Luis Goytisolo *
Ghandi nació en Durban, Suráfrica, donde existe desde antiguo una próspera minoría india ajena a los conflictos étnicos que a lo largo del tiempo han ido produciendo enfrentamientos, en el país, entre la población zulú, los boers, los británicos, los hugonotes, los bosquimanos, etc. Pero su objetivo en la vida estaba al otro lado del océano: hacer de la India, a partir del principio de la no violencia, envuelto en su túnica y sin más armas que el ejemplo y la palabra, un estado soberano. Un objetivo que alcanzó a costa de su vida y de que el fin del dominio colonial no diera paso a la India que él había soñado, sino a una serie de estados, no sólo enfrentados entre sí, sino sacudido cada uno de ellos por sus propios conflictos internos. El número de líderes políticos que han muerto asesinados en India, Paquistán, Bangladesh y Sri Lanka no tiene equivalente en ningún otro lugar del mundo.
La situación de pueblo oprimido contra la que se alzó Nelson Mandela era bastante más dura que la existente en la India colonial, la Joya de la Corona del imperio británico. Faltos del talento que suele caracterizar a los ingleses en este tipo de situaciones, el régimen impuesto por los afrikaners tenía más rasgos en común con la Alemania nazi que con el de una colonia cualquiera. Claro que el pasado del Suráfrica fue también especialmente duro y la victoria final de los británicos se vio precedida de diversas derrotas, tanto ante los boers como ante los zulúes, al pie de esa esfinge natural que es el monte Isandhlwana. Y todo para que, a la larga, los descendientes de los boers se hicieran democráticamente con el poder en la Unión Surafricana y desde su peculiar punto de vista, impusieran el orden político para ellos natural, el apartheid. A Mandela ese orden le costó 27 años de cárcel, un encarcelamiento que paradójicamente acabó convirtiéndose en su mejor tribuna y que sólo abandonaría para pasar, en la práctica, directamente al poder.
Las cosas, claro está, nunca se arreglan de golpe. Recuerdo que pocos años después, en Ciudad del Cabo, un lugar por lo demás de características mediterráneas, no era aconsejable salir de noche. Y en Johanesburgo, no era aconsejable sencillamente salir del hotel; una ciudad como el Bronx en su peor época. Las cosas, claro, han mejorado desde entonces: si una buena parte de la población blanca tuvo y tiene una actitud abierta, lo mismo puede decirse de las nuevas clases medias negras que se están forjando. Pero, donde hay miseria hay delincuencia. Y donde hay poder aparece la corrupción. Cosas ambas que Mandela combatió en la medida de sus posibilidades. Siempre me he preguntado, a la vista de sus rasgos faciales, si Mandela no tendría algo de bosquimano. Un pueblo en declive tan despierto como bien intencionado, por no decir ingenuo. Claro que así les va.
Algo de bosquimano…, puede ser. Pero gigante.
Enhorabuena a Cuarto Poder. Tener al Premio Nacional de las Letras Españolas entre sus colaboradores no está al alcance de cualquiera. Gran escritor y atinada comparación con Gandhi.