Jesús Cuadrado *
Los militares son “nuestros”, y los generales, ni te cuento, sostiene la vieja caverna. Ni soñarían los de Podemos con el regalo de esta descubierta de la vieja política de la Transición. La entrada del general Julio Rodríguez en la formación de Pablo Iglesias ha despertado los viejos fantasmas, ha servido para poner al día ese mundo viejuno que The New York Times calificó como “troglodita” en 2006, cuando aquel general Mena se declaraba, en un acto militar, dispuesto a la intervención del ejército en Cataluña. En su editorial, el periódico estadounidense no se refería sólo al general al que le sobraba la Constitución, calificaba sobre todo a quienes, como los líderes del PP, se mostraban comprensivos con lo que calificaban como “malestar en el ejército”. Lo de Mena, decía Rajoy, “no pasa porque sí”. Ahora persiguen al mal militar que olvidó que el ejército es “nuestro”.
Como portavoz socialista de defensa, pude conocer al general Rodríguez, un militar convencido de la necesidad de que los españoles vieran a los militares como ciudadanos de uniforme, y no otras cosas. Conocí a muchos más como él, de todas las graduaciones. Les irritaban los silbidos a las autoridades democráticas en los desfiles. Sabían mejor que nadie que aquello era la expresión del viejo sectarismo de los “patriotas de bolsillo”. Se trata de la derecha española de siempre, la misma que, durante el secuestro de los pescadores del Alakrana, le exigían al general Rodriguez que se entrara a saco en el barco, que se disparara aún con riesgo para los rehenes; la que dice ahora que no estuvimos en la guerra de Irak y se olvida de los militares españoles que murieron allí. La derecha que elige para ministro de defensa, sin ningún escándalo, a alguien que procede del sector de la industria del armamento.
Esos son los que han desencadenado la cacería contra Julio Rodríguez. Pero lo que me sorprende, y me preocupa, es la actitud del PSOE de Pedro Sánchez. “Como Franco”, según ellos, habría actuado Podemos al incorporar a un general en sus listas como posible futuro ministro de defensa. Siguen la versión “no troglodita” en esta polémica, la que afirma que hay que mantener la tradición de que no incorporar militares como ministros en el gobierno, “como Franco”. ¿Seguimos en la Transición? Me recuerdan a muchos socialistas que se oponían, con argumentos similares, a hacer un reconocimiento de los militares demócratas antifranquistas de la Unión Militar Democrática, la UMD.
Más de treinta años tardó la democracia española en atreverse a honrar públicamente la existencia de militares españoles que formaron parte de la oposición clandestina a la dictadura. En 2009, Gaspar Llamazares presentó una propuesta parlamentaria para hacer ese reconocimiento. Volví a encontrar las mismas resistencias en un Partido Socialista que tenía dificultades para escapar del control de quienes creían que el partido seguiría para siempre en las exitosas claves políticas de la Transición. El tiempo detenido. Gracias al impulso imprescindible del general Rodríguez, entre otros, fue posible romper resistencias. Se refería la declaración que consensué con Llamazares, que luego repitió el acuerdo del Consejo de ministros, a “aquellos que en defensa de esos ideales arriesgaron su carrera y promoción profesional e incluso su libertad personal como miembros de la UMD”, e intentaba “hacer públicos con precisión sus sacrificios personales y profesionales”. La ministra condecoró, finalmente, a los militares de los que tantos antifranquistas nos sentíamos orgullosos.
“Capitanes de la Democracia”, esa es la inscripción que figura en la placa que los ex UMD nos han entregado a algunos, entre ellos, al general Rodríguez, convertido ahora en la pieza predilecta de caza de la rancia derecha española, con la colaboración de otros. Los más sutiles han buscado un motivo “decente” para la persecución. Identifican a Julio Rodríguez con la posición de Podemos sobre Cataluña y el “derecho a decidir”. Construyen así la tesis para el ataque, al margen de las declaraciones muy razonables que ha hecho sobre el tema Julio Rodriguez, como antes Jiménez Villarejo y otros miembros del partido de Iglesias. He escrito aquí sobre el enorme error que, en mi opinión, comete Podemos con su posición sobre el secesionismo y la repetición del complejo suicida frente a los nacionalismos, que no es una novedad en la izquierda. Pero, también por eso, para su graduación como partido de gobierno, es una buena noticia que alguien como el general Rodríguez forme parte de una izquierda emergente que no parece flor de un día.
Las reacciones de estos días están mostrando un 'revival' del “no provocar a los militares” de los años ochenta. Aparte de no responder a la realidad militar de la España de hoy, y ahí están las asociaciones militares mayoritarias para demostrarlo, incide en el viejo estigma de la incapacidad de la izquierda española para tener una política de Seguridad y Defensa, como si eso fuera cosa de derechas. Es una buena noticia que uno de los mejores expertos en la seguridad entendida como respuesta integral forme parte del próximo Parlamento y que lo haga de la mano de un partido de izquierdas. ¿O no vale porque es un militar retirado? Bienvenida la polémica si sirve para que la izquierda española se tome la Seguridad en serio, y mejor aún si, de paso, contribuye a superar viejos infantilismos sobre la OTAN y el empleo de la gramática inservible de la Guerra Fría.
Los excesos en este debate muestran claves decisivas de la situación política que hoy se vive en España. Ilustran el miedo de los “poderes fácticos” a nuevas fuerzas políticas, a las que no controlan, como ya ocurriera en la anterior transición. Pero en un país en el que los viejos partidos provocan tal rechazo que un 80 por ciento de los electores que declaran que votarán al PSOE o al PP manifiestan que no quieren que gobiernen ellos, como recoge la última encuesta de El País, o que, según el último CIS, el 50 por ciento de los que dicen que van a votar a Mariano Rajoy, y el 55 por ciento de los que votarían a Pedro Sánchez, confiesan que no se fían de ellos, parece evidente que vamos inevitablemente hacia un nuevo mapa político. En ese contexto, los viejos poderes, políticos, mediáticos o económicos, pueden estar interesados en que sobreviva a cualquier precio un escenario político que les conviene, pero, que les interese a ellos no significa que interese al conjunto de los españoles.
Así que no es por usted, general, es porque “la tierra trema” bajo los pies de quienes han hecho de la cultura de la Transición una forma de hacer negocios. Veremos quien gana esta guerra.
Cierto el PP y el PSOE se han detenido en las claves políticas de la Transición. Es como si dijeran este invento es nuestro y que no nos lo toque nadie. Pero aquello ya pasó, ahora hay otras políticas y otros actores.
Hay políticos en España que aún no han entendido que la España actual es diferente a la del pasado, que el bipartidismo está en profunda crisis y que es bastante factible que el próximo gobierno salido de las urnas del 20 D, sea un gobierno de consenso.Me parece bien tu comentario amigo Cuadrado, lo triste es que aún existan políticos que miren hacia el pasado y no hacia el presente y el futuro que es lo que nos interesa a un buen contingente de españoles.Un abrazo Angel San Juan Marciel-Sociólogo