La diva

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Ana Botella, el pasado lunes, en un acto sobre el empleo. / Sergio Barrenechea (Efe)

"El divismo es un gran error de los mediocres", asegura el cantante lírico cubano Miguel de Grandy en La Contra de La Vanguardia. ¿El divismo? La diferencia de clases. Leo la entrevista y pienso en Ana Botella viajando hacia un spa de lujo en Lisboa con los cuerpos de las víctimas del Madrid Arena aún calientes. Estar por encima del bien y del mal. Eso es el divismo. Ser más divino que humano, más estrella que alcalde, más político que ciudadano.  Divismo es no tener que dar explicaciones: tras conocerse su viaje de placer, Botella comunicó, a través de su servicio de prensa, que "no asistirá al acto de entrega de premios de la Fundación Integra" que estaba previsto para ayer miércoles. Suspendidas las apariciones públicas. El silencio de los divos.

Botella se hospedó junto a su marido, el ex presidente del Gobierno José María Aznar, su hija Ana y sus nietos, su hijo José María y su esposa Mónica Abascal, y su hijo menor Alonso, en el exclusivo hotel Spa&Golf Penha Longa, en el parque natural de Sintra. "Forma parte de su vida privada, no tengo nada mas que decir", sentenció el portavoz municipal que se tragó el sapo. ¿Dimisión? Los divos no dimiten. Los divos carecen de obligaciones: solo tienen privilegios. Los divos se crecen con el castigo del populacho.

Divismo es flotar. En una piscina con  burbujas, en un ayuntamiento con goteras, en un partido repleto de mediocres. Ana Botella es una diva, un personaje ilustre que goza de una fama superlativa. El ejemplo perfecto de la política madrileña. Y si el atestado policial dice que había 23.000 personas en el Madrid Arena, local municipal con un aforo para 10.000 personas, es su problema. El de las personas. Las divas no son personas, son deidades. Y las deidades, inaccesibles en su grandeza a los vulgares humanos, no reconocen sus errores. Nunca se equivocan, nunca rectifican, nunca se van. Siempre están ahí, para recordarnos que somos seres inferiores, peleles en sus manos.

6 Comments
  1. qq says

    Un puntualizacion, Jefe: el atestado no indica ninguna cifra concreta de personas en la fiesta. Sólo dice que había muchas más de las que la empresa organizadora dijo que iba a haber, ayer escuché unas declaraciones del Ministro del Interior asegurándolo. Lo de las 23000 personas es una filtración.

    Por lo demás, la entrada del blog de hoy es para enmarcar, en especial lo del «ejemplo perfecto de la política madrileña». Como madrileño que vive en Madrid, me da pena y vergüenza que gente como esta sean quienes elegimos (o quienes nos ponen) para ocupar puestos de gobierno. Da idea no sólo del ínfimo nivel de la política madrileña, sino también del de gran parte de su población. Es, realmente, muy, muy triste.

  2. Selito says

    Por si las chiripas:
    Tal vez se diría, según su selecto club de no-fans, que el post de hoy va personalizado para cierta tank-girl pelirroja (según ella) 🙂

    Y sobre la Botella: Recordar que no ha hecho nada que otr@s no hayan hecho antes en momentos de crisis de algún tipo, como por ejemplo, por 25 c., irse a los toros mientras arde el bosque, guan-tu-zri, responda con pedigrí… 🙂

  3. Mik2 says

    Magnífico artículo de la columnista gallega Cristina Losada:

    La penitencia de Ana Botella

    La alcaldesa de Madrid tenía previsto un viaje a Portugal durante el puente de Todos los Santos y «a pesar de la tragedia» no lo canceló. Hay más informaciones y titulares donde aparecen variantes del entrecomillado. Elijo al azar, pero todos son de idéntico cariz: «Se fue a un hotel de lujo de Lisboa en plena crisis del Madrid Arena»; «descansa el fin de semana en plena tragedia»; «decidió visitar Lisboa en plena crisis»; se fue «de viaje de placer a Lisboa en medio de la tragedia». Quizá sea ese último el que de forma más acabada transmite el tóxico mensaje: mientras Ana Botella se solazaba en un lujoso hotel, con spa y golf, las familias de las víctimas lloraban a sus muertas y Madrid y España entera se estremecían. ¡Qué falta de corazón!

    Es un mensaje profundamente demagógico contra el que nada pueden la racionalidad, la apelación a la vida privada, los sentimientos que tuviera la alcaldesa y el hecho de que visitara a las chicas heridas, acudiera al velatorio de Belén Langdon, diera una rueda de prensa, permaneciera al corriente en todo momento o, quién sabe, no lograra pegar ojo durante las dos noches que pasó en el país vecino. Ciertos accidentes, sólo algunos, provocan una conmoción, afectan de una manera especial a la gente, y ¡ay del político del que se sospeche un rasgo de insensibilidad!

    Antes se le perdonan tremendos errores y desmanes en el ámbito político, es decir, en aquello para lo que fue elegido, que un indicio de que se distancia, aunque sólo sea en apariencia, de la emoción que embarga al público afectado por un drama. Pues de eso se trata, sin duda, en este caso. De haber anulado su viaje, quedándose todo el puente en Madrid, la alcaldesa habría hecho lo mismo respecto del accidente y sus víctimas. Pero no parecería que había querido introducir una pausa, una tregua, un respiro, entre ella y la tragedia, entre ella y el sentimiento popular. Sentimiento que, por cierto, no impidió que muchos se fueran de puente, como tenían previsto. Ana Botella, en cambio, no podía.

    Los políticos hábiles, astutos, manipuladores, utilizan en su provecho tales instantes emotivos. Como hizo Schroeder, que ganó unas elecciones por pasearse en botas de agua por unas zonas inundadas. Sin llegar a tan repulsivo extremo, es obligado mantener la conexión con los estados de ánimo de la gente. La política no consiste sólo en gestionar. Bien haría la alcaldesa en afrontar personalmente la pringue populista a cuenta de su viaje. Es algo de lo que no se tiene que avergonzar.

  4. qq says

    http://www.elmundo.es/elmundo/2012/11/08/madrid/1352375611.html: Botella, sobre su viaje a Lisboa: ‘No dejé de pensar en el Madrid Arena’.

    ¿No quieres caldo? Pues tres divas.

  5. Marcelo Marko says

    Ya, y tanto ir y venir ¿también forman parte de sus gastos privados los costes de los viajes o se los hemos pagado entre tod@s l@s madrilen@s a la DIVA?

  6. Lola says

    Lo único decente que se me ocurre ante la actitud de ésta «diva», es «INDECENCIA»

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