El terremoto económico y social vivido por la sociedad griega desde hace ya unos cuantos años ha terminado bruscamente con el voto afirmativo mayoritario por parte del Parlamento del tercer rescate cifrado en 86.000 millones de euros.
Este rescate, mucho más duro que el que se empezó a negociar con la llegada de Syriza, despoja de cualquier poder al Gobierno griego, y pone al país en venta, con la aquiescencia de los acreedores, y otros, que acabarán quedándose con lo poco de valor que queda. Este frente de acreedores, liderado por el BCE, y del que se ha apeado momentáneamente el FMI, es el nuevo gestor político y económico de Grecia, aunque no se haya presentado a las elecciones. Esta nueva función la sancionó el Eurogrupo avalando ya sin resquicios el nuevo paquete de ayuda que entrará en vigor el día 20, simplemente para que las entregas de capital vuelvan inmediatamente a satisfacer la ansiedad de los sufridos acreedores, que como Alemania, han realizado pingues beneficios con la situación griega.
En este tortuoso camino han quedado atrás las ilusiones y esperanzas de que fuera posible en el seno de la UE, y en la cuna de la democracia, el respeto a la decisión soberana de un pueblo y de un gobierno autónomo a la hora de tomar decisiones políticas. Las primeras escaramuzas de Syriza, incluso el paripé del referéndum, parecía que iban en esa dirección, pero la fuerza del chantaje y la amenaza del frente acreedor, tan sumiso con otros deudores, han desvanecido cualquier esperanza de que la política tiene sentido dentro de la UE. Así, y después de la votación de ayer en el Parlamento griego, los disidentes de Syriza que ya empiezan a ser multitud, van a posibilitar que caiga el Gobierno de Tsipras, para jolgorio de los nostálgicos del régimen del bipartidismo corrupto y proeuropeo de Karamanlis y Papandreu.
Una vez tranquilizadas las masas enfurecidas de acreedores, ahora vuelve la inestabilidad política con nuevas elecciones, que sin duda, devolverán el poder a las dos familias que, por imperativo divino y del capital deben gobernar en cualquier país de bien que se precie. Porque lo que está claro es que lo que se ha librado no es una guerra económica, ni había preocupación sobre los posibles impagos de la deuda griega, que de producirse, incluso, es asumible por los estamentos acreedores. Aquí se ha librado una batalla política contra los mal llamados populismos, que curiosamente, ya han llegado en algunos países en forma de partidos de extrema derecha y que están contribuyendo a crear esta cruzada contra los países pobres y que buscaban en Tsipras a alguien que les restituyese, al menos, la dignidad como pueblo.
Los ortodoxos del orden constituido seguirán argumentando que al estar en este club hay que cumplir las normas, aunque ello conlleve el empobrecimiento y el saqueo estructural de una sociedad entera. Es cierto que el país necesita urgentemente una serie de reformas, que no privatizaciones a precio de saldo, que devuelvan el crecimiento sólido a medio y largo plazo. Pero estas mimas medidas también son necesarias en España, Portugal o incluso Italia o Reino Unido, pero aquí no se condiciona ni mucho menos en la misma dirección.
Lo más curioso de las recomendaciones se asienta básicamente en el sistema público de pensiones, en las privatizaciones de las joyas de la corona, los puertos, la electricidad, la empresa de ferrocarril o la empresa pública de apuestas, es decir, los bocados donde pueden entrar las grandes oligarquías europeas, pero también rusas o chinas. Para ello, se ha creado un fondo de privatizaciones por valor de 50.000 millones de euros, que será cogestionado por Bruselas y Atenas, para ir satisfaciendo los caprichos de los acreedores, que en algún caso va a suponer que la UE tenga muy cerca a los competidores chinos y rusos, con lo que ello conlleva en materia de geopolítica.
La prueba de que realmente la sociedad griega no importa para nada es que el rescate apenas dedica un tercio, unos 3.000 millones de euros y no de dinero nuevo, a la inversión y la apuesta por el crecimiento, lo cual demuestra el carácter ideológico de todo el Memorandum. Este destila una apuesta clara por la privatización de servicios públicos, el salvamento de la banca, y apenas tiene en cuenta el bienestar y la cohesión social. La fuga de depósitos a paraísos fiscales y la emigración de una gran parte del capital humano es el resultado de la política del miedo y la amenaza de dejar caer el país por parte de Alemania y el BCE. Ahora toca cobrarse las piezas a un precio ridículo, como lo conseguido por los adjudicatarios de la empresa pública de Loterías.
Con el fin del culebrón de Syriza y el rescate griego aparentemente ha ganado la ortodoxia, ha triunfado el modelo de resolución de crisis de deuda en la UE: recesión, pobreza, frenazo al crédito y apenas utilización de la reestructuración de la deuda. Parece mentira que tenga que ser el FMI el que ponga algo de cordura en esta orgía neoliberal. Han calibrado que el montante total de deuda en Grecia es impagable y por tanto no avalarán hasta que se produzca dicha quita, que tendrá que ser no inferior al 50%, para que se quede en el 90% del PIB. Pero por el camino, el euro y la arquitectura de la UE han quedado muy tocadas, y por qué no, casi hundidas como referentes mundiales.
Como se ha puesto de manifiesto, una moneda única en un modelo federal, sin mecanismos reales de solidaridad, es inviable. Las muestras de desprecio hacia el diferente políticamente, pero también el odio al pobre destilado en Alemania ha generado mecanismos centrípetos que, en breve, nos llevarán al arrepentimiento. Los ejemplos de Finlandia, Dinamarca, Austria y muy pronto Francia, socavarán nuestras conciencias y nos llevarán a un callejón sin salida.
En conclusión, se acaba la utopía de la política. No hay alternativa a los mecanismos de solución de crisis de deuda en la UE. Ni apuesta por el crecimiento, ni por la inflación, ni por la reestructuración de la deuda. Solo el palo de la recesión, caída de la financiación y pobreza para pagar hasta la última gota de deuda, aunque el endeudamiento se haya concedido a economías en quiebra, como la griega. Y por supuesto, para poder seguir recibiendo fondos, me quedaré con lo poco que tengas de valor como colateral. Pagarás la deuda, pero ya nada será tuyo y así ni crecerás, ni tendrás dignidad. Así es la UE.