Manolo Monereo *
Para Esther Gómez:
nunca caminarás sola.
Sobre el debate del estado de la Nación, habría que poner el acento en algunas grandes cuestiones: a) Rajoy no representa a la Nación y sus intereses; b) esta sociedad, este modelo de sociedad, es el modelo querido e impuesto por el PP; c) la ruptura del pacto social de la transición es el pacto fundante de un nuevo Régimen; d) Grecia como ejemplo.
Vayamos por partes.
Comencemos por Grecia. Basta leer los periódicos y escuchar a los tertulianos para comprender que los que mandan quieren que fracase la Grecia de Syriza. La consigna sería que Merkel le ajuste las cuentas a Tsipras. Las descalificaciones y las acusaciones de incompetencia van dirigidas a demostrar que solo cabe una política: la impuesta por los poderes económicos-financieros, legitimadas por las instituciones de la Unión. Si Grecia consiguiera sus razonables objetivos sería un mal ejemplo para los pueblos y dejaría en pésimo lugar a los gobiernos que han aceptado el austericidio ordenado por la Troika. Como podemos fácilmente entender, lo que está en juego es algo más que las negociaciones con Grecia: es este concreto y preciso modelo de integración europeo que es la Unión Europea y, específicamente, la relación entre un centro cada vez más poderoso y determinante, hegemonizado por Alemania, y un sur siempre más dependiente y subalterno. No hay que engañarse, si fracasa Syriza, el mensaje es claro: dentro de la Unión Europea no hay salvación y, consiguientemente, habría que plantearse el retorno a los Estados Nación como requisito previo para una estrategia nacional-popular.
En segundo lugar, Rajoy: ¿a qué Nación representa? El PP habla y habla de soberanía nacional, de soberanía popular para oponerse a las nacionalidades históricas y rechazar el derecho a la autodeterminación. Como la derecha catalana, la contradicción es solo aparente, el PP es partidario decidido de esta Europa y comparte plenamente las políticas que empobrecen a la ciudadanía y la expropia de derechos sociales, sindicales, laborales y políticos. Su patria, la de unos y la de otros, lo sabemos todos, está en el bolsillo y en las cuentas opacas de Suiza.
Rajoy es un “mandado”, un administrador (gerente) de los interés del capital financiero-inmobiliario, de la oligarquía, de la plutocracia. De nuevo podemos emplear Vichy como metáfora; nos referimos, claro está, al Régimen colaboracionista del mariscal Pétain: la Europa Alemana es el medio para conseguir lo que la derecha, las diversas y asociadas derechas, no podría haber obtenido en solitario sin pagar un altísimo coste. Antes, la amenaza eran las divisiones panzer; ahora, es el capitalismo financiero es sus diversas formas y modalidades. El objetivo es muy similar: doblegar a los pueblos, imponer una democracia limitada y oligárquica y poner fin a los derechos históricamente conquistados por el movimiento obrero organizado. Rajoy es algo más que un discípulo aventajado de Merkel, representa a una burguesía parasitaria y subalterna, a un bloque de poder, que está de acuerdo con el diseño que los grandes poderes centrales europeos han definido para nuestro país y que nos configura como una periferia económica dependiente y subdesarrollada y como un protectorado político sin libertad y autogobierno democrático.
Hay una tercera cuestión, que conviene subrayar ahora que comienza un nuevo ciclo electoral: El PP ganó las elecciones generales con un programa sustancialmente diferente del que luego aplicó; no hace falta ser especialista en asesoría electoral para saber que nadie gana una elecciones comprometiéndose a realizar un ajuste salarial duro, fomentar la precariedad laboral y recortar los derechos sociales y sindicales. Esta democracia degradada y sin poder real se basa cada vez más en el supuesto de que una cosa son los programas y promesas electorales y otra cosa muy diferente (y hasta antagónica) es lo que se hace luego en el gobierno. De nuevo aparece la cuestión griega: lo que molesta de Tsipras es que quiera cumplir sus promesas electorales y que se oponga con firmeza a las políticas que empobrecen a sus gentes y que convierten a la democracia en un mero instrumento para imponer y legitimar un capitalismo salvaje.
El sistema realmente existente se basa justamente en lo contrario, es decir, que las promesas electorales no se cumplen, que la política es el arte de engañar a los electores y que no existe un pacto exigible entre los electores y los elegidos. No hay solo delegación hacia una clase política profesionalizada sino ruptura del vínculo de confianza entre la ciudadanía y la democracia expresada en unas elecciones que ya nada eligen. Los que hacen de la mentira un actividad normal de la vida pública, los que prometen una austeridad beatífica compatible con los derechos de las personas, los que entregan a manos llenas cuantiosos dineros públicos a empresas privadas y recortan derechos laborales y sindicales a los trabajadores, los que prometen una salida solidaria de la crisis e incrementan sustancialmente las desigualdades, los que proponen una cosa en las elecciones y hacen otra radicalmente contraria en el gobierno, llaman demagogos a aquellos y aquellas que luchan por una vida digna para las personas, que defienden sus ordenamientos constitucionales y que se niegan a engañar a la ciudadanía.
La cuarta cuestión es decisiva. Lo que vende el PP podría explicarse así: hemos hecho grandes sacrificios y gracias a ellos el crecimiento y los derechos están garantizados para el futuro. La trampa es muy evidente: introducir en el imaginario la idea de que volveremos en algún momento al modelo económico y social anterior a la crisis. Es incentivar la “otra burbuja”, la político-cultural, la de un retorno a un pasado idílico de pleno empleo, de crédito abundante y de un futuro esplendoroso en una Europa solución de nuestros males históricos. Ellos saben, los poderes saben, la clase política bipartidista sabe, que ese pasado no volverá. El PP ha aprovechado la crisis para cambiar el modelo de sociedad y romper el pacto político en que se basó la Transición y la Constitución del 78.
Eran posibles otras salidas a la crisis, siempre las hay y estaban disponibles. Lo que ocurrió es conocido: el PSOE y el PP aceptaron sin rechistar las políticas de austeridad y, sobre todo, el cambio de modelo social, del patrón económico-productivo y más allá de distribución de poder. Aquí tampoco cabe engañarse: este modo de organizar la sociedad y de poder es el del PP, el buscado y querido por el gobierno de Rajoy y viene para quedarse. No es la resultante de una crisis no deseada o un periodo de sufrimiento transitorio. No, es el modelo de sociedad que se corresponde con el nuevo modelo económico-productivo impuesto por la Europa alemana, basado en la desigualdad, en la precariedad social y laboral y en la limitación sustancial de la democracia y la soberanía popular.
Este es el verdadero dilema del país: o se cambian las políticas dominantes impuestas por la Troika o transitaremos en uno u otro grado hacia una economía subdesarrollada y subalterna. Lo nuevo, lo sustancialmente diferente, es que ahora hay condiciones para superar el bipartidismo y plantearse en serio el problema del gobierno y más allá la cuestión del poder, es decir, superar y negar a una derecha que es derecha y una izquierda que no lo es y que muchas veces representa mejor que nadie a los poderes económicos, a los grupos financieros y mediáticos que hoy controlan despóticamente nuestra vida pública.
La quinta cuestión, el proceso constituyente. Debe quedar claro en el debate que quién han roto los pactos básicos sociales y políticos de la Transición han sido los poderes económicos legitimados por el PSOE y por el PP. La reforma del artículo 135 de la Constitución es la expresión de un nuevo pacto que inicia la transición a un nuevo régimen político sin (es la idea central) la participación del pueblo, de los hombres y mujeres, de las ciudadanas y ciudadanos. Regenerar la democracia española implica devolver la palabra, la decisión y la propuesta al pueblo, es decir, convocar un proceso constituyente y hacer de este un medio para construir, organizar y definir un nuevo proyecto de país.
El gobierno de coalición está ya sellado y firmado en lo sustancial, en eso que se llama pudorosamente “cuestiones de Estado” y solo lo será formalmente en función de las circunstancias sociales y, sobre todo, electorales. Dicho de otro modo, si Podemos avanza lo suficiente para cuestionar el bipartidismo dominante. Las diferencias entre Pedro Sánchez y Susana Díaz no tienen que ver, en sentido estricto, con divergencias políticas de fondo, sino el cómo gestionar el papel del PSOE ante una coyuntura nueva que cuestiona su control sobre una parte significativa del electorado, en gran parte, bajo la consigna del voto útil de la izquierda. Susana Díaz estaría dispuesta a demostrar que ella es más fuerte, más capaz, para asegurar una renovación “lampedusiana” del régimen existente. El “reformismo sin reformas”, el “cambiar todo para que todo siga igual” requeriría una personalidad más fuerte que Pedro Sánchez, respaldada por un triunfo electoral y con la confianza probada de los grupos financieros, como la Presidenta andaluza.
El debate es una insolente pugna entre PP y PsoE para ver cuál de los dos miente más y mejor. http://wp.me/p2v1L3-FK
Desde luego, es evidente que la UE se ha hecho en aras del gran capital y los poderoso sy no en beneficio del trabajador y el pueblo llano. De hecho su liberalismo económico programático, ¿a quién puede favorecer sino a aquéllos?
Ahora bien, cada vez me resulta más evidente que lo mismo sucede con las Comunidades autónomas. O dicho de otro modo, si por un lado, la UE nos machaca (o nos machacan en nombre de la UE), por el otro, entre las Comunidades autónomas (o en nombre de las Comunidades autónomas) se nos machaca también.
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Con las Comunidades Autónomas a la inmensa mayoría de los trabajadores nos ha salido el tiro por la culata: Nos creíamos (o se nos decía) que con las Comunidades autónomas se acercaba el poder al pueblo. Sin duda tal creencia (o tal afirmación) es cierta. Pero la triste realidad es que, en ellas, lejos de controlar el pueblo llano (Y no digamos el pueblo menos favorecidop) al poder, es el poder de las Comunidades Autónomas (los gobernantes de las C. Autónomas) las que están ejerciendo un control cada vez más férreo sobre el pueblo llano y de modo muy especial sobre las clases menos favorecidas.
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En este sentido, si a nivel del Estado funcionan las puertas giratorias y el enchufismo más descarnado, en la inmensa mayoría de las Comunidades Autónomas (tal vez en todas) las puertas giratorias y el enchufismo más descarnado funcionan con mucha mayor extensión e intensidad, alcanzando no sólo a los niveles más altos de la administración, sino también a los intermedios y hasta en los más bajos; por ejemplo, a nivel de la educación: desde los puestos de profesor universitario, pasando por los de profesor de instituto y magisterio hasta los de bedel y otros aún más bajos.
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Con bastante frecuencia y cada vez más, en la mayoría de las Comunidades Autónomas, sino en todas, por un lado, sus elite gobernante (o, tal vez, mejor, dirigente) proyectan obras públicas (aeropuertos, carreteras, edificios, bloques de viviendas subvencionadas, etc,), servicios…, con el único objetivo de favorecer a determinadas entidades o determinadas personas. Entidades o personas, que, a su vez, y en justa correspondencia, tarde a temprano, suelen recompensar a los miembros y allegados de dichas elites (caso Lamela, en Madrid, Aparicio en Castilla y León, etc,) con gabelas y puestos privilegiado. En tal sentido, hasta se llegan a crear colegios, carreras y grados universitario con el sólo objetivo de promocionar a los familiares y a los amigos de determinados miembros de las elites autonómicos. Y, por otro lado, por si no fueran suficientes los impuestos del Estado y la respectiva C. Autónoma, cada Diputación provincial (o analogado), por lo general en las mismas manos de quienes ostentan el poder en la C. Autónoma nos fríe a impuestos: basuras, reciclados, desagües….,
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Por último, ¿qué es eso de las nacionalidades históricas? ¿Qué nacionalidades históricas podemos diferenciar en el Estado español? ¿Y por qué, no otras cien o dos mil más? Porque ya puestos, sería conveniente recordar que, por ejemplo, Denia, Tortosa, Albarracín, Morón, el condado del Sobrarbe o el de Ribargorza…, han formado durante mucho más tiempo que Galicia o Cataluña, y no digamos el País Vasco (que jamás tuvo Estado propio), Estados independientes. A este respecto, uno está convencido de que las nacionalidades históricas son las que los nacionalistas deciden que son nacionalidades históricas. Pero tal cual señalaba el catalán Josep Plá, el nacionalismo es como el pedo, sólo resulta agradable al que se lo tira ((“El nacionalisme es com un pet, no més li agrada a qui se’l tira».”.
Hombre sr JUANJO con todos los respetos,comunidades como CATALUÑA GALICIA o EUSKADI acreditan idiomas propios,cultura en dicha lengua escrita desde tiempos milenarios y deseos de autogobierno,que en cada una de dichas comunidades varian en intensidad,no siendo lo mismo el sentimiento nacional gallego-mas atenuado y proespañolista-que el vasco o catalan,naturalmente esto no significa menos preciar al resto de las 14 comunidades autonomas,pero muchas de ellas se han asimilado a la lengua y cultura española y no presentan apenas diferencias con la matriz castellana-junto con el reino de ARAGON,creadores de lo que hoy llamamos ESPAÑA-por ejemplo EXTREMADURA,MURCIA,LA RIOJA,CANTABRIA,territorios que nunca han hecho gala de su diferenciación respecto a otros territorios peninsulares Y QUE Nunca han tenido ningún problema en definirse como españoles,cosa que si ocurre en CATALUÑA y el PAIS VASCO,incluso la comunidad valenciana que tiene lengua propia prima hermana de la catalana,se considera por encima de todo española,al igual que las baleares
Respecto a que se han reproducido los vicios de la politica central española en la periferia,totalmente de acuerdo,las puertas giratorias son tan numerosas como en la politica central y el clientelismo si cabe mayor,cabe racionalizar el estado de las autonomias-para que tienen que cobrar los expresidentes pensiones vitalicias aunque sean jovenes y les lluevan las ofertas laborales?¿es necesaria la presencia de tantisimos asesores?¿todas las comunidades tienen que tener tvs y radios propias?-¿es imposible reducir la inmensa flota de coches oficiales?y asi etcetera etcetera,yo soy partidario de priorizar siempre el gasto social-pensiones,enfermos dependientes,seguro y subsidios de desempleo,ayudas a personas discapacitadas-y podar lo maximoposible la burocracia,en beneficio tambien de sanidad y educación públicas