En la catequesis del pasado miércoles, el Papa Francisco quiso ser práctico, y habló a sus fieles de un sistema para buscar la paz interior y superar esas miserias y rencores que a algunos españoles nos corroen las entrañas. “Nos dejamos llevar de simpatías y antipatías, y muchos de nosotros estamos enfadados con alguien”, reconoció un Santo Padre que, ante esas circunstancias personales negativas, invitó a “rezar por esa persona, por él o por ella; hoy es un buen día para vivir la ley del amor”.
Cierro los ojos y trato de recordar alguna de las viejas oraciones que me hicieron aprender los maristas. Quiero rezar por Messi, por Bárcenas, por Urdangarín, por Ana Mato, por Blesa, por Díaz Ferrán, por… Nada. Imposible. No puedo concentrarme. Gatillazo. No sé si padezco overbooking de antipatías, maldición, o si simplemente estoy desentrenado o no he sido tocado por los dioses del perdón. Santo Padre, ¿Por qué no puedo perdonar? ¿Qué me impide vivir la ley del amor?
Mientras escribo estas líneas, el futbolista Lionel Messi es acusado por la fiscalía de defraudar cuatro millones de euros, al no declarar los ingresos por los derechos de imagen de los años 2007, 2008 y 2009. Los chascarrillos no se hacen esperar. El mejor, el más sencillo: “Allá donde fueres, haz lo que vieres”. El jugador argentino aterrizó en un país corrupto hasta la médula, y es bien sabido que se integró de maravilla. España está podrida, y el mundo del balón no es una excepción: los clubes de fútbol, lejos de liquidar su legendaria deuda con la Seguridad Social, la han aumentado un 60% el último año. Deben 16,6 millones de euros. Y su deuda con Hacienda ascendía, en 2012, a 752 millones de euros.
Rezar quizá no sea una mala solución, pero hay otras. Recuerdo las que ofrecía el New York Times en un reportaje sobre la corrupción en España publicado hace unos días: “Ya se habla de reformar la financiación de los partidos y las leyes de transparencia, así como el aumento de penas para la corrupción y el fortalecimiento de la independencia de los auditores… Pero aún queda mucho por hacer para reforzar el sistema judicial insuficientemente financiado, que permite que muchos casos de corrupción queden sin resolver durante años”.
Padrenuestros y avemarías son recursos al alcance de cualquier ciudadano. Pero me temo que la solución a nuestros problemas está más cerca de Soto del Real que de la Catedral de la Almudena. Me va usted a perdonar, Santo padre, pero esto de la ley del amor y rezar por las personas con que estamos enfadados me parece una mariconada. Y no se haga el tonto, que ya sabe de qué le estoy hablando… “En la curia hay gente santa, de verdad, hay gente santa. Pero también hay una corriente de corrupción, también la hay, es verdad. Se habla del 'lobby gay', y es verdad, está ahí y hay que ver qué podemos hacer”, confiesa el bueno de Francisco. La ley del amor, santo padre, la ley del amor…
Es más fácil solucionar los problemas ajenos, ya se sabe, que los propios.
Gracias, entre otras cosas, a esta mentalidad católica de poner la otra mejilla y fiar las soluciones de nuestros problemas a instancias superiores, cuando casi siempre tenemos esas soluciones en las manos, hemos llegado a esta situación de corrupción generalizada. Quiero creer que las palabras del Papa no van por ahí, y entiendo que quiere decir que simpre debe haber lugar para el perdón, la empatía y el cariño. Pero no debemos confundirlos con la inopia y la estupidez ante quien se aprovecha de nosotros y además se mofa de ello. Ante esto, no hay rezos, comprensión o amor que valgan, sino que deben imperar la acción y la justicia.
Siglo XXI después de nuestra era: ¿No habrá llegado ya la hora de dejarse de medias tintas y llamar a las cosas por sus nombres?.
Por ejemplo, hechiceros a los que recurren a hechicerías y sortilegios para torcer la marcha de las cosas; embaucadores a los embaucan (es decir, a los engañan con falsas promesas aprovechándose del candor de los otros; y timadores a los que timan ( o sea, a los que engañan a otros con promesas y esperanzas) , …
A Dios rogando y con el mazo dando, Albéniz. Antes de poder perdonar a los otros tiene usté que perdonarse a sí mesmo.
En verdad no se que problema hay con el lobby gay, cuando es sabido que la iglesia es refugio de homosexuales; (Que conste que no tengo ante eso ningún problema, creo que un gay puede ser tan buen sacerdote como cualquier otra persona,incluidas las mujeres).
Es mucho mas terrible el lobby armamentístico ó/y el financiero, y nadie se mete con ellos.
Por otra parte, diré que yo estoy dispuesto a perdonar a todo el ejercito de mangantes que esta asolando España ,siempre que por parte de ellos haya un acto de contrición y se arrepientan de sus crímenes,y no vuelva a hacerlos.