Luis María González *
“Un cínico es un hombre que, en cuanto huele flores, busca un ataúd”, citaba el periodista y editor norteamericano Henry Louis Mencken. Así parecen actuar no pocos defraudadores y corruptos en la sociedad actual, pero también quienes desde el entramado mediático buscan desesperadamente el escándalo para más tarde lamentar sus consecuencias.
No son buenos tiempos para la salud de las políticas públicas. Y no me refiero a la rotunda pérdida de protagonismo que están sufriendo de la mano de la derecha española y europea, sino al continuo descrédito al que las someten ciertos personajes de la vida política y económica, empeñados en anteponer sus intereses a la buena marcha de la democracia.
Esto es así, y negarlo sería tanto como mantener una indeseada complicidad con quienes se corrompen, promueven la corrupción o la hacen posible, transiten por la política o se parapeten en la larga sombra del poder económico y/o financiero. A unos y a otros hay que expulsarles de la vida pública y hay que aplicarles implacablemente todo el peso de la ley. Y si esta fuese blanda o permisiva con los defraudadores, habría que cambiarla cuanto antes.
Pero esta parte de la realidad, a mi juicio, está siendo debidamente manoseada por los medios de comunicación y no pocos periodistas galácticos -en ocasiones con la gorrilla de tertulianos-, para asestar de paso un duro golpe a la credibilidad de la democracia, no como la entiende el pensamiento autoritario conservador, sino tal y como la entendemos los que creemos en su expansión y carácter participativo. ¿Por qué? Porque se cuenta una parte de lo que pasa y se ignora la mayor parte de lo que se hace. Así el balance es demoledor: la corrupción ocupa portadas y primeros espacios de los programas audiovisuales; la actividad y la propuesta de la sociedad organizada, la movilización social, los partidos, las instituciones o los sindicatos “no son noticia”.
Y cuidado: el escándalo de la política en democracia es agitado en bruto, en medio de una más que delicada crisis económica y social, para regocijo de distintas bandas de ultras y antidemócratas que cabalgan ufanos a lomos de “voces y manos limpias”, cual heraldos del desastre.
Vivir para contarlo
No me refiero a Gabriel García Márquez. Cito a este nuevo periodismo que ha sustituido el oficio de informar por la obsesión de sorprender. No es necesario que alguien me recuerde que para cultivar el escándalo informativo es imprescindible la colaboración del representante corrupto (político o económico) o del enriquecimiento súbito y golfo de unos cuantos desalmados que operan en las finanzas de una organización. Estos son, sin duda, los principales protagonistas de la crónica negra.
El hecho de que yo destaque el papel de los medios de comunicación en la formación de la opinión colectiva a propósito del avance de la “antipolítica” viene a cuento, sin embargo, por el carácter selectivo de su oferta informativa. Lo que lee, ve o escucha la ciudadanía es lo que deciden los y las responsables de los medios de comunicación. Sin duda, los informadores cuentan cosas que ocurren, cada cual con su código y atendiendo al manual de la marca corporativa para la que trabajan. Pero, aclaremos algo: la lista de hechos que deben ser contados o sobre los que debe informarse es abultada. Corresponde a los staff de los medios de comunicación decidir qué temas tratar y cómo hacerlo.
El pasado 3 de mayo, el CIS publicó su último estudio demoscópico en el que se reflejaba la opinión que les merecían a los ciudadanos diversas instituciones, partidos o sindicatos. El resultado, que se repite en los últimos meses, es muy duro para instituciones como el Gobierno, el Congreso de los Diputados, la Monarquía, los partidos o las organizaciones sindicales. Mejor valorados están las fuerzas de orden público, el ejército y los medios de comunicación. Es decir, varios pilares de la democracia bajo mínimos, mientras otros más relacionados con la seguridad, gozan de mejor salud.
La primera conclusión es clara: los partidos están obligados a cambiar radicalmente algunos códigos de conducta, a abrirse a la ciudadanía, a extender la democracia cuando se trata de aprobar decisiones políticas que trasciendan al ámbito partidario, a mejorar la participación en los asuntos internos y la comunicación con la gente, a intensificar la transparencia, a establecer vías de encuentro regular con la sociedad civil y las organizaciones que la representan. Lo mismo vale, en términos generales, para los sindicatos.
¿Y los medios de comunicación? Pues también deben aplicarse el cuento. Aquellos que creen en la información como una tarea de interés público, tan alejada de la mercancía como de la propaganda; quienes creen que la democracia no es negociable, deben ser conscientes -como lo fueron muchos de ellos en la transición- que no vale todo en la época de la globalización. No se puede fabricar una noticia a modo de “periodismo de investigación” y, tras difundirla a bombo y platillo, darse golpes de pecho lamentando sus consecuencias. Los medios de comunicación no son ajenos al país en el que actúan. El periodismo no es un oficio robotizado solo pendiente de la cuenta de resultados. Han de saber que si un escándalo vende más que una propuesta de política fiscal es porque ellos así lo quieren, y por tanto, que eviten rasgarse las vestiduras. Si un medio de información general o un programa informativo de radio/televisión decide que las tres primeras noticias del día son un asesinato, un caso de corrupción y una boda en San Jerónimo, ¿cómo puede sorprenderse del avance de la antipolítica?
Defendamos el periodismo honesto. El independiente no existe. Y entonces reflexionemos sobre la imputación de Oscar Wilde cuando advertía que “el cinismo consiste en ver las cosas como son, y no como se quiere que sean”.
Me parece un artículo mediocre. El contenido no aporta nada nuevo a lo ya dicho por otros articulistas antes que este señor lo haga y además lo escribieron mucho mejor. Y escandaliza que, este Juan Mari, hable de corrupción cuando prefirió machacar a sus compañeros cuando éstos denunciaron la corrupción del PSOE de Velilla, en lugar de escribir sobre el fondo de las querellas que los dos concejales de IU presentaron por delitos de corrupción, me confirma en la idea de que este señor es de la condición de los mismos a los que se refiere en su artículo. Si en su momento olió flores y ahora busca en ataúdes ¿Qué es entonces Juan Mari?
Magnífico artículo. Efectivamente, cuando se opta por informar solo de lo escandaloso (y hay que informar de ello), sin dejar espacio a la situación política y a las diferentes alternativas, se está apostando por la antipolítica. Por otra parte, no olvidemos que los medios son empresas con sus propios intereses y que, muchas veces, instituciones como los sindicatos les son molestas.
«Discrepar de un artículo o calificarlo de mediocre es un derecho que tenemos todos y todas. Pero apoyarse en no sé qué asuntos que afectaron a la política municipal de Velilla (Madrid) me parece un poco extravagante. De los pactos de algunas personas -como la que suscribe el comentario- con el PP podemos hablar en otro momento. De lo que habla el artículo, que a mí me parece muy recomendable, es de la complicidad de ciertos medios de comunicación (la mayoría) con un periodismo de cortos vuelos, dispuesto a sacrificar la información por el escándalo. En ese sentido, el artículo me parece muy oportuno».
Mara Otoño
Si Pilar García ha leído el artículo tan bien como el nombre del autor…se entiende su comentario…más lectura comprensiva y menos terapia.
Por eso no me dedico a la política profesional, ni escribo macroartículos, porque no sé leer ni escribir.
Eso os lo dejo a los de la perfecta lectura comprensiva y la impoluta escritura. Siento mucho no ser pluscuamperfecta.
En cuanto a lo de la extravagancia de la crítica en base a un ejemplo concreto que explique o refuerce las opiniones, pues será eso, extravagante, pero es un método universalmente utilizado. Pero bueno, llamémosle extravagancia si os place.
Insisto: Ni aporta nada nuevo a lo ya dicho por otros, ni el que en su día atropelló al que luchó contra la corrupción, debería convertirse luego en abanderado de la lucha contra la corrupción.
basicamente: destrozo del psoe (opcion de gobierno progresista) y sindicatos (defensa del trabajador), indemne pp; culpables?, sorprendentemente muchos indignados, comunistas, anarquistas….que por pillar cacho son capaces de torcer bipartidismo-parlamento con mayoria absoluta, el cancer de la democracia ahora mismo. prensa toda pensamiento unico, inversores mandan y tienen que echar la gente barato, lineas pp. no hay bien perfecto.
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