Isaac Rosa *
Pensaba sumarme al deporte nacional de estos días, el linchamiento al Borbón, pero veo que en las casas de apuestas pagan muy poco por criticar al Jefe del Estado, desvelar chismes o pedir su abdicación. Normal, ya que estos días cualquiera se suma a la cacería: los republicanos de toda la vida, que vemos con estupor el desmoronamiento del rey; pero también monárquicos y juancarlistas que tras décadas de lealtad inquebrantable se dedican estos días a difundir, con la boca pequeña o con todas sus letras, todo tipo de manchurrones sobre el hasta ahora inmaculado monarca: infidelidades, aficiones lujosas, amistades peligrosas, negocios dudosos, enfrentamientos familiares…
Editoriales, columnas, tertulias, viñetas, monólogos cómicos, presentadores televisivos, declaraciones, blogs y tuits compiten estos días por ver quién llega más lejos en desvelar secretos, confirmar rumores, exigir disculpas o pedir directamente la abdicación. Algunos han pasado, sin transición, del peloteo a la mofa, de doblar el espinazo ante el monarca a darle la espalda, de aplaudir a mostrarle el pulgar hacia abajo.
Que el rey campechano, el campeón de la democracia, el garante de la estabilidad, el padre y abuelo ejemplar, el gran hombre desvelado por sus súbditos y entregado a su país sin descanso, se convierta de la noche a la mañana en un golfo, amigo de lujos, marido infiel, desleal con el país cuando atraviesa sus peores momentos, insensible a la penuria de los ciudadanos, y cada vez más tocado por la corrupción familiar, es un trago difícil para millones de españoles que han vivido durante décadas en la ilusión de una familia real cuya caracterización institucional, política y periodística estaba cortada por el patrón empalagoso de la prensa del corazón.
Pero casi más traumático que descubrir que el emperador estaba desnudo, es comprobar que sus cortesanos habían decidido ir en pelota picada para que él no se sintiera solo en su desnudez. Más que sorprendernos con un rey alejado de la imagen idílica habitual, nos conmociona la manera en que sus cortesanos políticos y mediáticos mantuvieron la boca cerrada o se taparon los ojos durante años, y de paso nos cerraron la boca y nos taparon los ojos a los que sospechábamos la desnudez.
Ver cómo los mismos que hasta ayer le reían las gracias hoy rivalizan por demostrar que estaban en el secreto, que lo sabían todo -sus novias, sus viajes secretos, sus amistades impresentables, su fachada hipócrita de familia feliz, sus tratos dudosos con negociantes-, y que son más audaces que los demás en desvelarlo y en pedir cuentas al monarca, es un espectáculo que se suma al del Borbón tambaleándose entre reproches, safaris, naufragios familiares y correos electrónicos que le vinculan con la corrupción de su yerno.
¿Sólo el rey debe pedir disculpas por su comportamiento impresentable? ¿No nos deben alguna disculpa todos esos cortesanos que durante décadas han callado todo eso que ahora resulta que sabían? El debate sobre la posible abdicación real, ¿no debería incluir la abdicación de sus tronos mediáticos y políticos de quienes han colaborado en ese blindaje informativo? Porque es ese blindaje a prueba de todo el que explica comportamientos como los que ahora conocemos, lo mismo el safari millonario que los negocios del yernísimo: lo hicieron porque confiaban en que ese blindaje les protegería.
¿Tan grande es la decepción de los monárquicos, como para que en estos días se oigan y lean expresiones que no se habían oído en más de tres décadas de democracia? ¿O es que muchos se suben a la ola del descontento, y al grito de “¡juancarlista el último!” abandonan al rey por insalvable y saltan del barco antes de que les arrastre en su deriva? ¿Acaso tienen mala conciencia por haber callado tanto tiempo, y se sienten responsables de haber alimentado una criatura que ahora se les descontrola?
Que en cinco días salgan a la luz más asuntos turbios del rey que en treinta y seis años de monarquía es la prueba del enorme deterioro de la institución. Pero también da la medida del fracaso de un sistema que estos días, entre elefantes muertos, caderas rotas, prima de riesgo y orgullo empresarial herido, muestra avanzados signos de descomposición.
A mí lo que me mosquea, y casi que me corta un poco a la hora de poner a caldo al ‘irresponsable’, es eso de que la extrema derecha participe de un modo tan entusiasta en el linchamiento al Borbón. ¿Simple arrepentimiento, o hay algo más? No me fío ni un pelo. Qué estarán tramando…
Bueno, bueno, bueno….tampoco es tanto el transformismo: tan sólo hay que darse una vuelta por la caverna mediática y su defensa a ultranza de la Monarquía y el «juancarlismo» : ABC, La Razón, Intereconomía…
Incluso varios editoriales de El País en defensa de la Monarquía parecían escritos por el editorialista del monárquico ABC o por Bono, y no precisamente el de U2.
Y algunos en las tertulias de la SER también por la mísma línea y con mucho apasonamiento y vehemencia: que si le debemos la democracia, que si paró el golpe de estado del 23F, que si hemos tenido el periodo más largo de paz y democracia en toda nuestra historia gracias a él…bla…bla..bla …bla
Todo eso está muy bien. Tenemos que estarles agradecidos por los servicios prestados al país, pero ¡¡¡¡TAN SÓLO ESTABA CUMPLIENDO CON SU OBLIGACIÓN¡¡¡
Su majestad a pedido disculpas.
Y el baboseo «al rojo vivo», no se ha hecho esperar.
Ya tenemos, otra vez, un rey maravilloso y campechano, muy sincero dice el presentador.
¿No es estupendo?
Es lo que tiene ser 3er mundista.
De todos modos, Rosa, dejando aparte el baboseo cortesano, a mí me parece que a decir las cosas se le llama libertad de expresión, una práctica todavía algo timorata en España. En cuanto a dar la buena cara de los asuntos de familia, me parece que eso pasa en todas. Claro que, hay gente que es tan pura y tan impecable. Republicana de toda la vida, ya te digo.
Mi rey se dedica a follar, el vuestro a joderos
También las redes sociales, que son más difíciles de controlar.
No deja de sorprenderme que para enterarnos de los asuntos de la Corona sea mejor estar al tanto de lo que se dice en la tele y prensa (llamada) basura que en la prensa (llamada) seria; que el comportamiento de, pongamos, Pilar Eyre sea más valiente que el de, pongamos, Iñaki Gabilondo, que esta semana nos hablaba de peligrosísimas amistades del rey sin dar ningún nombre. Y no deja de sorprenderme que la única persona a la que he oído «autoinculparse» en esa protección de la familia real sea ¡¡¡Terelu Campos!!!
La monarquía y la democracia son incompatibles por definición.Los medios del PP y el PSOE intentan evitar a toda costa el debate sobre el modelo de Estado. No quieren que los ciudadanos tengamos soberanía para decidir nuestro futuro, no quieren democracia.
Esta claro que sin la colaboración de los grandes medios de comunicación corrompidos que tenemos en este país, la anomalía democrática que es la monarquía no seguiría existiendo.
http://abajolascadenas.wordpress.com/
Deberian de dejar de ser monarquias, para pasar a ser un pais libre con todas las letra, QUE VIVA LA DEMOCRACIAAAAA!!!!! eduacaion y salud gratuitas para todo el mundooo!!!
NO se olviden la salud y la educacion
la salud y la educacion GRATUITAS son un derecho!!! no se dejen engañar!!