Recordando a Martín de Riquer

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Salvador Clotas *

salvador_clotasEl 19 de septiembre tuvo lugar en Barcelona el entierro de los restos de Martín de Riquer. Un acto sencillo despidió al gran maestro. Su intensa dedicación a la literatura y su extraordinaria personalidad marcaron la ceremonia que se inició con Ausiàs March en la voz de Raimon y se cerró con Verdaguer. En el recordatorio, un hermoso párrafo de Persiles de Cervantes. La misa se ofició en latín por expreso deseo del difunto. Eran numerosísimos los parientes y amigos y muchos, muchísimos también, los que habíamos recibido sus inolvidables lecciones. Algunos de sus discípulos mas destacados como Carlos Pujoll, Gabriel Oliver o Sergio Beser no viven ya. Hubo también ausencias institucionales y políticas tan notorias como injustificables. A nadie le pasó desapercibida la magnífica corona enviada por La Casa Real.

Con Martín de Riquer España ha perdido un autentico sabio de la literatura, universalmente conocido. Maestro universitario durante lustros, formó generaciones de estudiantes y profesores. Autor de numerosas obras y ediciones como la de Los trovadores provinciales, de Los cantares de gesta medieval como La Chandon de Roland o las ediciones del Quijote o de Tirant lo Blanch.

Fui su alumno durante los tres cursos de la especialidad entonces llamada Filología Románica de la carrera de Filosofía y Letras. Creo que fuimos unos estudiantes privilegiados. En una pequeña aula, quizás 30 ó 40 personas, recibíamos sus lecciones tan eruditas como vivas y directas. Recuerdo en especial sus clases sobre los poetas provenzales, Arnaut Daniel tan moderno, Guilhem de Peiteus, Cerverí de Girona, el sarcástico Marcabrá sobre quien conservo un largo tratado encargado por Riquer. Sus clases sobre la épica medieval eran impresionantes por su capacidad de traducir la erudición en temas próximos y casi familiares. Sabías que lo que te estaba explicando, en gran parte, solo él lo sabía. Lo había investigado, en viejos códices lo había descubierto. Aludiendo a su fuerza expresiva y comunicativa Miguel Barceló, con gracia dijo: es un vavasour, una clase de nobleza en la materia artúrica.

En la obra de Manuel Vázquez Montalbán hay abundantes recuerdos a lo que aprendió en las lecciones de Martín de Riquer, de las obras de Chrétien de Troyes, el primer novelista de la historia europea, que leíamos como si se tratara de un novelista contemporáneo: “tengan en cuenta que cuando el autor describe los vestidos y tocados femeninos su obra cumplía el papel de las actuales revistas de moda”. Afirmaciones de este tipo a veces sorprendentes, pero siempre inteligentes, caracterizaban su discurso.

Nunca le faltaba el sentido crítico, el sentido del humor. Leía y apreciaba la literatura moderna. Le apasionaba Proust. Un día hablando en los corrillos, fuera de clase, dijo: “hay que tener en cuenta que mientras Baudelaire escribía Les Fleurs du mal  aquí hacia Lo Gaiter del LLobregat”.

Nunca le abandonó un entusiasmo casi juvenil. Muchos años después de mi etapa estudiantil me lo encontré en el tren de Sarriá. Estaba leyendo La guerra del fin del mundo, de Vargas Llosa, que yo aún no había leído. Me la recomendó vivamente y con elogios tan encendidos y entusiastas que prefiero no reproducir por escrito.

Mi relación con Martín de Riquer se desarrolló, también, fuera del aula. Fui delegado durante casi cuatro cursos del SEU de la Facultad. Junto con Ernest Lluch en Económicas, los primeros elegidos democráticamente. Para convocar las reuniones de los representantes de los alumnos de los distintos cursos, las llamadas no sé por qué reuniones de cámara, necesitaba que un profesor aceptara presidirlas. La Universidad vivía una importante efervescencia política y los catedráticos rehuían esa responsabilidad. Riquer solía estar dispuesto y lo hacía con su buen talante y simpatía. Eso me permitió conocerle mejor y establecer una cierta amistad personal entre los dos.

Casi al final de la carrera, en mayo de 1962, junto con Manolo Vázquez Montalbán, Ana Sallés y otros estudiantes fui detenido en la Universidad y llevado ante un desproporcionado e injusto Consejo de Guerra Sumarísimo, que me condenó a dos años de cárcel. Riquer asistió, junto a los familiares, al Consejo de Guerra.

Hace poco los hijos me entregaron fotocopias de las cartas que yo le escribí desde la prisión de Lérida, que Riquer había conservado en su archivo.  Aparte de la correspondencia me hizo llegar libros a través de mi madre. Conservo su Historia de la Literatura escrita con José María Valverde con el sello de la prisión celular.

Lo recuerdo como un maestro extraordinario pero también como un amigo, casi un familiar.

(*) Salvador Clotas es político, escritor y editor.
1 Comment
  1. celine says

    Muy bella evocación, señor Clotas. En su siguiente reencarnación, olvídese usted de la política y dedique toda su vida a lo que realmente le apasiona: la iteratura. Ese era su campo; no debió nunca abandonar ese lado del Misisipi, dicho sea con cordialidad y admiración.

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