La portada de El País del pasado sábado incluía la noticia más importante del año. Sí, una información breve, apenas un título y quince líneas en la columna de la derecha, que sin embargo nos ayuda a entender definitivamente el momento económico, político y social que vive este país. Es una pieza tan clarificadora, tan luminosa, tan pedagógica, que para dejarse ilustrar por ella solo es necesario leer el primer párrafo: “El Estado admite que la mayor parte del dinero destinado a rescatar a las antiguas cajas de ahorros se ha evaporado”.
Sí, el Estado. Y sí, evaporado. Una palabra francamente inquietante. Sobre todo porque sabemos que no se refiere al proceso físico, capaz de transformar un estado liquido en uno gaseoso, sino al término que sugiere sinónimos como desaparición, disipación, desvanecimiento, difuminación o incluso hurto. ¿Y qué dinero es aquel que el Estado admite se ha “evaporado”? se preguntará sin duda el lector más curioso. Pues nada, una minucia: 36.000 millones de euros de los 52.000 inyectados en las cajas nacionalizadas.
Muchos millones, ¿no? 36.000. De euros. Y de mucha gente, ¿no? De todos los españoles. Una cifra, dice textualmente el país, “similar a los recortes en Sanidad y en Educación”. Imagine esa pasta evaporada invertida con criterio, en sanidad, en investigación o educación. Seguramente por eso me gustaría tener una reunión con el Estado. Así, de ciudadano a Estado, cara a cara, una charla educada y con buen rollo, pero seria, sin juegos de palabras, sin sinónimos, sin evaporaciones. Para poder enterarme de algunas cosas, más que nada. Por ejemplo, quién o quiénes eran los responsables de los 36.000 millones, en qué manos estaban cuando se evaporaron.
Pero no es fácil hablar con el Estado. Teóricamente sería como conversar con un espejo, puesto que el Estado somos todos y cada uno de nosotros. Estado es un concepto político, que define con esa palabra una forma de organización formada por un conjunto de instituciones que regulan la vida en un determinado territorio. Es decir, que si consideramos la evaporación de 36.000 millones de euros como una estafa, querría decir que hemos sido estafados por un concepto político. Y que yo sepa no existe oficina de reclamación de conceptos políticos. Ni siquiera hay un defensor del estafado por conceptos de esa calaña. Así que ajo y agua.
Nada más publicarse la noticia más importante del año, la evaporación de 36.000 millones de euros que los ciudadanos confiamos al Estado, hemos sabido que el gasto en becas de excelencia se ha recortado hasta alcanzar niveles de hace 15 años. Es decir, que los alumnos pasarán de percibir 2.700 euros a 2.000 euros. Se evapora el futuro de miles de estudienates. Pensándolo mejor, quizá no deba cruzarme nunca con el Estado. Podría reaccionar de mala manera y acabar metido en un lío...
No es una crisis: es una estafa.
«El estado soy yo». Dicen que lo dijo Luis XIV de Francia. Ignorantes. Esto lo ha tenido que decir Rajoy. O Blesa. O Fainé. O Botín. O alguno de sus similares. Así que, efectivamente, casi mejor no cruzarse con ellos, no vaya a ser que encima quienes acabemos en la cárcel seamos nosotros, cuando los que deberían estar allí son muchos de ellos.
La versión local de ese aforismo es de mi alcaldesa: «El Ayuntamiento soy yo».
Y que dice de todo esto la supuesta oposición.
Si hubiesen puesto cepos en el cajón del frob, no se escapaba ninguno.
El dinero es como la energía, ni se destruye ni desaparece, en este caso ni se evapora: se transforma, o cambia de manos. Así que todo ese dinero no se ha evaporado, ha cambiado de manos: de las del contribuyente a las de la mafia financiera. Todo ese dinero está en manos de los capos y sus sicarios: está en cuentas, depósitos y fondos, gran parte posiblemente en paraísos fiscales, otra vez. Ni siquiera una parte se ha destinado a resarcir a los estafados con las preferentes, o a los desahuciados, o a tantos damnificados por esta Gran Estafa, ha ido en su totalidad a reparar los destrozos provocados por la avaricia y la especulación. Y puede que haya segundas partes, como no nos rebelemos.
Pregunta de examen para los matemáticos hispánicos, que sirven copas en los pafetos de Berlin.
Con la astronómica cifra «Evaporada»,cuantas centurias seria financiado el CSIC.
Desgraciadamente, esta reflexión no les hace falta a los que leen estas cosas ,y los que no las leen, ni les importa, ni puñetera falta que les hace,para vivir tan ricamente.
La cosa es muy sencilla: el dinero es líquido, los líquidos se evaporan y el dinero se acaba. ¿En manos de quién acaba?, me pregunto yo
¿Y la mal llamada oposicion? que opina que hace mientras tengamos( y es en general no solo el Psoe y los sindicatos) calladitos, nosotros a ver y sonrreir