Jesús Cuadrado *
Cuando la más académica de las plataformas por la independencia de Cataluña, el “Col.Lectiu* Wilson” se hace la gran pregunta, “¿Cuáles serían las consecuencias económicas de tener un Estado propio?”, inicia su propia contestación con un sorprendente “si tenemos que ser intelectualmente honestos, la verdad es que la respuesta no está nada clara”. Todos sabemos, en Cataluña y en toda España, que no habrá proceso de independencia, pero cada cual utiliza para sus intereses un sentimiento con tanta capacidad de movilización como ese; tanto que puede llegar a enmascarar lo que de verdad preocupa a los catalanes como a todos los españoles, una crisis económica que amenaza llevarse por delante nuestro querido Estado del bienestar. Estamos, como tantas veces en Europa, ante la sustitución de la oferta de alternativas políticas por la de las pasiones que provoca la identidad. Nada nuevo, pero en Cataluña llama la atención la envergadura del cambalache.
Para empezar, los catalanes se autodefinen, clara y contundentemente, como una sociedad de izquierdas, pero su gobierno es de derechas. Lo reiteran el CIS y el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) del gobierno de Cataluña en cada encuesta. Así, en la última oleada del barómetro de opinión política de 2013 del CEO, los catalanes se ubican políticamente en un 61 % en la izquierda, en un 15 % en el centro y sólo un 11% en la derecha. No me digan que no tiene mérito, con esta orientación política, el predominio histórico de CiU en Cataluña. El método político utilizado es bien conocido; se trasladan las preocupaciones políticas del marco izquierda-derecha al de las identidades culturales y territoriales. Aunque, conviene recordarlo, este truco no funcionaría sin el regalo del desconcierto que vive la izquierda catalana. Especialmente, de quien debiera protagonizar la oferta socialdemócrata, el PSC, que sigue enredado en el mal de “las dos almas”, un principio ontológico absurdo que parece situar a este partido en el campo de la metafísica. Desgraciadamente, toda la izquierda se ha dejado arrastrar hacia el marco político que menos interesa a sus votantes, y el que menos demandan como demuestran, tozudas, todas las encuestas.
Los catalanes dicen que les preocupan, como a todos los españoles, la crisis económica, el empleo. Así, el propio CEO, en su última oleada de 2013, nos muestra que las tres principales preocupaciones para la gente son: “la precariedad laboral” para un 66 %, “la marcha de la economía” para un 41 % y “el mal funcionamiento de la política” para el 36 %. Pero, si se lee toda la encuesta, se podrá comprobar que por lo que se interesan los responsables del centro de opinión del gobierno de Cataluña es por cuestiones relacionadas con “el proceso”; es decir, a los ciudadanos le preocupa la economía, pero les preguntan por la independencia. Más, aún, en la encuesta del CIS sobre las últimas elecciones autonómicas de Cataluña, además de detectar las mismas preocupaciones en la sociedad catalana, es decir, el paro, los problemas económicos y “los políticos”, (la independencia la señala como principal problema el 3 %), muestra que los partidos políticos han dedicado la campaña electoral a lo que menos interesa a los electores. Según los ciudadanos, los temas más debatidos en la campaña fueron: “independencia y autodeterminación” según un 42 %, “el autogobierno de Cataluña”, un 12 % y “problemas económicos”, según otro 9%. A los catalanes les interesa la crisis económica y política, pero los partidos debaten sobre independencia.
¿Hay base social en Cataluña para un proceso hacia la independencia? Es decir, para un proyecto de segregación territorial, no para una decisión habitual en los debates políticos, sean los modelos de educación o la red de carreteras, por ejemplo. Utilicemos el mismo CEO, dirigido por CiU. En la segunda oleada de junio de 2013, a la típica pregunta sobre “cómo se siente usted, sólo español, más catalán que español, etc.”, los catalanes se declaran, con uno u otro matiz, españoles en un 67,5 % y “sólo catalanes” en un 31 %. Y si se comparan estos datos con los de un año antes, los de la segunda oleada de 2012, entonces se declaraban “sólo catalanes” el 29,6 %. Los sentimientos se mueven, pero ni con la velocidad ni con la intensidad que algunos desean. Y, sobre “cómo debería organizarse políticamente Cataluña”, un 47 % se muestra partidario de un Estado independiente y un 48,6 % de formar parte de España. En estos dilemas, interesa saber qué opinan los votantes de izquierdas: los votantes del PSC, comparando las encuestas del CEO de primera y segunda oleada de 2013, han pasado en seis meses de un 21 % de partidarios de un Estado independiente a un 14 %, y los de ICV, de un 45 % a un 28 %. Datos para un análisis sobre la deriva independentista y los valores de la izquierda en Cataluña, dando por descontada la inclinación absoluta de ERC y el CUT a priorizar las aspiraciones independentistas sobre todas las demás.
Quienes no tienen dudas sobre el uso político de la de identidad cultural y territorial de los catalanes, sobre la conversión de la política en un mercadillo de los sentimientos, en Cataluña y en toda España, son independentistas y unionistas. Mal asunto. Algunos ejemplos de despropósitos. Fernández Vara, líder del PSOE de Extremadura exige que le devuelvan “los 150.000 que se fueron de Extremadura a Cataluña” y Monago, el presidente de esa Comunidad, declara que “Cataluña exige, Extremadura paga”. En el otro extremo, entre exabruptos similares, me llama la atención un video ofensivo del ya citado colectivo “Col.Lectiu*Wilson, titulado Con la independencia, ¿cuánto dinero ganaría Cataluña?, en el que, aunque con una apariencia académica, se dicen cosas como que el coste añadido para un Estado independiente es de 3.000 millones de euros. ¿Incluye el ejército?
Observando la peligrosa descarga de adrenalina que se observa en la política catalana, cómo se echan de menos políticos como Nelson Mandela, que dedicó todo su sacrificio a unir, nunca a separar. Todas las sociedades, en un mundo tan globalizado como el nuestro, se la juegan en su capacidad para integrar personas de culturas, origen, lenguas y aspiraciones muy diferentes; quien integra gana, quien segrega pierde. En Cataluña, con un 32 % de sus habitantes nacidos fuera de Cataluña, casi un 60 % si se trata de los padres de los actuales catalanes, su capacidad para la inclusión es cuestión de “vida o muerte”, aunque ese activo no parece estar contabilizado en los balances de los ideólogos de la independencia. Unos y otros están en otras cosas, como Artur Mas cuando declara sobre la cadena humana de la Diada que “el mundo nos está mirando con lupa”. Pues no, señor Mas; el mundo está en otras cosa y el que parece no estar a lo que tiene que estar es usted.
Mas y Rajoy negocian en una intimidad opaca el trasvase de caudales desde la administración central a la autonómica. http://wp.me/p2v1L3-nM
Jesús Cuadrado , personas cómo ud son los qué consiguen que cada vez más, la minoría silenciosa sea mayor a romper las cadenas con España
Cuadrado, usted decía en mayo 2013 que segun el CIS, sólo un 33% de los catalanes optan por la independencia. Pero como usted sabe, ahora el número es 52%, y en la próxima encuesta es posible que suba, tras el 11 de septiembre.
Qué número le hará cambiar de opinión?
Hay en España una cantidad creciente de demócratas que aceptan la autodeterminación de Cataluña. Anímese. Añádase.
http://www.jornada.unam.mx/2013/02/02/opinion/024a1mun
Articulo en La Jornada (México), «España se desintegra: en memoria se Blas Infante (y Anselmo Carretero)».
Sr Cuadrado ¿Por qué el PSOE y el PC en 1977-78 pactaron con los post-franquistas y no aceptaron el derecho de autodeterminación? Grave error.
http://www.jornada.unam.mx/2012/11/16/opinion/026a1pol