Carlos Dívar, presidente del Tribunal y cuarta autoridad del Estado, quería hacerse una fotografía con el Rey Juan Carlos durante los actos del bicentenario del Tribunal Constitucional celebrados ayer. Acusado de gastar en actividades privadas miles de euros públicos, con esa instantánea Dívar pretendía clarear su churretosa imagen. El Rey Juan Carlos, sin embargo, no quería hacerse esa fotografía con Dívar en las actuales circunstancias, con objeto de no empeorar la cochambrosa imagen de la monarquía. Finalmente, la monarquía esquivó al poder judicial con un brillante pase negro. Una lástima, puesto que esa imagen Juan Carlos/Dívar hubiese mostrado a la pareja más simpática y entrañable desde que Casillas besó a Sara Carbonero durante el último Campeonato del Mundo de fútbol.
Dívar estaba dispuesto a ocupar el lugar del elefante en la famosa foto de Juan Carlos cazando en Botsuana. Me parece que le estoy viendo, con la naricita apoyada en un aligustre, la manita doblada en un rictus de novicia y la mirada perdida de magistrado cadáver. Sin embargo Dívar, un hombre adulto atrapado en el cuerpo de un monaguillo, no consiguió encandilar al rey con sus ojillos de cabritillo lechal. Don Juan Carlos dispara con grandes calibres, y me temo que Dívar vive sumido en puritanismos angostos en los que no cabe ni el bigote de una gamba.
Esta obsesión por la fotografía retrata el funcionamiento de nuestra sociedad, más pendiente de las apariencias que de los hechos. Grave error. Deberían saber que, en España, los retratos en pareja o en grupo los carga el diablo. En cuatro días tus compañeros de parranda pueden estar acusados, encausados o incluso enchironados. ¿Recuerdan a Pantoja y Cachuli, haciéndose carantoñas en las calles de Marbella? ¿Y a Zapatero y Rajoy alardeando de su amistad con Obiang y Gadaffi? ¿Y a todos los que sonreían junto a Mario Conde cuando le nombraron doctor “honoris causa” por la Universidad Complutense de Madrid? Juan Carlos era uno de ellos…Por eso se impone la imagen en solitario, y que cada palo aguante su vela.
Retratos individuales y, si es posible, hiperrealistas. Ahí tienen a un Álvarez Cascos que, con un careto que asustaría al mismísimo Mick Tyson, va a ser retratado por nuestro pintor más detallista. El sentido común dice que si tienes el rostro como si te lo hubiese pisoteado una manada de búfalos, la abstracción es más prudente. Pero un Antonio López siempre es un Antonio López. Y si sale gratis, es un chollo. Gratis a Cascos, claro: el Gobierno pagará 190.000 euros al pintor por la obra, encargada en abril de 2010 con el socialista José Blanco al frente de Fomento.
¿No bastaría con una foto de Cascos con Dívar? Por matar dos pájaros de un tiro.
Es posible que solo en pintura se gaste, más de la mitad.
Menuda panda de sinvergüenzas!
A mí quien me da pena es Antonio López. Pese a levantarse 190000 mortadelos, va a tener que soportar interminables sesiones con Álvarez Cascos, sea de cuerpo presente, o mediante foto grandota. Vamos, que todavía me parece que lo está cobrando barato…. Saludos.
Olvidaste que Antonio López trabaja, como Hernán Cortés –salvando todas las distancias artísticas, por supuesto– para la galería Marbounosequé, que regenta la x novia y tercera conyuge del Cascos ese
Vaya, Lucas acaba de unir los puntos …
Me parece que era Aznar el «amigo» del buen Gaddafi.