaterra, y así nos va!—, quien aseguraba que la independencia de Cataluña sería equiparable a que Pozuelo quisiera independizarse de España, lo único que persiguen es meter miedo en el cuerpo para que la independencia no se postule, si quiera, como posibilidad. Quieren hacer pasar deseos por hechos. No buscan conocer ni convencer sino engañar.
Rajoy no ha entendido que la independencia de Cataluña no era un sueño de Puigdemont sino el de centenares de miles de personas dispuestas a luchar por ella
No, no hay ninguna razón para que Cataluña no «pueda» independizarse en un sentido material y objetivo del término. Tal vez lo haya desde un punto de vista legal, pero entonces cabrá recordar que el sentido material del verbo «poder» es por lo menos tan importante y real como el que señala la legalidad vigente que marca lo que «se puede» o «no se puede», esta vez en un sentido normativo. De la misma manera que existen posibilidades más allá de la economía neoliberal, la legalidad también tiene sus propios límites. Esto —que es obvio para cualquier mente despierta— Rajoy no ha podido entenderlo. Al contrario: movido por su auto-engaño acerca de España, no ha logrado ver que el pueblo catalán está movilizado políticamente en torno a la idea de pertenencia a una nación. Esto es: no ha logrado ver que hay naciones que sí existen, y que esto es relevante de cara a la posibilidad de sostener su independencia. Por supuesto, esta ceguera de tipo histórico se ha visto suplementada por un auto-engaño conceptual: y es que, frente a lo que Rajoy piensa, hay veces que la gente sí que se une y trabaja por un objetivo común. Es decir: el problema es que Rajoy además de españolista (y un político corrupto que debería haber sido inhabilitado) es neoliberal. Es un engendro típicamente español en el que el tradicionalismo y el neoliberalismo se dan la mano, de forma tal que le resulta imposible concebir que la gente se una, luche y pelee por una causa en la que cree. Fenómenos como la militancia política, el activismo social, etc., lo descolocan enteramente. Para él, toda la movilización que tiene sentido es la que se arremolina en torno a una iglesia o un equipo de fútbol, mucho mejor si es la selección española. De ahí que no haya entendido que la independencia de Cataluña no era un sueño de Puigdemont sino el de centenares de miles de personas dispuestas a luchar por ella, como pudo verse en el referéndum del 1-O. Y no puedes jugar al ratón y al gato con centenares de miles de personas, porque siempre vas a acabar siendo, tú, el ratón. (Si quitas una urna, alguien pondrá otra.)
Rajoy en vez de haber repetido el mantra de “Cataluña jamás se independizará” durante seis años lo que debería haber dicho es: «Sé que podéis independizaros. Pero no lo hagáis»
Cuando Rajoy se dé cuenta de todas estas cosas, entonces comprenderá que en vez de haber repetido el mantra de “Cataluña jamás se independizará” durante seis años —que ha sido lo único que ha dicho o hecho durante este tiempo— lo que debería haber dicho es: «Sé que podéis independizaros. Pero no lo hagáis». Y acto seguido debería haberse sentado a negociar y convencer a los políticos catalanes de que todos —ellos también— tenemos más que perder con la independencia de lo que podemos ganar. Además, debería haber suspirado aliviado por contar con un representante político catalán con el que negociar, alguien como Puigdemont (más aún, alguien como Mas, en los tiempos en los que ni siquiera se dependía de la CUP y sólo había que negociar con la burguesía catalana), y no con el millón de catalanes que recibió palos en el día de ayer, que son a los que hay que convencer ahora. Lo primero hubiese sido fácil; lo segundo —sinceramente— no sé cómo podría pasar. Rajoy debería haber sabido que la independencia no era el sueño de Puigdemont sino la causa de buena parte de un pueblo movilizado detrás de un proyecto de nación que será capaz —si quiere— de llevar hasta el final (a costa de mucho sacrificio, desde luego). Durante un tiempo toda esa gente hubiese aceptado que Puigdemont pactase en su nombre. Hoy me temo que ya no. Ojalá me equivoque, pero creo que se ha perdido toda oportunidad.
Para saber todo esto, Rajoy tendría que haber respetado a Cataluña y tomarse la molestia de conocerla. Pero, al parecer, eso era más de lo que se le puede pedir a un presidente de Gobierno. Ahora todo avanza de manera inexorable hacia un lugar que ninguna voluntad ha anticipado, y la prueba de ello es que todo era infinitamente más sencillo en el pasado pero nadie —y aquí incluyo al resto de partidos españoles y, por qué no decirlo, también a la Unión Europea— ha sido capaz de remover los obstáculos que impidieron, entonces tanto como ahora, canalizar la situación. Rajoy, que no pudo solucionar el problema cuando éste era más sencillo, sigue siendo el encargado de solucionarlo ahora que parece imposible.
El corto placismo de desgobiernos Piromanos Prevaricadores; Luís, son así. Aquí, se juntan las Santas Alianzas: Neo liberales, somos la izquierda, los bancos patrocinadodes y medios necesitados de medidas demócratas; pues embarrar ( aun más ) la convivencia, no beneficia a nadie. Toda, » su » estrategia, es un canto al bajo sentido de sus responsabilidades públicas. Son los hulingas, rojigualdos; con el totum revolotum, los Nacional C´Sialistas se sienten fuertes, dejando pequeño al mismisimo Franco. De momento, usan los resortes manipulados, para la ocasión… Hasta las bodegas de cava, ( dicen ) que no aguantan al Nacionalismo Catalan… ( El Español, sí ). Osea vides, elaboración, aguas, entorno centenario… Por dinero ?. Ideologia ?. Hay que retratarse ?. Es una reflexión, que se une al comentario equilibrado de tu articulo.