Cien años después de la muerte de Francisco Giner de los Ríos, acontecida el 18 de febrero de 1915, su efemérides en España muestra serias reticencias y, por supuesto, ningún calor oficial. En realidad a una gran mayoría de nuestros políticos, viejos, maduros y ávidos emergentes, ni le interesa ni conoce lo mejor de nuestra Historia. Esto del pasado les parece cosa sin importancia, inútil, algo démodé, pura antigualla; aunque gustan rebozarse en los tópicos de sus peores sombras, algunos como exaltación a machamartillo; por puro masoquismo odiante, los otros. Son, como escribió Izraíl Métter en su magnífica novela La quinta esquina, ese tipo de gente “que no comprende que un hombre sin pasado es como un insecto que vive un solo día”. Así que no es tan extraño este silencio en torno al fundador de la Institución Libre de Enseñanza (1876), en absoluto, sino más bien bastante lógico y comprensible en un país donde la intransigencia, la intolerancia, el sectarismo, la ignorancia y el odio a la inteligencia y la educación verdaderamente libres siguen gozando de tan buena salud en tan variados sectores, justamente la antítesis que representó con admirable excelencia Francisco Giner de los Ríos. Manuel Azaña, para variar, ya lo advirtió con su habitual clarividencia en sus Diarios al día siguiente de su muerte: “La obra de Giner es tan considerable que hoy, cuanto existe en España de pulcritud moral lo ha creado él. Por el contrario, no se concibe un espectáculo de barbarie mayor que el que ofrecen los de la otra banda cuando hablan de este hombre. En ningún país de Europa puede darse un caso de obtusidad semejante, no se tomará en boca el nombre de un grande hombre con tan grosera ligereza como estos lo hacen”.
La última “grosera ligereza” que perpetró la otra banda se la infirió el tal José María Marco con la biografía que dedicó a Giner en 2002. “El escribiente de Aznar”, como le llama Ernesto Escapa, volvía con aquel libro por los peores fueros de nuestra derecha eterna que, en el fondo y aun en nuestros días, sigue pensando, como los nacionalistas vascos, que el liberalismo es pecado. Porque no otra cosa que liberalismo fue la expresión política del krausismo decimonónico, introducido en España por Sanz del Río y seguido fervientemente por su alumno Giner; una adaptación de la filosofía de Krause que, más allá de sus principios, estos transformaron en una actitud, en una forma de vida basada en la confianza en la razón, en el convencimiento de la perfectibilidad del ser humano, que a través de la educación pudiera rescatar al individuo de su animalidad y su barbarie. Una forma de vida donde racionalismo, educación y ética conformaban la combinación necesaria para la regeneración individual y con ella la reforma social para un mundo más habitable, más justo. El resumen consecuente de aquella iniciativa admirable, que reunió en torno a sí a los mejores hombres de la época, antes y después de La Gloriosa (1868) y el sexenio revolucionario, lo resumió el propio Giner de los Ríos: “Un despertar de la vieja modorra al murmullo del moderno pensamiento europeo y a los problemas y nuevos postulados de su filosofía”.
Pero Giner de los Ríos y sus amigos de la Institución no sólo sacudieron, ¡y de qué forma!, la modorra de una España ruinosa, moralmente envilecida y subyugada por el integrismo católico y la carcunda política (bastaría recordar la figura ultramontana del tres veces ministro Orovio, firmante de la disposición legal que obligaba a los rectores universitarios a vigilar e impedir que se enseñasen en sus centros las doctrinas contrarias al dogma católico y las ideas dañosas o simplemente críticas con la monarquía y el régimen político incipiente de la Restauración), sino que echaron y cultivaron la semilla más fecunda que ha conocido la inteligencia, el laicismo, la moral y la educación en la España contemporánea. Dos veces separado de su cátedra de Filosofía del Derecho y Derecho Internacional de la universidad de Madrid, hasta que fue repuesto en ella, finalmente, en 1881, desengañado de la experiencia del sexenio revolucionario, Giner comprendió por reflexión y experiencia propia que el Estado, la Iglesia o cualquier institución de poder no sólo podían atropellar la libertad de conciencia, de pensamiento, etc., sino también coartar determinantemente el instrumento más precioso para la regeneración del individuo y de la sociedad: la educación.
De ahí que viera en el laicismo y la independencia los instrumentos fundamentales que debían preservar la libertad del proyecto y actividades educativas que, finalmente, constituirían la Institución Libre de Enseñanza como una empresa privada, ajena a intereses de Estado, de ideologías políticas, eclesiásticas, o influencias de cualquier otra índole. Y de ahí también que Giner y su Institución sean, con mucha diferencia sobre cualquier otro intento de parecido tenor y materia, lo mejor que nos ha pasado en nuestra historia, y se eleven como el símbolo del mejor y más deseable reformismo individual y social, y de la práctica imprescindible del laicismo, que en toda sociedad civilizada delimita como principio universal la libertad y autonomía de las actividades humanas en sus respectivos campos de actuación, sin imposiciones religiosas ni políticas, etc. Porque ese era el primer y más importante paso de estos hombres, sustraerse de cualquier dependencia del Estado, no digamos de la Iglesia, que arrumbara su proyecto y su libertad. En palabras de los fundadores: “Dar el primer paso en el camino de la independencia en este orden es el fin de la Institución que aspiramos a establecer en nuestra patria”.
Con su proyecto educativo, Giner quería hacer hombres (“había que formar hombres”, decía) a los que había que enseñar a pensar y a vivir, no con una formación intelectualista, sino con una educación integral, que atendiera con esmero a todas las facultades del individuo. Mediante el llamado “método intuitivo”, La Institución desterraba toda repetición mecánica de nociones y ponía al alumno en contacto directo con la realidad en todos los aspectos, sobre los que debía observar y preguntarse como principio de aprendizaje y conocimiento. En definitiva, un método socrático que perseguía, más que instruir, una educación total, un desarrollo de la personalidad individual, “nunca más necesario -escribió Giner- que cuando ha llegado a su apogeo la idolatría de la nivelación y de las grandes masas”. Porque para este santo laico había que “preparar suelo más firme para levantar la ciudad ideal del porvenir, sólo capaz de alzarse en tierra emancipada de la más brutal servidumbre, que es la del espíritu”.
Que cien años después de su muerte, la obra y la personalidad de este hombre verdaderamente grande, no sólo no sean celebradas con entusiasmo agradecido, sino más bien ninguneadas y hasta escarnecidas, es una muestra irrefutable de que la barbarie sigue habitando con peligrosa salud entre nosotros.
Tienes toda la razón, el franquismo durante cuarenta años y la restauración monárquica durante otros cuarenta han tratado de olvidar a todos los institucionistas. Resulta escandaloso que don Constancio Bernaldo de Quirós, excelente penalista, tenga más Cátedras y distinciones en América Latina que en España, en dónde casi nadio lo recuerda. Y como este caso, cientos de ilustres intelectuales, barridos por la oficialidad cultural franquista y tardofranquista, hasta hoy.
!Bravo! Hay que realzar todos estos españoles/as que han heho historia y que han sido ejemplos a seguir. De lo otro ya hemos tenido bastante.
Muchas gracias por este artículo. Se comprende que la derecha beatona y corrupta en el poder (todavía) no tenga el menor interés por la ejemplaridad y la obra de este santo laico que acercó el conocimiento y la razón y ayudó a pensar a millones de españoles.
/// «EN MEMORIA» Y REIVINDICACIÓN DE D. FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS Y
LA «INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA» (ILE), PADRES DE LA SEGUNDA
REPÚBLICA ESPAÑOLA. ///
ESPLÉNDIDO ARTÍCULO CRÍTICO DEL ESCRITOR D. AGUSTÍN GARCÍA SIMÓN:
«GINER DE LOS RÍOS: UN CENTENARIO POCO TRANSITADO».
¡¡¡ VIVAN LA «INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA» (ILE) Y LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA ¡¡¡
UN CORDIAL SALUDO.
MÁLAGA, A 29 DE MAYO DE 2015.
ARTURO FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ
(HIJO DEL EXILIO REPUBLICANO, SOCIALISTA E «INSTITUCIONISTA» ESPAÑOL).
/// UNA «INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA» (ILE) PARA EL SIGLO XXI. ///
/// EL «PROYECTO» GENERAL EDUCATIVO, CULTURAL, CIENTÍFICO, SOCIAL, ÉTICO Y DE MODERNIDAD DE LA «INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA» (ILE) PARA EL SIGLO XXI EN ESPAÑA, POR EL EXILIO REPUBLICANO, SOCIALISTA E «INSTITUCIONISTA» ESPAÑOL. ///
Comprende las creaciones de:
UN CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIÓN “FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS”, para la «recuperación» definitiva y continuidad -presente y futura- de la importante «memoria histórica» (historia) y el «legado» (herencia) intelectual (filosófico-político, educativo, cultural, científico y social) y ético de las históricas «Institución Libre de Enseñanza» (ILE), Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), Residencia de Estudiantes de Madrid, Instituto-Escuela, Misiones Pedagógicas, etcétera, en la Universidad pública de Andalucía y España. Período histórico: desde sus orígenes hasta la Segunda República y el Exilio. Estas importantes entidades o instituciones constituyen LA “UNIVERSIDAD DEL EXILIO” republicano, socialista e “institucionista” español. (F. Giral. La Ciencia española en el exilio (1939-1989). El exilio de los científicos españoles. Barcelona, Anthropos, 1994).
Y, también, UN NUEVO COLEGIO DE ENSEÑANZA (en todos sus grados, desde primaria hasta bachillerato) “MANUEL B. COSSÍO”, inspirado y basado en el «humanista» -liberal, democrático, tolerante, laico, coeducativo, social y ético- «Programa» educativo (pedagógico) original (verdadero) de la histórica «Institución Libre de Enseñanza» (ILE), complementado con el del Instituto-Escuela y de los Colegios del exilio, con la adaptación correspondiente al presente y el futuro. Éste será -siempre- nuestra querida pequeña gran «República» educativa, cultural, científica, social y ética.
UN «PROYECTO GENERAL” para (finalidad) el desarrollo, el progreso, la modernidad y el bienestar -en libertad, tolerancia, justicia y paz- de la actual y futura España.
Málaga, a 25 de Mayo de 2015.
Arturo Fernández Domínguez
(Hijo del Exilio republicano, socialista e «institucionista» español)
(Doctor en Derecho, exProfesor Titular de Historia del Derecho español de la Facultad de Derecho de la Universidad de Málaga, y Secretario Judicial).
Móvil: 617617048
Correo electrónico: arturofernandezdominguez.fernn@gmail.com
Dirección: C/ Pajaritos, 29, 2º A
29009 Málaga.
TIEMPO DE HISTORIA: LA ACTUALIDAD DEL PASADO
(PARA EL PRESENTE Y FUTURO).
/// EN «CONMEMORACIÓN» DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE DON FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS (RONDA, 10 OCTUBRE 1839 – MADRID, 17 FEBRERO 1915) ALMA Y FUNDADOR PRINCIPAL DE LA «INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA»(ILE). ///
UN «PROYECTO» UNIVERSITARIO -EDUCATIVO, CULTURAL, CIENTÍFICO, SOCIAL, ÉTICO Y DE MODERNIDAD- DE CREACIÓN DEL CENTRO (O CÁTEDRA, DEPARTAMENTO, SECCIÓN, AULA, ETC.) DE ESTUDIOS E INVESTIGACIÓN “FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS”, SOBRE LA “INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA” (ILE) EN LA UNIVERSIDAD PÚBLICA DE ANDALUCÍA Y ESPAÑA.
Objetivo general:
La «recuperación» justa, necesaria, urgente y definitiva de la verdadera y completa «memoria histórica» (historia) e importante “legado” (herencia) intelectual (filosófico-político, educativo, cultural, científico y social) y ético, de carácter liberal, democrático, progresista, social, tolerante, laico y ético, de las prestigiosas entidades e instituciones educativas, culturales, científicas y sociales españolas, perseguidas, silenciadas, ocultadas, olvidadas y desconocidas (en gran medida), y también manipuladas, tergiversadas o falseadas y utilizadas -actualmente- siguientes: la “Institución Libre de Enseñanza” (ILE); la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE); la Residencia de Estudiantes de Madrid; el Instituto-Escuela, las Misiones Pedagógicas, etcétera, para el desarrollo, el progreso, la modernidad y el bienestar de la España democrática y social presente y futura.
El conocimiento del pasado y presente, y la «proyección» (continuidad) futura de la “Institución Libre de Enseñanza” (ILE) y de todas estas importantes entidades e instituciones educativas, culturales, científicas y sociales promovidas e “inspiradas” en la misma; y, también, la posible incorporación de su relevante “legado” (herencia) intelectual (filosófico-político, educativo, cultural, científico y social) y ético, de carácter liberal, democrático, progresista, social, tolerante, laico y ético, a la identidad o “ideario” educativo (señas de identidad y excelencia) de las Universidades públicas de Andalucía y España. Recogiendo, asumiendo y desarrollando dichas Universidades la gran «tradición» histórica liberal, democrática, progresista, social, tolerante, laica, ética y modernidad española, que representaron: la “Institución Libre de Enseñanza” (ILE), fundada en 1876 entre otros por el insigne andaluz (malagueño-rondeño) D. Francisco Giner de los Ríos; la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), creada en 1907 siendo su presidente D. Santiago Ramón y Cajal y secretario D. José Castillejo Duarte discípulos de D. Francisco Giner; el Centro de Estudios Históricos (1910); el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales; la Residencia de Estudiantes de Madrid (1910); el Instituto-Escuela (1918); las Misiones Pedagógicas; etcétera. Entidades e instituciones a las que pertenecieron también algunos ilustres intelectuales «institucionistas» andaluces (malagueños), como D. Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia de Estudiantes y su colaborador el poeta D. José Moreno Villa. Por último, a la «Institución Libre de Enseñanza» pertenecieron dos ilustres grandes poetas andaluces y españoles muy queridos, como fueron D. Antonio Machado y D. Juan Ramón Jiménez.
La verdadera y completa «memoria histórica» (historia) e importante “legado” (herencia) intelectual (filosófico-político, educativo, cultural, científico y social) y ético “institucionista” de todas estas entidades e instituciones, fueron también defendidos, conservados y desarrollados después de la Guerra Civil en el Exilio republicano, socialista e «institucionista» de México y otros países. Destacando en esto otro ilustre intelectual malagueño el arquitecto, diputado y ministro de la Segunda República española D. Bernardo Giner de los Ríos García (sobrino de D. Francisco Giner) (Málaga, 1888 – México, 1970) y la “Corporación de Antiguos Alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, el Instituto-Escuela y la Residencia de Estudiantes de Madrid (Grupo de México)”, creada por el mismo y otros “institucionistas” exiliados, a través de reuniones y publicaciones, destacando su modesto e importante Boletín. Todo ello, no ha sido todavía recuperado -desgraciadamente- a fecha de hoy a pesar de su relevancia educativa, cultural, científica, social y ética.
Las Universidades públicas de Andalucía y España podrían convertirse pues en receptoras (incorporadoras), a través de la “recuperación” definitiva de la verdadera y completa «memoria histórica» (historia) e importante “legado” (herencia) intelectual (filosófico-político, educativo, cultural, científico y social) y ético “institucionista” con las correspondientes enseñanzas e investigaciones, de: la “Institución Libre de Enseñanza” (ILE); la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), el Centro de Estudios Históricos, el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales; la Residencia de Estudiantes de Madrid; el Instituto-Escuela; las Misiones Pedagógicas (1931); etcétera. A través de la creación del Centro (o Cátedra, Departamento, Sección, Aula, etc.) de Estudios e Investigación “Francisco Giner de los Ríos”, que llevaría a cabo una importante labor educativa, cultural, científica, social y ética.
Actividades:
A) Docencia (Formación): cursos, conferencias, charlas y reuniones;
B) Investigación: tesinas, tesis doctorales y ensayos;
C) Divulgación: publicaciones, congresos y exposiciones.
Dirigidas al alumnado, profesorado de la Universidad y personas interesadas.
Organización, programación, desarrollo y ejecución:
Al menos por un Profesor-Coordinador (con dedicación exclusiva), con las colaboraciones puntuales de otros Profesores-Colaboradores de la propia Universidad.
Y, también, con la ayuda al menos de: un auxiliar administrativo para realizar trámites burocráticos; y, un informático, para atender la web, el aula y la docencia virtual.
/// EN «CONMEMORACIÓN» DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE DON FRANCISCO
GINER DE LOS RÍOS (RONDA, 10 OCTUBRE 1839 – MADRID, 17 FEBRERO 1915)
ALMA Y FUNDADOR PRINCIPAL DE LA «INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA» (ILE)
EN ESPAÑA. ///
Su «memoria histórica» (historia), ejemplo de vida y obra; así como,
también, de la Segunda República y del Exilio español, y su importante
«legado» (herencia) intelectual (filosófico-político, educativo,
cultural, científico, tolerante y laico) y ético nunca morirán y
continuarán siempre “alumbrando” y «sembrando» el presente y el futuro
de una España verdaderamente democrática y social, en Libertad,
Igualdad y Fraternidad.
¡Qué renazcan Don Francisco Giner de los Ríos, Don Manuel B. Cossío, y
sus discípulos y amigos como Don Antonio Machado Ruiz y Don Juan Ramón
Jiménez entre otros principales, y la «Institución Libre de Enseñanza»
(ILE), la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones
Científicas (JAE), la Residencia de Estudiantes, el Instituto-Escuela
y las Misiones Pedagógicas en España, etcétera!
¡Qué renazcan la Educación, la Cultura, la Ciencia y la Justicia
social en España!
¡Que renazca el Exilio republicano, socialista e «institucionista» español!
¡Qué renazca la República democrática, social, laica, ética, tolerante
y en paz en España!
En memoria (homenaje), recuerdos y elogios (poesía), sencillos,
bellos, entrañables y emocionantes del alumno (discípulo), profesor y
escritor republicano e “institucionista” exiliado español Antonio
Machado Ruiz a su querido maestro Francisco Giner de los Ríos y la
“Institución Libre de Enseñanza”.
Recuerdos (1)
“Los párvulos aguardábamos, jugando en el jardín de la Institución, al
maestro querido. Cuando aparecía don Francisco, corríamos a él con
infantil algazara y lo llevábamos en volandas hasta la puerta de la
clase. Hoy, al tener noticia de su muerte, he recordado al maestro de
hace treinta años. Yo era entonces un niño, él tenía ya la barba y el
cabello blanco. En su clase de párvulos, como en su cátedra
universitaria, don Francisco se sentaba siempre entre sus alumnos y
trabajaba con ellos familiar y amorosamente. El respeto lo ponían los
niños o los hombres que congregaba el maestro en torno suyo. Su modo
de enseñar era socrático: el diálogo sencillo y persuasivo. Estimulaba
el alma de sus discípulos -de los hombres o de los niños- para que la
ciencia fuese pensada, vivida por ellos mismos.
Muchos profesores piensan haber dicho bastante contra la enseñanza
rutinaria y dogmática, recomendando a sus alumnos que no aprendan las
palabras sino los conceptos de textos o conferencias. Ignoran que hay
muy poca diferencia entre aprender palabras y recitar conceptos. Son
dos operaciones igualmente mecánicas. Lo que importa es aprender a
pensar, a utilizar nuestros propios sesos para el uso a que están por
naturaleza destinados y a calcar fielmente la línea sinuosa y siempre
original de nuestro propio sentir, a ser nosotros mismos, para poner
mañana el sello de nuestra alma en nuestra obra.
Don Francisco Giner no creía que la ciencia fuese el fruto del árbol
paradisíaco, el fruto colgado de una alta rama, maduro y dorado, en
espera de una mano atrevida y codiciosa, sino una semilla que habría
de germinar, florecer y madurar en las almas. Porque pensaba así hizo
tantos maestros como discípulos tuvo.
Detestaba don Francisco Giner todo lo aparatoso, lo decorativo, lo
solemne, lo ritual, el inerte y pintado caparazón que acompaña a las
cosas del espíritu y que acaba siempre por ahogarlas. Cuando veía
aparecer en sus clases del doctorado -él tenía una pupila de lince
para conocer a las gentes- a esos estudiantones hueros, que van a las
aulas sin vocación alguna, pero ávidos de obtener a fin de año un
papelito con una nota, para canjearlo más tarde por un diploma en
papel vitela, sentía una profunda tristeza, una amargura que rara vez
disimulaba.
Llegaba hasta a rogarles que se marchasen, que tomasen el programa H
el texto B para que, a fin de curso, el señor X los examinase. Sabido
es que el maestro no examinaba nunca. Era don Francisco Giner un
hombre incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad; pero su
espíritu fino, delicado, no podía adoptar la forma tosca y violenta de
la franqueza catalana, derivaba necesariamente hacia la ironía, una
ironía desconcertante y cáustica, con la cual no pretendía nunca herir
o denigrar a su prójimo, sino mejorarle. Como todos los grandes
andaluces, era don Francisco la viva antítesis del andaluz de
pandereta, del andaluz mueble, jactancioso, hiperbolizante y amigo de
lo que brilla y de lo que truena. Carecía de vanidades, pero no de
orgullo; convencido de ser, desdeñaba el aparentar. Era sencillo,
austero hasta la santidad, amigo de las proporciones justas y de las
medidas cabales. Era un místico, pero no contemplativo ni extático,
sino laborioso y activo. Tenía el alma fundadora de Teresa de Ávila y
de Iñigo de Loyola; pero él se adueñaba de los espíritus por la
libertad y por el amor. Toda la España viva, joven y fecunda acabó por
agruparse en torno al imán invisible de aquel alma tan fuerte y tan
pura.
… Y hace unos días se nos marchó, no sabemos adónde. Yo pienso que se
fue hacia la luz. Jamás creeré en su muerte. Sólo pasan para siempre
los muertos y las sombras, los que no vivían la propia vida. Yo creo
que sólo mueren definitivamente – perdonadme esta fe un tanto
herética-, sin salvación posible, los malvados y los farsantes, esos
hombres de presa que llamamos caciques, esos repugnantes cucañistas
que se dicen políticos, los histriones de todos los escenarios, los
fariseos de todos los cultos, y que muchos, cuyas estatuas de bronce
enmohece el tiempo, han muerto aquí y, probablemente allá, aunque sus
nombres se conserven escritos en pedestales marmóreos.
Bien harán, amigos y discípulos del maestro inmortal, en llevar su
cuerpo a los montes del Guadarrama. Su cuerpo casto y noble merece
bien el salmo del viento en los pinares, el olor de las hierbas
montaraces, la gracia alada de las mariposas de oro que juegan con el
sol entre los tomillos. Allí, bajo las estrellas, en el corazón de la
tierra española reposarán un día los huesos del maestro. “Su alma
vendrá a nosotros en el sol matinal que alumbra a los talleres, las
moradas del pensamiento y del trabajo.”
Elogios (2)
(A Francisco Giner de los Ríos)
Como se fue el maestro,
la luz de esta mañana
me dijo: Van tres días
que mi hermano Francisco no trabaja.
¿Murió?… Sólo sabemos
que se nos fue por una senda clara,
diciéndonos: Hacedme
un duelo de labores y esperanzas.
Sed buenos y no más, sed lo que he sido
entre vosotros: alma.
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan;
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!
Y hacia otra luz más pura
partió el hermano de la luz del alba,
del sol de los talleres, el viejo alegre de la vida santa.
…¡Oh, sí!, llevad, amigos,
su cuerpo a la montaña,
a los azules montes del ancho Guadarrama.
Allí hay barrancos hondos
de pinos verdes donde el viento canta.
Su corazón repose
bajo una encina casta,
en tierra de tomillos, donde juegan
mariposas doradas…
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.
Baeza, 21 de febrero de 1915.
Notas:
1.- De «Idea Nueva». Baeza, 23 de febrero de 1915; Boletín de la
Institución Libre de la Enseñanza, número 664, Madrid, 1915.
2.- Antonio Machado, Campos de Castilla (1907-1917)
* Hijo del Exilio republicano, socialista e “institucionista” español.
Doctor en Derecho y ex-Profesor Titular de Historia del Derecho
Español de la Facultad de Derecho de la Universidad de Málaga, y
Secretario Judicial.
/// PROGRAMA EDUCATIVO DE LA «INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA» (ILE):
NECESIDAD Y URGENCIA DE SU «RECUPERACIÓN» DEFINITIVA Y CONTINUIDAD
HISTÓRICA PARA EL DESARROLLO, EL PROGRESO, LA MODERNIDAD Y EL
BIENESTAR DE LA ACTUAL Y FUTURA ESPAÑA. ///
EN «CONMEMORACIÓN» DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE DON FRANCISCO GINER
DE LOS RÍOS (RONDA, 10 OCTUBRE 1839 – MADRID, 17 FEBRERO 1915) ALMA Y
FUNDADOR PRINCIPAL DE LA «INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA» (ILE).
MÁLAGA, A 21 DE MAYO DE 2015.
ARTURO FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ
(HIJO DEL EXILIO REPUBLICANO, SOCIALISTA E «INSTITUCIONISTA» ESPAÑOL).
————————————————————————————————————————
Imágenes integradas 1
D. Francisco Giner de los Ríos.
PROGRAMA DE LA «INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA» (ILE), última edición
publicada en el Boletín (BILE) Nº 888, de 30 de abril de 1934, págs.
87 a 94. (Reproducción completa del texto por Arturo Fernández
Domínguez. Málaga, 11 de septiembre de 2014).
ESTATUTOS (aprobados definitivamente por la Junta general de
accionistas el día 30 de mayo de 1877, y autorizados por Real orden de
16 de agosto de 1876) publicados en el Boletín (BILE) Nº 726, de 30 de
septiembre de 1920, págs. 286 a 288. (Reproducción literal del
artículo).
“Art. 15. La Institución Libre de Enseñanza es completamente ajena a
todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o
partido político; proclamando tan sólo el principio de la libertad e
inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su
indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la
de la propia conciencia del profesor, único responsable de sus
doctrinas.”
PROGRAMA
DE LA
INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA
———-
Origen y carácter.
La Institución Libre de Enseñanza fue fundada en 1876 por varios
catedráticos y auxiliares (1) de la Universidad e Instituto, separados
de sus clases a consecuencia de su protesta contra los decretos de
Instrucción pública de 1875, atentatorios de la libertad de la
cátedra.
En el proyecto de creación dicen sus fundadores que obedece aquél a la
necesidad de sustraer a la esfera de acción del Estado fines de la
vida y órdenes de la actividad que piden una organización
independiente; que la historia contemporánea muestra la dificultad de
armonizar la libertad que reclaman la investigación científica y la
función del profesor con la tutela que ejerce el Estado, el cual
tiende, a veces, a desconocer en su origen el valor absoluto de la
ciencia y la fuente pura de donde se derivan los bienes que está
llamada a producir para el individuo y para la sociedad; y que dar el
primer paso en el camino de la independencia en ese orden es el fin
que al establecer la Institución se proponen.
Creóse, y se mantiene, sin subvención alguna oficial, con el solo
concurso de la iniciativa particular, mediante acciones y donativos
voluntarios, a más de los ingresos de su matrícula y demás servicios.
Nació y permanece completamente ajena a todo espíritu e interés de
comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; apartada de
apasionamientos y discordias, de cuanto no sea, en suma, la
elaboración y la práctica de sus ideales pedagógicos.
En armonía con su origen, comenzó por ser un centro de estudios
universitarios y de segunda enseñanza; más la experiencia puso de
manifiesto bien pronto que una reforma educativa profunda no puede
cimentarse sino en la escuela primaria. Inauguróse, pues, en 1878, una
escuela inspirada en las ideas y métodos que en aquella época
pugnaban en otros países por informar la educación hacia nuevos
derroteros, y este ensayo fue el comienzo de una serie de innovaciones
con objeto de extender a la segunda enseñanza el mismo espíritu e
iguales procedimientos, y de infundir en la superior, andando el
tiempo, principios homogéneos con los de ambas.
Así ha nacido el interés con que la Institución, al par que en su obra
interna, viene ocupándose en la reforma de la educación nacional, de
donde procede el influjo que, en medio de las naturales protestas y
explicables prevenciones, han podido ejercer sus principios
-generalizados y aun vulgares hoy ya muchos de ellos- sobre la opinión
pedagógica del país y, consiguientemente, a veces, sobre el régimen de
nuestra educación pública y privada.
Una de las manifestaciones de la continuidad que la Institución aspira
a dar a su influjo educador es la «Corporación de Antiguos Alumnos»
(C. A). y uno de los medios de salvar los límites en que, por fuerza,
ha de encerrarse la obra que realiza, es su BOLETÍN, órgano oficial de
la Institución, y a cuyo frente figura el artículo 15 de los
Estatutos, que fija claramente el carácter de esta Sociedad educadora:
«La Institución Libre de Enseñanza es completamente ajena a todo
espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido
político; proclamando tan sólo el principio de la libertad e
inviolabilidad de la ciencia y de la consiguiente independencia de su
indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la
de la propia conciencia del profesor, único responsable de sus
doctrinas.”
(1)Los Sres. D. Laureano Figuerola, D. Segismundo Moret, D. Eugenio
Montero Ríos, D. Nicolás Salmerón, D. Gumersindo de Azcárate, D.
Francisco y D. Hermenegildo Giner de los Ríos, D. Augusto González de
Linares, D. Eduardo Soler, D. Laureano y D. Salvador Calderón, D. Juan
A. García Labiano, D. Jacinto Messía y D. Joaquín Costa.
Junta directiva.
Presidente: D. José María Pedregal y Sánchez Calvo.
Consiliarios: D. Adolfo G. Posada (Vicepresidente), D. Aniceto Sela,
D. Antonio Vinent y Portuondo, Marqués de Palomares del Duero, D. Juan
Uña, D. Bernardo Giner, D. Ricardo Rubio.
Tesorero: D. Manuel Rodríguez Arzuaga.
Secretario: D. Leopoldo Palacios.
Junta facultativa.
Rector: D. Manuel B. Cossío.
Vice-Rector: D. Adolfo G. Posada.
Director de excursiones: D. Angel do Rego.
Director del BOLETÍN: D. Ricardo Rubio.
Secretario: D. Pedro Blanco Suárez.
Vocales: Todos los demás profesores.
La Institución se estableció en 1876, en el piso principal del número
9 de la calle de Esparteros. En 1880 se trasladó al número 42 de la
calle de las Infantas, y reside desde 1884 en el actual inmueble de su
propiedad.
Principios y orientaciones.
He aquí los más importantes, aunque de escasa novedad, sin duda, para
las personas familiarizadas con el movimiento de la educación
contemporánea.
La Institución se propone, ante todo, educar a sus alumnos. Para
lograrlo, comienza por asentar, como base primordial, ineludible, el
principio de la «reverencia máxima que al niño se debe». Por eso
precisamente no es la Institución, ni puede ser de ningún modo, una
escuela de propaganda. Ajena, como se ha dicho, a todo particularismo
religioso, filosófico y político, abstiénese en absoluto de perturbar
la niñez y la adolescencia, anticipando en ellas la hora de las
divisiones humanas. Tiempo queda para que venga este «reino», y hasta
para que sea «desolado». Quiere, por el contrario, sembrar en la
juventud, con la más absoluta libertad, la más austera reserva en la
elaboración de sus normas de vida y el respeto más religioso para
cuantas sinceras convicciones consagra la Historia.
Pretende despertar el interés de sus alumnos hacia una amplia cultura
general, múltiplemente orientada; procura que se asimilen aquel todo
de conocimientos (humanidades) que cada época especialmente exige,
para cimentar luego en ella, según les sea posible, una educación
profesional de acuerdo con sus aptitudes y vocación, escogida más a
conciencia de lo que es uso; tiende a prepararlos para ser en su día
científicos, literatos, abogados, médicos, ingenieros,
industriales…; pero sobre eso, y antes que todo eso, hombres,
personas capaces de concebir un ideal, de gobernar con sustantividad
su propia vida y de producirla mediante el armonioso consorcio de
todas sus facultades.
Para conseguirlo, quisiera la Institución que, en el cultivo del
cuerpo y del alma, «nada les fuese ajeno». Si le importa forjar el
pensamiento como órgano de la investigación racional y de la ciencia,
no le interesan menos la salud y la higiene el decoro personal y el
vigor físico, la corrección y nobleza de hábitos y maneras; la
amplitud, elevación y delicadeza del sentir; la depuración de los
gustos estéticos; la humana tolerancia, la ingenua alegría, el valor
sereno, la conciencia del deber, la honrada lealtad, la formación, en
suma, de caracteres armónicos, dispuestos a vivir como piensan;
prontos a apoderarse del ideal en dondequiera; manantiales de poesía
en donde toma origen el más noble y más castizo dechado de la raza,
del arte y de la literatura españoles.
Trabajo intelectual sobrio e intenso, juego corporal al aire libre;
larga y frecuente intimidad con la Naturaleza y con el arte; absoluta
protesta, en cuanto a disciplina moral y vigilancia, contra el sistema
corruptor de exámenes, de emulación, de premios y castigos, de
espionaje y de toda clase de garantías exteriores; vida de relaciones
familiares, de mutuo abandono y confianza entre maestros y alumnos;
íntima y constante acción personal de los espíritus, son las
aspiraciones ideales y prácticas a que la Institución encomienda su
obra.
La Institución estima que la coeducación es un principio esencial del
régimen escolar, y que no hay fundamento para prohibir en la escuela
la comunidad en que uno y otro sexo viven en la familia y en la
sociedad. Sin desconocer los obstáculos que el hábito opone a este
sistema, cree, y la experiencia lo viene confirmando, que no hay otro
medio de vencerlos, sino acometer con prudencia la empresa,
dondequiera que existan condiciones racionales de éxito. Juzga la
coeducación uno de los resortes fundamentales para la formación del
carácter moral, así como de la pureza de costumbres, y el más poderoso
para acabar con la actual inferioridad positiva de la mujer, que no
empezará a desaparecer hasta que aquélla se eduque, en cuanto se
refiere a lo común humano, no sólo como, sino con el hombre.
Mixtas han sido las escuelas en muchos pueblos de la antigüedad
clásica; mixtas son hoy las rurales y las Universidades casi en todas
partes, y en España, por fortuna, hasta los Institutos; coeducación
existe en todos los grados de la enseñanza oficial en los Países
Bajos; en casi todas las escuelas secundarias de los Estados Unidos;
en muchas primarias y secundarias de Alemania, Suiza y países
escandinavos, y coeducativos son los más recientes y famosos ensayos
de escuelas privadas en Alemania e Inglaterra.
Los principios cuya más alta expresión en la época moderna corresponde
a Pestalozzi y a Fröebel, y sobre los cuales se va organizando en
todas partes la educación de la primera infancia, cree la Institución
que deben y pueden extenderse a todos los grados, porque en todos
caben intuición, trabajo personal y creador, procedimiento socrático,
método heurístico, animadores y gratos estímulos, individualidad de la
acción educadora en el orden intelectual como en todos, continua,
real, viva, dentro y fuera de la clase.
Por lo que se refiere al programa, no existe la separación usual entre
la escuela de párvulos, la primaria y la secundaria, sino que estos
tres periodos constituyen uno solo y continuo: el de la educación
general. Los alumnos, conforme al grado de su desarrollo, se dividen
en secciones, dispuestas para que todos puedan tomar parte activa en
el trabajo, y lejos de estudiar «asignaturas» aisladas, las diversas
enseñanzas marchan todas paralelamente, de tal suerte, que el niño
-cuando el régimen no se perturba por nuestra carencia de medios- debe
aprender, en el fondo y durante todo el tiempo de su educación, las
mismas cosas en las primeras secciones que en las últimas, aunque en
la medida y según el carácter que a cada grado de desarrollo le
corresponde. Exceptuando las lenguas clásicas, cuyo estudio piensa la
Institución convendría retrasar, por creer que no deben imponerse a
todos los alumnos por igual, sino sólo a aquellos que muestren
inclinación por determinadas orientaciones, entran en el programa,
desde el primer grado, todas las enseñanzas que constituyen la base de
la cultura general de nuestro tiempo: así, la lengua materna y las
vivas, las ciencias matemáticas, físico-químicas y naturales, las
sociales, las filosóficas, la historia de la civilización, la
geografía, la literatura, la teoría y la historia del arte, el dibujo
y el modelado, la música y el canto, el trabajo manual en diversas
aplicaciones…; aunque siempre -conviene repetirlo- en la medida en
que la frecuente, casi continua, insuficiencia de medios lo hace
posible.
La Institución aspira a que sus alumnos puedan servirse pronto y
ampliamente de los libros como fuente capital de cultura; pero no
emplea los llamados «de texto», ni las «lecciones de memoria» al uso,
por creer que todo ello contribuye a petrificar el espíritu y a
mecanizar el trabajo de clase, donde la función del maestro ha de
consistir en despertar y mantener vivo el interés del niño, excitando
su pensamiento, sugiriendo cuestiones y nuevos puntos de vista,
enseñando a razonar con rigor y a resumir con claridad y precisión los
resultados. El alumno los redacta y consigna en notas breves, tan
luego como su edad se lo consiente, formando así, con su labor
personal, única fructuosa, el solo texto posible, si ha de ser
verdadero, esto es, original, y suyo propio; microscópico las más
veces, pero sincera expresión siempre del saber alcanzado. La clase no
sirve, pues, como suele entenderse, para «dar y tomar lecciones», o
sea, para comprobar lo aprendido fuera de ella, sino para enseñar y
aprender a trabajar, fomentando, que no pretendiendo vanamente
suprimir, el ineludible esfuerzo personal, si ha de haber obra viva, y
cultivándolo reflexivamente, a fin de mejorar el resultado. Y no a
otra cosa responden las tareas que los alumnos hayan de hacer también
fuera de la clase, ya que nunca se encomiendan como mero aprendizaje
de las usuales y estériles lecciones memoristas, sino como ejercicios
que obliguen a buscar, a reflexionar, a resolver, a componer, siempre
personalmente. Cuando se trata, claro está, del cultivo especial de la
memoria, se procura enriquecer con trozos y motivos selectos el caudal
literario del niño y su tesoro de inspiración y de goce poético. El
trabajo fuera de clase, que apenas si se inicia en las primeras
secciones, aumenta con moderación hasta la última, en que adquiere
todo su desarrollo; pero cuidando siempre de evitar, no aquella
saludable fatiga, necesaria para el recreo de las fuerzas y la plena
estimación del trabajo, sino el exceso malsano, que destruye la salud,
engendra el desamor hacia la escuela y agota inútilmente las energías
de la inteligencia.
Las excursiones escolares, elemento esencial del proceso intuitivo,
forman una de las características de la Institución desde su origen.
Cursos completos hay, verbigracia, los de historia del arte, que se
dan, a veces, casi exclusivamente ante los monumentos y en los museos,
cuyas colecciones se utilizan también para los demás estudios, sobre
todo el de la historia. Y otro tanto ocurre con la industria, las
ciencias naturales, las sociales, etcétera. Las vacaciones se
utilizan, en la medida de lo posible, para que los alumnos salgan de
excursión durante varios días. No sólo las ciudades, centros y sitios
de interés próximos a Madrid, sino casi todas las regiones de España,
han sido objeto, muchas de ellas repetidas veces, de excursiones más o
menos largas. Algunas han llegado a Portugal y a Francia. Hay
excursiones en que predomina el estudio: arte, geología, industria,
etc.; en otras, el ejercicio físico y el goce de la vida rural, la
marcha por el campo y la montaña; a veces, la permanencia tranquila de
aquélla o a la orilla del mar, y con frecuencia, la combinación de
estas finalidades. La sierra vecina, sobre todo, es visitada por los
alumnos desde las primeras secciones, ya que la Institución tiene allí
desde 1912 una casa refugio, construida gracias a los auxilios de D.
Luis del Valle y del ex alumno don Manuel Rodríguez Arzuaga.
Pero en estas excursiones, la cultura, el aumento de saber, el
progreso intelectual entran sólo como un factor, entre otros.
Porque ellas ofrecen con abundancia los medios más propicios, los más
seguros resortes para que el alumno pueda educarse en todas las
esferas de su vida. Lo que en ellas aprende en conocimiento concreto
es poca cosa si se compara con la amplitud de horizonte espiritual que
nace de la varia contemplación de hombres y pueblos; con la elevación
y delicadeza del sentir que en el rico espectáculo de la naturaleza y
del arte se engendran; con el amor patrio a la tierra y a la raza, el
cual sólo echa raíces en el alma a fuerza de abrazarse el hombre a
aquéllas; con la serenidad de espíritu, la libertad de maneras, la
riqueza de recursos, el dominio de sí mismo, el vigor físico y moral,
que brotan del esfuerzo realizado, del obstáculo vencido, de la
contrariedad sufrida, del lance y de la aventura inesperados; con el
mundo, en suma, de formación social que se atesora mediante el variar
de impresiones, el choque de caracteres, la estrecha solidaridad de un
libre y amigable convivir de maestros y alumnos. Hasta la ausencia es
siempre origen de justa estimación y de ternura y amor familiares. Por
algo ha sido Ulises en la poesía dechado de múltiples humanas
relaciones y de la vida armoniosa, y la Odisea, una de las fuentes más
puras para la educación del hombre en todas las edades.
La Institución, por último, considera indispensable a la eficacia de
su obra la activa cooperación de las familias. Excepto en casos
anormales, en el hogar debe vivir el niño, y a su seno volver todos
los días al terminar la escuela. Esta representa para él lo que la
esfera profesional y las complejas relaciones sociales para el hombre;
y al igual de éste, no hay motivo para que el niño perturbe, y mucho
menos suprima, sino excepcionalmente, la insustituible vida familiar,
sagrado e inviolable asilo de las intimidades personales. Nada tan
nocivo para la educación del niño como el manifiesto o latente
desacuerdo entre su familia y la escuela. Nada, por el contrario, tan
favorable como el natural y recíproco influjo de una en otra.
Aporta la familia, con el medio más íntimo en que el niño se forma y
con sus factores ancestrales, un elemento necesario para el cultivo de
la individualidad. Y por la familia, principalmente, recibe la escuela
la exigencia más espontánea y concreta de las nuevas aspiraciones
sociales, obligándola así a mantener abierta, flexible, viva, en vez
de languidecer petrificada en estrechas orientaciones doctrinarias. La
escuela, en cambio, ofrece, sobre aquellos materiales, la acción
reflexiva, el experimento que pone a prueba, que intenta sacar a luz
lo ignorado, y que aspira a despertar la conciencia para la creación
de la persona. Y a la familia ha de volver, para que también ella
misma se eduque, la depuración de aquellas aspiraciones, los
resultados prácticos de la elaboración sistemática de los principios
educativos, que como su especial obra le incumbe.
Establecer esta íntima relación entre escuela y familia, no sólo
mediante el niño, sino directamente, es tal vez hoy el problema
pedagógico-social de superior interés y novedad en los pueblos más
cultos.
Régimen escolar.
La Institución quisiera continuar acentuando en su escuela aquella
orientación educativa a que constantemente aspiró, y que consiste, no
en aprender las cosas, sino en aprender a hacerlas. Este carácter es
aplicable a todas las enseñanzas. Pero mientras en las llamadas
teóricas (Lenguaje, Matemáticas, Historia, Filosofía. etc.), exige
para su realización pocos medios exteriores, pues el hacer depende en
ellas casi exclusivamente del ejercicio del pensar reflexivo, en las
que se llaman prácticas (Dibujo, Física, Química, Ciencias Naturales,
etc.), no porque lo sean más que las otras, sino porque su hacer
depende en gran parte de la actividad manual, se necesitan, para
aprender a hacer, muchas condiciones exteriores.
La carencia de ellas, la pobreza de recursos -conviene declararlo
insistentemente-, ha venido con frecuencia a limitar la obra de la
Institución en esta última esfera.
Siempre que es factible, realizánse por la tarde todas las enseñanzas
de carácter manual, a fin de conseguir la indispensable continuidad y
persistencia de los ejercicios, concentrando en la mañana las
teóricas.
Las clases, por la mañana, comienzan a las 9 y 15, terminan a las 12 y
media. Por la tarde, la hora de entrada es a las 2 y 45, y la salida
se verifica de 4 y media a 5 y media, según las secciones, y
atendiendo a la elasticidad con que hay que contar siempre en los
trabajos de taller y de laboratorio.
La Institución encarece la puntualidad y la continuidad en la
asistencia de los alumnos, en beneficio del aprovechamiento de los
mismos, de la creación de hábitos de regularidad y del espíritu del
deber.
Las excursiones a los museos, fábricas, etcétera, suelen verificarse
el sábado por la mañana. El juego organizado se realiza el miércoles
por la tarde. Algunos de sus más constantes favorecedores han puesto
al servicio de la Institución, en usufructo, y en un terreno de cuatro
hectáreas, a 10 minutos del Hipódromo, por el tranvía de Chamartín,
sitio sano y de espléndido paisaje, un campo de foot-ball, otro de
tennis y un pequeño pabellón para todos los servicios necesarios. Los
alumnos, por tanto, así como los antiguos alumnos, pueden disponer con
entera independencia de un elemento tan importante para su educación y
su recreo.
La duración de las clases suele ser 45 minutos, excepto las de las
primeras secciones, que son más cortas. Entre aquéllas, hay siempre un
intervalo de 15 minutos, en que los alumnos salen a descansar o a
jugar libremente en el jardín. En el intermedio de las clases de la
mañana a las de la tarde, pueden almorzar en la Institución, bajo las
condiciones que establece la Secretaría. Concluido el almuerzo, juegan
en el jardín hasta que vuelven a comenzar las clases. Los domingos se
verifican partidas de juegos en el campo, donde pasan la mañana, y, a
veces, el día, acompañados de varios profesores.
Para los alumnos de las secciones superiores, suele haber también
algún curso de lección semanal, y después de las horas habituales de
clase, así como sencillas audiciones musicales, con las explicaciones
técnicas e históricas necesarias.
El curso se divide en tres trimestres, separados por las vacaciones de
Navidad (del 22 de diciembre al 6 de enero, ambos inclusive), las de
primavera (del miércoles santo al de Pascua, ambos inclusive), y las
del verano (julio, agosto y septiembre). Durante las vacaciones, cesan
las clases regulares, pero se aprovecha este tiempo, siempre que es
posible, para excursiones dentro y fuera de Madrid.
En el verano, la Institución organiza, en la medida de sus recursos,
alguna de las excursiones escolares largas, ya mencionadas, así como
la estancia a la orilla del mar o en el campo.
La imposibilidad de alterar o detener la marcha de secciones ya
formadas, que deben desenvolver un mismo programa durante varios
cursos, obliga a la Institución a desear que el ingreso de sus alumnos
se verifique únicamente por las primeras. El ideal consistiría en que
todos sus alumnos nuevos fuesen párvulos. La matrícula continúa, sin
embargo, abierta en todas las secciones, admitiendo a aquellos niños
que, a juicio de los profesores, y después de un periodo de prueba se
hallan en situación de aprovechar las labores de clase.
Los derechos mensuales de matrícula son, para las secciones de
párvulos e inferiores, 25 pesetas; para las secciones superiores, 30
pesetas, y 10 más por las clases de lenguas vivas (inglés o alemán).
La Institución, opuesta al régimen de internado, en el sentido que
tiene entre nosotros y aun en otros países, procura ofrecer, en
cambio, a los padres de fuera de Madrid, cuando recibe instancias al
efecto, facilidades para que le envíen sus hijos, organizando, si le
es posible, como en ocasiones lo ha hecho, la vida en familia de un
corto número de alumnos en casa de algunos de sus profesores. Las
personas que deseen utilizar este servicio pueden dirigirse a la
Secretaría de la Institución.
Aspira la Institución a no abandonar por completo a sus discípulos
después de recorrido el ciclo de su educación general, y a intentar
para ello modo, ya que no de darles toda una educación especial
conforme a sus ideas -que para esto carece hoy de medios-, de seguir,
al menos, ayudándolos, hasta donde le sea posible, con sus lecciones y
consejos en la preparación para las profesiones a que se destinan y
aplicando en este orden los mismos principios que en el de la
educación general.
Con pocos alumnos, y de una manera muy incompleta, ha podido ejercer
todavía esta dirección. Aprovechan aquéllos, por ejemplo, ciertas
clases de los establecimientos oficiales, pero cursan libremente sus
estudios. La Institución les aconseja sobre el plan y modo como deben
hacerlos, procurando suplir los vacíos que pueda ofrecer en su
organización la enseñanza del Estado, ya mediante la asistencia a
otras cátedras de distintos centros, ya proporcionándoles clases y
trabajos especiales, organizados por la misma Institución, gracias al
concurso generoso de las personas y Corporaciones privadas a quienes
acude, y que le prestan sus servicios o sus medios de enseñanza, ya
guiándolas, por último, en sus lecturas y estudios individuales. Se
les obliga a ejercitarse en trabajos relativos a su especialidad, cada
vez con mayores exigencias, conforme van adelantando en sus estudios.
Y se procura, por último, que no pierdan de vista en absoluto la
unidad y universalidad del saber, y sigan todos los años algún curso,
ya oficial, ya privado, enteramente ajeno a aquella especialidad;
alguna serie de excursiones, conferencias, manipulaciones, etcétera,
v. gr., en los estudios referentes a ciencias físicas y naturales, que
tanto interés despiertan hoy en la cultura general humana.
Harto siente la Institución la deficiencia de sus medios de todas
clases para dar cima a su obra. En ésta, únicamente le satisfacen los
principios a que procura acomodarse en lo posible y la conciencia de
no omitir esfuerzo alguno para mejorarla.