Isaac Rosa *
Pues no, no estaban muertos. Pese a las paletadas de tierra que en los últimos años les han echado encima, asegurando que su tiempo ya pasó, que se agradecen los servicios prestados a la democracia pero que ya no tienen sentido en un sistema de relaciones laborales que a golpe de crisis y reformas avanza hacia el vis a vis entre empresario y trabajador; al final ha resultado que los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, no estaban muertos.
Tampoco estaban de parranda. Los parásitos de la subvención pública, los que viven del cuento, los sindicatos liderados por coleccionistas de relojes de lujo y que comen a diario en restaurantes de cinco tenedores, los del millón de liberados, los que sólo defienden sus privilegios, los que se van de cañas al terminar las manifestaciones, no debían de estar tan de parranda como aseguran sus detractores, pues han sido capaces de movilizar decenas de miles de piquetes, paralizar varios sectores vitales de la economía, y reunir a cientos de miles de ciudadanos en las mayores manifestaciones que se recuerdan desde las históricas del ‘No a la guerra’.
No entraré a discutir si la huelga ha sido un éxito, un fracaso o una medianía, puesto que sería su palabra contra la mía, dada la falta de parámetros en un país donde hasta el consumo eléctrico es opinable. Teniendo en cuenta las condiciones adversas de esta convocatoria, pienso que el resultado está más cerca del éxito que del fracaso, o al menos está mucho más lejos del fracaso que del éxito, que no sé si es lo mismo. Pero ya digo, todo es opinable, y la huelga va por barrios.
Quienes más se jugaban ayer eran los sindicatos. Para el gobierno, descontado el escenario de una huelga arrolladora a lo 14-D, el riesgo no era muy alto, y Rajoy hasta parecía interesado en un paro discreto con que vender la seriedad de sus medidas en Europa (miren cómo se revuelven mis ciudadanos, de lo duro que soy).
Y siendo ellos los que más se jugaban, son también los que más ganaron ayer. Tampoco necesitaban un 14-D para demostrar a sus sepultureros que todavía colean. Les bastaba con evitar un fracaso rotundo como el que les pronosticaban, y con hacer algo más que cumplir la papeleta como en 2010. Y ambas metas fueron alcanzadas ayer.
Con todos los peros que cada uno quiera ponerles, hay que reconocer que CCOO y UGT conservan una capacidad de movilización que, sin ser capaces de paralizar por completo un país (para lo que necesitarían además la colaboración de la CEOE), siguen teniendo fuerza para detener el transporte público, cerrar la industria, apagar televisiones y vaciar polígonos, puertos y mercados mayoristas, además de conseguir incidencias considerables en unos cuantos servicios públicos de peso.
Es cierto que las huelgas se juegan en el terreno de la imagen, y la deseada instantánea de la ciudad con aspecto de domingo es cada vez más difícil por los cambios económicos, productivos y laborales (ni siquiera los domingos tienen ya aspecto de domingo en muchos sitios). El pequeño comercio, el sector servicios o la administración, con mucha menor incidencia de la huelga que entre los tradicionales blue collar, permiten mantener la apariencia de “normalidad” tan querida por el gobierno. A su vez, el acuerdo en servicios mínimos no visibiliza tanto el paro del transporte, incluso siendo este del 100%, pues a ojos del usuario siguen circulando trenes y autobuses, aunque sea con retraso.
Así, la huelga ha sido rotunda en los sectores más invisibles social y mediáticamente, pero discreta en aquellos más a la vista, por lo que no extrañe que para muchos ciudadanos no hubiese huelga. En todo caso, la invisibilidad de lo logrado se vio en parte compensado con las gigantescas manifestaciones, que en términos de imagen visualizaban con más eficacia el rechazo ciudadano a la reforma laboral y los recortes.
Pero que no estén muertos no significa que gocen de una salud de hierro, ni que puedan sacar mucho pecho. La huelga también ha servido para transparentar sus debilidades. En primer lugar, lo ya comentado: esos amplios sectores de la población trabajadora donde los sindicatos han ido perdiendo presencia, por los cambios productivos pero también por méritos propios. Debería preocuparles especialmente el alejamiento progresivo de los funcionarios, donde ceden cada vez más terreno a los sindicatos sectoriales, sin los cuales no pueden ya convocar una huelga de alcance.
El 29-M también evidencia la necesidad que CCOO y UGT tienen de ir de la mano de otros: sindicatos minoritarios, movimientos sociales, vecinales, estudiantes y 15-M. Todos han participado en la huelga y en las manifestaciones, y sin ellos habría sido menor. Eso sí: la dependencia es mutua, y de la misma forma que los sindicatos deben reconocer que los necesitan para extender sus convocatorias, también aquellos que a menudo fantasean con convocar una huelga general sin contar con CCOO y UGT habrán aprendido ayer que una convocatoria así no es moco de pavo, y que sin los sindicatos mayoritarios no llegarían muy lejos. De hecho, el calor de la huelga, el piquete y la manifestación compartidas, permitieron unas escenas de familiaridad que hasta ahora apenas se habían visto.
Por eso los sindicatos cometerían un error si se confiasen y se conformasen con certificar que están vivos. El día después, la gestión de la huelga, no sólo debe mirar al gobierno, sino también a la sociedad, a todos aquellos que, desde posturas críticas con las direcciones sindicales, se han sumado al 29-M y lo han hecho esperando que sea mucho más que un día de huelga, que la protesta tenga continuidad (lo que no ocurrió el 29-S de 2010). Ante los meses duros que nos esperan, no se entendería que tras la huelga aflojasen el pulso o corriesen a sentarse a la primera mesa de negociación que les ofrezca un gobierno que no tardará en querer una de esas fotos con apretón de manos que tanto luce en el álbum.
Una última reflexión: que la huelga no haya sido muy grande sólo significa que puede ser mayor. Como mayores son las amenazas en el horizonte. Mayores incluso que la propia reforma laboral, que ya es decir.
Entre la ya larga campaña de desprestigio y acoso y derribo a los sindicatos por parte de la derecha política y mediática, siguiendo la línea de los chicago’s boys de Freadman, Thacher y Reagan; y ellos mismos que se han ido desprestigiando con ciertas actitudes, además de que su estrategias -reconozcamoslo- se está quedando obsoleta, pues va a llegar un momento en que, entre todas la mataron y ella misma se murió. Cuando llegue ese momento lo vamos a lamentar todos.
Nunca me sentí representados por ellos ni sentí que me defendieran. Nunca me afilié a ninguno por eso, porque siempre defendía al sector de los funcionarios; a los trabajadores de grandes empresas, sobre todo del sector industrial, la minería, etc o a todos aquellos que tenían un trabajo con contrato indefinido. A los que siempre hemos sido, como yo, outsiders, y me he pasado mi vida a salto de mata a base de contratos temporales o precarios, cuando no parados, nos sentíamos marginados.
Si a eso unimos a algo personal que tengo con ellos – que curiosamente coinciden en que son unos vividores y que van con más frecuencia a las mariscadas que a las barricadas -, cuando en una ocasión, después de una reunión que tuvieron, cenaron una docena sindicalistas en un hotel donde trabajaba, que en vez de sindicalistas sus actituides eran más propias de pijos o snobs y el trato despreciativo que me dieron mientras les serví (ese día era yo solo en sala). No hubo ninguna referencia en las conversacciones a problemas laborales o sindicales; todo se basó en hablar de vinos, sus añadas, de anécdotas de lo bien que habían comido en tal o cual restaurante o haciendo planes a ver a cuáles de ellos iban a ir en el futuro.
Llegaron una hora después de la hora para la que me reservaron la mesa, justo la hora de cerrar el comedor. Dos personas de cocina tuvieron que quedarse hasta las 2; la chica del Office hasta las 3; y a mi me tuvieron hasta las 4 de la mañana, porque querían unos wishies y cubalibres para la sobremesa. En una cuenta de 550€ y ni uno de propina. ¡¡¡NI LAS GRASCIAS¡¡ al menos por las molestias y el habernos hecho trabajar 5 horas más de nuestra jornada laboral.Llegué a casa a las 5 de la mañana y me levante a las 7 porque aquel tenía el turno de mañana para dar los desayunos.
Al día siguente hablando con los compañeros sobre el tema, lleguemos a la conclusión que esos son los defensores de la clase trabajadora.
Cierto es que el poder de movilización de ugt y cc. oo. ya lo quisieran otros para sí, pero también me hubiera gustado ver cómo se hubieran celebrado las huelgas generales de galicia y país vasco sin ellos (antes que la huelga general nacional, diversos sindicatos locales y otros anarcosindicalistas ya habían anunciado huelga general en galicia y país vasco para el 29 de marzo) ¿hubieran logrado también una gran movilización en esas zonas sin cc. oo. y ugt? Hubiera sido interesante verlo…
A Runaway, una perogrullada: Hay sindicatos y sindicatos, y también hay sindicalistas y sindicalistas (y también, sindicatos que no tienen liberados…).
Realmente triste y lamentable esta historia de María, como realmente es triste y lamentable los dramas personales de más de 5 millones de parados que esta reforma laboral se va a encargar de que llegue a 6 o 7 y que los que consigan empleo serán sus contratos tan precarios y los sueldos tan bajos que tendrán sólo para comprar lo imprescindible para sobrevivir como el pan que vende esta señora. El ritual está obsoleto y es propio del siglo XIX, pero es a ese siglo a donde el gobierno quiere llevarnos. Determinados medios de manipulación y propaganda madrileños con los incidentes de Barcelona, estén encantados de tener fotos para su portada para demostrar sindicalistas o huelguistas son una especie de guerrilleros urbanos que lo que quieren es extender el caos y el desorden por todo el país. Lo cierto es que en Barcelona hay un grave problema con determinados grupos que aprovechan cualquier concentración multitudinaria en la calles, ya sean manifestaciones o celebraciones de los títulos del FC Barcelona
Este es mi comentario a un artículo que he leido esta mañana en La Vanguardia que dice así:
«A María le rompieron ayer los cristales de la panadería; lo hizo un grupo que decía hablar en nombre de los trabajadores y que también la insultó porque no quería dejar sin pan a la gente de su barrio. Ahora, además de tener que defender un negocio que retrocede y soportar la competencia de las gasolineras, María deberá pagar la factura de los desperfectos; ni la Administración ni los sindicatos lo harán. Concluido el ritual de la huelga general, el Gobierno Rajoy continuará con la reforma laboral y María hará lo imposible para no cerrar el horno de pan que su padre abrió después de la guerra, Ella siempre se ha considerado una trabajadora, no una empresaria (….)
A María le rompieron ayer los cristales de la panadería; lo hizo un grupo que decía hablar en nombre de los derechos básicos y que también la insultó porque no quería dejar sin pan a la gente de su barrio. Ella observaba a los miembros del piquete sin miedo y sin rabia, sin ningún tipo de visceralidad, con un enorme distanciamiento, como si hubiera imaginado la escena muchas veces. Una vez acabada su importante misión, aquellos valientes representantes del proletariado se alejaron de la panadera y las dos dependientas, no sin antes advertir con gritos que, si no bajaban las persianas, volverían.
Concluido el ritual de la huelga general, el Gobierno Rajoy continuará con la reforma laboral y María llamara a Pedro, que tiene una tienda de cristales, mamparas de baño y similares, y le encargará que, lo más pronto posible, arregle el escaparate principal de la panadería. Concluido el ritual del siglo XIX y la guerra de cifras del siglo XXI, el contundente arte de la persuasión de ciertos piquetes habrá contribuido de manera decisiva a impulsar la economía productiva y a generar riqueza, sobre todo en el ámbito de las reformas en locales y establecimientos de cara al público.»
Artículo completo:
http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20120330/54279051772/francesc-marc-alvaro-concluido-el-ritual.html
A Obdulia https://www.cuartopoder.es/telematon/la-nina-infiltrada-de-rajoy/1826 le han salido imitadores. Al menos, ella era de pocas -y torpes- palabras. Estos, además de torpes, sufren de incontinencia verbal. Me quedo con Obdulia.
Totalmente de acuerdo. Pero las organizaciones sindicales no son una cosa diferente de los propios trabajadores. Durante años las organizaciones sindicales han dicho que el modelo que teníamos nos llevaba al desastre y que existen alternativas, pero ni las organizaciones ni los propios trabajadores hemos podido o querido construir la fuerza para cambiar las cosas. Ahora, después del éxito de la jornada del 29M esta es la prioridad: No lo es medir quien tiene la hegemonía de la calle ni la hegemonía en la sociedad. Lo importante es que esa alternativa (un reparto más justo de la riqueza, un cambio de modelo no solo productivo sino social y económico que ponga a las personas en el centro de las preocupaciones, la revalorización del trabajo) gane la calle y el apoyo mayoritario de la sociedad