“Basta rastrear las tertulias y los blogs para darse cuenta de hasta qué punto los demás medios son cajas de resonancia de las revelaciones y valoraciones de esas tres redacciones (las de los tres diarios cuyas ediciones impresas venden más de cien mil ejemplares entre los quioscos y la suscripción a domicilio) que día tras día marcan la agenda del debate”. Pedro J Ramírez en su editorial del pasado domingo.
Se habla mucho del futuro del periodismo. De cómo será la profesión en unos pocos años. De cómo serán los medios de comunicación. Y de cómo serán quienes informen a la sociedad desde los medios. ¿Agresivas estrellas mediáticas, como Ana Pastor, o blandengues estrellas mediáticas, como Jorge Javier Vázquez? ¿Sobrevivirán los grandes medios, las grandes marcas? ¿Se consolidarán las modestas e innovadoras aventuras digitales? ¿Seguirá renovando su piel El Mundo sin dejar de especular sobre el 11-M, su patrimonio más importante? Las redes sociales están llenas de videntes que avanzan ideas sobre qué nos deparará el futuro inmediato. Pero la verdad está, como de costumbre, en la insoportable levedad de la pantalla de la televisión. El futuro del periodismo es... un caldo de pollo casero...
“Es muy fácil decir que el caldo es casero. Por eso pedí a Gallina Blanca que me lo enseñara. Comprobé que es un caldo hecho solo con ingredientes naturales cocidos tres horas a fuego lento. Y con la mejor garantía, la suya. Comprobado: este sí es casero. Caldo casero Gallina Blanca: el único con compromiso casero garantizado”. Pedro Piqueras suelta este sermón comercial e, inmediatamente después, aparece presentando los informativo de máxima audiencia, los de Telecinco, para hablarnos de la trama Gürtel, del problema de la inmigración o del asesinato de Asunta. Con dos cojones.
Piqueras lo cuenta de maravilla. ¿En su informativo? No, en su anuncio de caldo de pollo casero: el periodismo del futuro será lo que quiera la publicidad. Y si no me cree ahí tiene a Pedro J, vendiendo su nuevo proyecto, un lavado de cara de su viejo proyecto, con la misma intensidad e insistencia con que Santiago Segura vende sus Torrentes. La senda torcida del nuevo periodismo pedrojotesco, ese que para estar en la pomada no duda en vender su alma al diablo: el director de El Mundo apareció el pasado sábado en “Abre los ojos y mira”, programa de lo que en su día denominó “la basura de Vasile (Telecinco)”.
¿Y qué me dice de El País? El pasado domingo estaba más cerca del catálogo publicitario que del diario informativo. Decenas de páginas de auto publicidad, para vender toda clase de productos: desde discos de los Beatles y Violetta a colecciones de libros, pasando por baterías de cocina, cubrecolchones viscoelásticos, organizadores de zapatos y selecciones de vinos de Rioja. Doble página de la sección “Sociedad” dedicada al lanzamiento de “Icon”, la revista masculina que el diario de Prisa entregará con el periódico los primeros jueves de cada mes. Y ocho páginas, ocho (cuatro en El País Domingo y cuatro en el dominical) de publicidad real y encubierta de La Gran Ciencia, nueva colección de libros sobre matemáticas y física que se venderán a partir del próximo domingo al precio de 1,95 euros ejemplar.
La inversión publicitaria remonta, pero solo en internet y televisión. Los expertos comienzan a vislumbrar la recuperación. Cambia la tendencia. Suprimamos entonces los intermediarios. Informémonos a través de las grandes marcas, de las agencias publicitarias, de los genios del marketing. El periodismo concebido como espectáculo comercial, capaz de alimentar a los insaciables consumidores de información con litros y litros de caldo de pollo.
Lo primero que hago casi todas las mañanas es echar un vistazo a El País en papel para luego continuar con la prensa digital. Todo lo leo muy rápido y con mucha precaución; sé del paño que gastan los llamados grandes diarios. Pero lo que más me llama la atención (siempre generalizando, claro está) son las columnas de muchos de los colaboradores. Quizás los escojan para estar ahí por huecos, simples o insípidos; la lucidez no es algo que abunde y a veces me planteo si incluso no serán sencillamente mentirosos. De ellos no se puede sacar jamás ninguna conclusión, ninguna idea, nada que sea real. Parece que formaran parte del puro artificio, como el conjunto del periódico.
Si se quiere comprender, informarse y ver algo de luz, es preciso suprimir de la dieta el abundantísimo caldo de pollo con el que atiborran nuestro menú.
Pero en alguna prensa digital y en blogs se encuentran los mejores articulistas y/o columnistas de nuestro país, auténtica cocina para gourmets. Solo hay que buscarlos y disfrutarlos.
Cuando pienso que, para hacer tu trabajo, no sólo te tienes que tragar horas de televisión, sino que tienes que leerte los periódicos, se me ponen los pelos de punta, Jefe.
Gracias por tu inmolación.
Un tipo en tirantes con un tirachinas, supongo que cazando el pollo pal caldo ese…
¿De qué dices que va el post? 😯
Qué tiempos aquellos en los que aprendimos que publicidad es incompatible con la profesión periodística. Deontología se llama. ¿O se llamaba? Me pregunto si esto también pasa en países como Estados Unidos y Gran Bretaña. Pero es por preguntar, ¿eh? Sin mayor interés.
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