No hay democracia sin garantizar el derecho a recibir información veraz

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Esther Sanz *

esther_sanz_En un día como hoy en el que reivindicamos la Libertad de Prensa, reflexionar sobre lo que es el periodismo y el por qué es como es, nos sitúa en un debate mucho más profundo sobre el papel de los medios de comunicación en la sociedad y el derecho de la ciudadanía, recogido en nuestra Constitución, a recibir una información veraz. Mientras que los periodistas “afortunados” en ejercer la profesión, se lamentan de las condiciones laborales en silencio y se cuestionan con nostalgia si algún día podrán hacer periodismo sin miedo a perder su puesto de trabajo, la percepción que la ciudadanía tiene sobre el derecho a la información no se corresponde con el valor y la importancia que desprenden en los mismos otros derechos como puede ser la sanidad y la educación. Es importante analizar el contexto que rodea a estas afirmaciones.

Como conclusiones al análisis de varios informes publicados sobre la profesión periodística, conviene señalar las más destacadas. Las cifras concretas de paro y empleo dejan constancia del deterioro sufrido por la misma. Y no se trata solo del deterioro de las estructuras industriales del sector, que ha provocado una auténtica debacle en los niveles de empleo, sino también del profundo deterioro registrado en las condiciones laborales y profesionales en las que los periodistas desarrollan su trabajo. Becas de formación desplazando puestos de trabajos estructurales, temporalidad extrema, trabajo sin contrato, despido libre, falsos autónomos sin cobertura ni derechos; etc. Esta situación crea un clima de terror que impide ejercer el periodismo con rigor y defender los derechos profesionales.

Según se desprende de las informaciones y denuncias recogidas por la Oficina Precaria, la mayor parte de las consultas y los casos más graves que reciben provienen de los medios de comunicación. Salarios por debajo de la media, condiciones de explotación, becas por trabajo, prácticas abusivas y trabajo en negro son el día a día de los periodistas y trabajadores cualificados. Pero sobre todo se traduce en la traslación de la precariedad del sistema de trabajo al resultado de ese trabajo. Una información cuestionable que resulta poco fiable y falta de calidad. Es importante señalar que la precariedad de los profesionales es un pilar fundamental, pero no el único, para comprender el devenir catastrófico del periodismo y la confianza en los medios y la profesión por parte de la ciudadanía en la actualidad.

Además de la citada precariedad, también se refleja en los informes, la preocupación de los periodistas por la falta de independencia política y económica de los medios en los que trabajan, la falta de rigor y neutralidad en el ejercicio profesional, el aumento de la carga de trabajo y la falta de tiempo para elaborar la información y el aumento de las presiones recibidas en el ejercicio de su trabajo para que modifiquen de forma sustancial sus informaciones. Presiones que proceden, en la mayoría de los casos, de las empresas y jefes de las mismas.

Es lógico que este malestar y descontento entre los profesionales del periodismo se proyecte en la ciudadanía ya que la confianza que depositan los usuarios en la información está vinculada con los problemas de la independencia en el ejercicio profesional y la calidad del trabajo periodístico y queda reflejado luego en su opinión cuando el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas publica que el periodismo es la segunda profesión peor valorada por los españoles.

Además de todo lo señalado, España se encuentra en crisis la pluralidad mediática debido a la concentración de medios de comunicación. También es preocupante el desmantelamiento planificado de los servicios públicos de radiotelevisión, convertidos en altavoz de posiciones partidistas y arruinados por su mala gestión junto con la falta de voluntad para desarrollar el ansiado Tercer Sector y garantizar el acceso a los medios de la ciudadanía.

Esta situación no es nueva. Corrían los años 40 en la tierra de la libertad cuando educadores, científicos, políticos, economistas, teóricos de la comunicación, filósofos y abogados se reunieron para analizar las amenazas que se cernían sobre la libertad de prensa en Estados Unidos y la situación de los medios de comunicación en ese momento. Fueron los propios periodistas como Upton, Sinclair, Georges Seldes, Harold Ickes o Walter Lippmann los que criticaron muy duramente la concentración de la prensa en pocas manos o la práctica del periodismo amarillo y fue el responsable de la revista Time, Henry Luce, quien reflexionó sobre la necesidad de un estudio centrado en analizar dicha situación. Fruto de este trabajo, en colaboración con Robert Hutchins, rector de la Universidad de Chicago, fue un informe publicado en 1947, “Una prensa libre y responsable”, conocido como “Informe Hutchins”, cuya conclusión se basa en la hipótesis inicial de que hay amenazas a la libertad de expresión porque es la prensa la que está en crisis. Concretamente proponía medidas como una necesaria intervención gubernamental para resolver algunas situaciones que no gustaron nada a la prensa norteamericana que se sorprendió negativamente y se posicionó en contra de dicho informe. ¿Os resulta familiar la historia?

Por todo ello urge un diagnóstico lo más realista posible teniendo en cuenta no solo los daños causados por la crisis económica sino todo el entramado que ha llevado al periodismo a sufrir una crisis estructural que golpea de lleno a su identidad. Es muy necesario regenerar la profesión, salvaguardar el derecho a la información y la libertad de prensa haciendo hincapié en la importancia de la elaboración de una información crítica, independiente y plural y que los periodistas se sientan protegidos para elaborarla y recuperar la comunicación como vía de participación ciudadana y por tanto, democrática.

Para realizar ese diagnóstico, es necesario abrir un debate, con la participación de todos los agentes implicados y crear un clima propicio para legislar y solucionar todos estos problemas. Un clima arropado por una ciudadanía que defienda que el espectro radioeléctrico al ser público (patrimonio de la humanidad), es suyo y reclamen que sea plural y democrático; que entienda que los periodistas están desprotegidos ante las presiones de las propias empresas donde trabajan; que conciba que, tal y como publicó Manuel Chaparro, en una escala de valores democráticos imprescindibles para construir sociedad, los medios ocupan un puesto tan relevante como la sanidad, la educación y la justicia ya que los medios son el espejo en el que nos miramos y el reflejo de lo que somos como sociedad o que sea consciente de que no tiene acceso a los medios de comunicación siendo un derecho.

Un clima abanderado por la profesión de la comunicación, que sea capaz de crear una conciencia ciudadana sobre todas estas cuestiones y problemas; reclame mejoras en su sector y cuente en voz alta las condiciones en las que desarrolla su labor y la necesidad de protegerlo; sensibilice con hechos y buen trabajo la importancia que juega el periodismo en la democracia y que cree una marea, como la de sanidad o educación, que manifieste que la libertad de prensa no se consigue sin garantizar el derecho a una información veraz de la ciudadanía y la importancia de proteger la profesión para que “hacer buen periodismo” deje solo de ser posible cuando se convierte en un hobby.

No podemos seguir hablando de la calidad de nuestra democracia sin abrir este debate porque dicha calidad democrática depende en gran medida de la calidad de nuestros medios. Pensar que el proceso de proteger la profesión, mediante la regulación, ante las distintas presiones recibidas en el trabajo, conlleva una restricción a la libertad de expresión es una falacia ya que supone justamente lo contrario, una garantía del derecho de la ciudadanía a recibir una información veraz. Quizá si hubiéramos gozado de un buen sistema periodístico a la altura de las circunstancias y cercano a la realidad social del momento, la ciudadanía protestaría ahora y entendería de su importancia en una democracia como los demás derechos que defiende.

(*) Esther Sanz es consejera estatal de Podemos y responsable de Derecho a la Información y Libertad de Prensa.

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