Hugo Martínez Abarca *
¿Y si hicieran lo mismo pero sin robarnos? Quizás esa sea la propuesta estrella de las fuerzas de la restauración, del recambio, en palabras de Pablo Iglesias, de la alternancia, en las de Julio Anguita. Ya sea mediante nuevas fuerzas (Ciudadanos), ya mediante nuevos líderes aparentemente novatos en la vida partidista (y que reiteren su “tolerancia cero” con la corrupción) o con los mismos partidos y liderazgos pero con promesas de transparencia, códigos éticos y regeneraciones varias. Hasta Esperanza Aguirre pretende encarnar esa regeneración.
Ante la descomposición nos proponen que el cambio consiste en no robarnos más. A primera vista no resulta poca cosa y más a la luz de la imagen de la corrupción que se ha generado. La corrupción resulta ser un pecado, un error moral. El corruptor viene a ser la serpiente del Edén que pide a El Político que muerda de la manzana cuya ingesta está prohibida; el corrupto nos condena (a él y a su pueblo, sus descendientes políticos) a un mundo peor, de sufrimiento, pero sin que se aprecie una relación causal entre el morder la manzana y nuestra vida de sufrimientos, nuestra crisis. Es difícil saber cuántos millones de euros hemos encontrado en las cuentas del Partido Popular a nombre de Bárcenas, pero hace un par de años íbamos por los 48 millones de euros. En realidad no es mucho: entiéndaseme, es robar mucho dinero, pero la crisis de siete años no se explica por ese robo. Menos aún parecen los 15 millones de euros de las tarjetas black de los consejeros de Cajamadrid-Bankia. ¿Qué es eso en comparación con los 23.000 millones de euros que hemos puesto entre todos para rescatar y más adelante regalar Bankia? Calderilla. Obscena y, para las economías terrenales, inalcanzable. Pero calderilla.
No ha habido una pícara serpiente tentadora, ni pecadores solitarios, ni una manzana prohibida sólo porque un dios no quisiera que accedamos al conocimiento. Lo que ha habido es un engranaje ruinoso para la infinita mayoría pero muy rentable para la élite económica. Los gobiernos, las élites políticas (“la casta”) se somete a ellos por muchísimas razones, pero una que siempre ayuda es que una parte del botín les permite vivir en otro mundo, financiar mejor el partido, lo que ayuda además a mantener los cargos desde los que se contrata a las empresas que vuelven a dejar un pellizco que se agradece, vaya si se agradece. Del mismo modo que esas puertas giratorias que colocan a lo más mugriento de nuestra política en consejos de empresas energéticas o de Telefónica ayudan a entender que desde esos puestos es mucho más agradecido responder a los intereses de todas esas multinacionales que a los intereses antagónicos de la mayoría de la población.
Esos sobres, la corrupción, las puertas giratorias no son el gran problema. Son el incentivo, la propina. Funcionan como un lubricante que engrasa un sistema ruinoso. Porque lo que rodea a ese aceite sí es una parte importantísima de lo que nos ha traído hasta aquí: las millonarias infraestructuras innecesarias en detrimento de otras más convenientes y sostenibles o de políticas sociales más baratas pero con recompensas menos tangibles; la sumisión a las empresas energéticas en vez de la imposición de políticas sostenibles ecológica y económicamente… y, desde el principio, la privatización de un potente y rentable (desde todos los puntos de vista) sector público: si hoy mantuviéramos las empresas energéticas y de telecomunicaciones públicas y hubiéramos logrado un control democrático sobre ellas lo notaríamos en cada factura y en la responsabilidad social y ecológica de estas empresas pero un puñadito de gente poderosa lo notaría en que dejaría de ganar muchísimo dinero a nuestra costa. Unos como propietarios de esas empresas, que ganan lo que deberíamos estar ganando todos; otros como colaboradores necesarios de la puesta del país al servicio de una ínfima minoría, de los poderes económicos.
No sólo es insuficiente un programa político consistente sólo en dejar de robarnos. Es que además no es creíble. La política económica que nos ha arruinado es la que pone lo público contra la mayoría y al servicio de una élite empresarial minoritaria que no necesita presentarse a las elecciones. Esa política económica es en sí misma corrupta sin necesidad de que además deje sobres por el camino: si se sustrae lo público al pueblo se roba y robar sin quedarse una parte del botín puede tener algún aspecto romántico (que se me escapa) pero es más bien una idiotez. Puestos a participar en una política económica basada en que los intereses de unos pocos primen sobre los de todos, qué menos que quedarse una parte.
Sospechemos de quienes ven la corrupción como una cuestión exclusivamente moral, de quienes nos ofrezcan un mero compromiso renovador (un simple “recambio”), de quienes ven compatible la manida regeneración democrática con renunciar a subordinar las riquezas públicas y privadas al interés general. No hay democracia si por encima del pueblo mandan otros poderes que no se molestan en presentarse a las elecciones. La corrupción simplemente engrasa el mecanismo antidemocrático: con sobres no hay democracia, pero la mera eliminación (o transformación en otras formas de cooptación) de los sobres no garantiza que se gobierne para el interés general, que haya democracia.
¿Y si hicieran lo mismo sin robarnos? Nos preguntábamos al principio. Y quizás sería más relevante preguntarnos ¿para qué habrían de hacer lo mismo sin robarnos?
Hugo, de acuerdo contigo en casi todo lo que subrayas y de modo especial, con eso que insinúas de que el bandido del Bárcenas es de los menos bandidos del Partido Popular.
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Pero a mi parecer, olvidas dos cosas importantísimas:.
a) el negociazo que hizo la Espe estrompapolicías con el Tamayazo. ¿Cuántos millones en el lance?
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b) Y la nefasta institución de las Comunidades Autónomas. ¿qué utilidades puede suponer para el pueblo llano y trabajador semejantes superestructuras?
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Ante tal despropósito quizá venga a las mil maravilla la idea de Ortega, según la cual, a un auténtico Estados jamás le destrozarán sus anormalidades y perversiones, sino sus normalidades y regularidades.
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¡Ah! Y no te dejes engañar con lo de serpiente del Edén, hasta los más tontos de mi pueblo sabemos que no existen serpiente vegetarianas … Y si por un casual algún hechicero intenta convencerte de que se trataba del demoño, pues tampoco: que los demonios ni comen, ni beben, ni fuman, ni mean, ni copulan, ni na de na..
qUE la casta peperosociataconvergente deje de robarnos par a siempre es como si yo sueño con que alguna topmodel o actriz de hollywood me dé su telefono para salir a cenar o lo que sea,es ciencia ficción,la casta-buena definición de PODEMOS del entramado politicoempresarial que nos sojuzga-ES Corrupta intrinsecamente y no va a dejar de serlo de un dia para otro,para mi las gurtel,Brugal,Palmarenas o saqueos de la comunidad valenciana o el saqueo mediante eres fraudulentos y cursos idem del erario público andaluz por parte del «izquierdista» -¿-PSOE, son las dos caras de la misma moneda,lo mismo le diria de la corrupción convergente en Cataluña-los PUJOLESCU en cabeza,pero tambien MILLET y MONTULL,el alcalde de LLoret,los alcaldes de sta coloma de gramenet y Sabadell-ESTOS ULTIMOS SOCIATAS- etc etc etc-dudo mucho que la bufonesa de los Madriles» venga a regenerar nada,puesto que en su mandato se ocupo de degenerarlo todo y a marchas forzadas,que Susana Diaz sea ahora el azote de la corrupción en el cortijo sociata del sur es para echarse a reir y don Artur Mas y su corrupta CIU no nos pueden prometer a los habitantes de CATALUÑA una independencia libre de corrupción y con una CATALUÑA atestada de billetes de 20,50,100 y 5oo euros por sus calles,son casta politica ,vieja politica clientelar,basada en el quid pro quo,sobre todo a los poderosos,politica encarnada en esa vergonzosa puerta giratoria a la que se acogen todos los politicos morralleros que nos ha tocado sufrir,sean del color que sean