Juan Antonio Barrio de Penagos *
O al menos, algunas cosas. En primer lugar, la incontestable victoria del PP. Es el único partido que avanza en votos y en escaños (+14). Se habla del influjo del voto del miedo a lo desconocido, aumentado por el Brexit. En parte puede ser. Pero no hay que minimizar la hábil campaña, al menos para sus presuntos votantes (mensajes simples: solvencia frente a incertidumbre, España en positivo frente a “los malos”) y la elección de circunscripciones clave para conseguir un escaño más en cada una. Y la llamada al “voto útil” frente al voto de Ciudadanos. Sin duda, el PP tiene una tradición en fagocitar formaciones que pueden hacerle sombra territorialmente o en todo el Estado. (Véase Unión Valenciana como ejemplo de lo primero y el CDS como ejemplo de lo segundo). Si Ciudadanos no toma nota, tendrá muchos problemas en el futuro; 8 de los 14 escaños ganados por el PP vienen de ahí. El mensaje del voto útil resultó especialmente exitoso en las dos Castillas y en Madrid.
Además, es como si los efectos adversos de los recortes, la corrupción, etc. hubieran tenido ya todo su efecto en diciembre, pero no ahora. Más aún: incluso el caso del ministro Jorge Fernández y sus conversaciones para buscar la ruina a adversarios políticos parece carecer de efecto alguno (1 diputado más para el PP en Cataluña y más votos).
En un artículo anterior, ya señalaba la mayor probabilidad de un aumento para la suma del “bloque” PP-Ciudadanos frente al “bloque” PSOE-Podemos. Y así ha sido. Una primera explicación de carácter general: no es tan fácil cambiar un gobierno en ejercicio sin suficiente pulsión de cambio. Se me ocurren tres precedentes en los que sí existía esa pulsión. El 82: triunfo del PSOE después del intento de golpe de Tejero y la implosión de UCD. El 2004: triunfo de Zapatero, después de la pésima y mentirosa gestión por parte del gobierno Aznar del atentado del 11M. Y la intermedia: triunfo escaso (156 escaños frente a 141) de Aznar frente al PSOE en 1996 (GAL y Roldán mediante).Pues bien, pese a la crisis y su gestión, ¿había una pulsión similar de cambio? Claramente, creo que no.
Sin embargo podría pensarse en la suma PSOE-Podemos como posible alternativa. No contribuyó a eso la gestión de las negociaciones tras el 20 de diciembre. Y tampoco lo hicieron creíble las descalificaciones mutuas (previas y posteriores). Resultado: desconfianza de una parte del electorado en cualquier gobierno conjunto, facilitando el triunfo del “solvente y previsible Rajoy”.
Respecto al sorpasso, ya en mi anterior artículo dudé de su viabilidad. Como señalé entonces, y ahora ha afirmado Íñigo Errejón, en política dos más dos pueden no ser cuatro. Debo decir que me equivoqué en contra. Perder más de un millón de votos es sumar bastante menos. Las causas son complejas, pero las reticencias en parte de ambos sectores (Podemos e IU) juegan un papel importante. Además, en alguna autonomía concreta, como Galicia, puede haber causas asociadas a la lucha por el liderazgo de la coalición en la próxima elección de octubre. También cierta decepción sobre la gestión en algunos municipios importantes gobernados por agrupaciones apoyadas por Podemos, puede influir. Y la actitud rupturista de Garzón con respecto a la antigua federación de IU en Madrid, puede explicar también en parte, el mal resultado en esa circunscripción (8 diputados, en lugar de 8+2 del resultado de diciembre). En otro sentido, una parte del electorado puede haber percibido como pérdida de transversalidad algunos gestos como el abrazo con Anguita, la presencia de Diego Cañamero y otros. Finalmente, el intento de polarización “directa” contra el PP también fue, probablemente, un error.
La única gran buena noticia para Unidos Podemos es la confirmación del carácter de primera fuerza en Cataluña y también en Euskadi, sobrepasando al PNV en votos y escaños. De paso esto confirma el carácter muy distinto, también electoralmente, de estos dos territorios.
El resultado del PSOE (85 escaños, 5 menos que en diciembre), debe llevar a una reflexión profunda y a una amplia transformación del partido. Decir que “la simple sospecha de pacto con Podemos ha tenido la culpa” no parece la respuesta adecuada. Más bien, la gestión del resultado de 2015 algo tendrá que ver en sentido contrario. No creo que en el imaginario de muchos votantes de izquierda haya un único culpable, sino que “las culpas” están repartidas. Y muchos de esos mismos ciudadanos estarían de acuerdo con la necesidad de un desarme de improperios y una construcción de puentes, sin los que la izquierda no gobernaría en muchos Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. La izquierda debe darse cuenta que en lo previsible, más allá de la lucha por la hegemonía -inevitable- debe haber un espacio creciente de colaboración. El mayor ejemplo de algo parecido es lo que ocurrió a partir del 88 con los sindicatos UGT y CCOO. Siguen compitiendo en elecciones sindicales, pero entre medias y sobre todo, está la unidad de acción.
De lo contrario, si se prosiguen las hostilidades, me viene a la cabeza lo que se decía en la guerra fría, estaríamos cerca de la solución MAD (loco, en inglés, pero también mutua destrucción asegurada). Nada bueno ni para el PSOE, ni para Podemos, ni para nadie de izquierdas. Veremos si las elecciones de octubre abren una camino de acuerdo en Galicia y Euskadi, de lo contrario, seguiremos con los “solventes y previsibles Feijóo y Urkullu”, como en el conjunto seguiremos con el “solvente Rajoy”.