Hugo Martínez Abarca *
No hace mucho, el 29 de septiembre de 2010, hubo una Huelga General que algunos valoramos como un éxito relativo en tanto en cuanto fuera el principio de la confrontación social con las medidas neoliberales: se evidenciaba que la sociedad no estaba movilizada o que al menos no se movía como ponía en los manuales pero había un primer paso de los sindicatos para responder a los ataques lanzados desde el Gobierno a partir de mayo de 2010. Poco después, el 15 de mayo de 2011 supuso el inicio de una nueva articulación de la sociedad crítica en estructuras cada vez más maduras y activas pero que va despacio porque va lejos: el 15-M ha sido una magnífica noticia, pero su incidencia tiene de momento más que ver con la generación de nuevas hegemonías culturales y organización de la disidencia (y no es poco) que con conquistas impactantes a corto plazo. En lo institucional veníamos de una descomposición de la izquierda federal que contaba con apenas dos escaños en el Congreso y no muchos más de izquierdas nacionalistas que por otra parte se presentaban a las elecciones del 20 de noviembre con un cierto giro a la derecha en los casos de ERC (tras su penúltimo giro interno) y de Geroa Bai tras salirse Aralar de Nafarroa Bai para las generales. Esa dificilísima situación de partida, que aconsejaba visión a largo plazo, contrastaba con la urgencia de dar respuesta a los shocks neoliberales dictados desde los poderes financieros y el gobierno alemán y ejecutados a placer por los partidos turnistas (el PP y CiU en las comunidades que gobiernan y el PSOE en el gobierno central).
Esa difícil combinación de necesidad de urgencia y paciencia fue respondida por Izquierda Unida con una doble propuesta: por un lado se buscó una alianza lo más amplia posible de los partidos de izquierdas que enfrentábamos las políticas neoliberales; por otro se lanzó un proceso lo más participativo que permitían los plazos para elaborar el programa electoral. En ambos casos hubo un cierto éxito de la apuesta. Se alcanzó un acuerdo de doce fuerzas políticas que generaron una ilusión que en muchos casos llevó a incrementar los votos en bastante más que la suma de las dos partes: es el caso de la alianza histórica en Aragón que llevó a la suma de IU y Chunta Aragonesista de un 7.82% (y ningún escaño) en 2008 por separado a un 10.52% en 2011 y un escaño al ir juntas: las urnas han premiado a quienes se han puesto al servicio de las necesidades de la sociedad y no de sus pequeños intereses organizativos. En la elaboración del programa electoral se convocaron asambleas ciudadanas por todo el Estado y se estableció un debate participativo que fraguó un programa electoral escrito por 15.000 participantes. Obviamente todo es mejorable y más con las urgencias de una convocatoria electoral adelantada, pero IU supo dar una respuesta al momento histórico y eso generó una ilusión que se vivió con euforia durante la campaña y cristalizó en la noche electoral con una subida de 700.000 votos (un 70% aproximadamente respecto al 2008) que debería haber supuesto un grupo de 25 diputados con una ley electoral proporcional.
En ningún lugar está escrito que una crisis económica conlleve automáticamente el crecimiento de los partidos que proponen alternativas, ni de la izquierda en general. En otros países de Europa en los que se han llevado a cabo políticas parecidas ha habido partidos de referencia en la izquierda europea que han sido barridos de las urnas y en América Latina los gobiernos progresistas en sus distintas vertientes aparecieron más de una década después de la aplicación de la doctrina del shock neoliberal. El 20 de noviembre IU no sólo subió en su conjunto sino que lo hizo en todas y cada una de las circunscripciones electorales en muchos casos duplicando resultados y en algunos hasta triplicando. Sólo Euskadi rompe esta tendencia debido a una complicadísima situación interna que hace que IU esté allí en plena reconstrucción, por lo que los resultados allí (que habrían supuesto dos o tres diputados autonómicos) se puedan considerar un muy buen punto de arranque. Ese crecimiento homogéneo es una noticia casi tan positiva como el crecimiento en diputados, pues prácticamente dejan de existir zonas blancas donde IU sea una fuerza electoralmente marginal. El 20 de noviembre mostró el vigor de la izquierda alternativa y el comienzo de una resurrección que no tenía por qué ser nada fácil.
El panorama, pues, ofrece una réplica también en las instituciones al avasallador poder institucional acumulado por el PP que será puesto al servicio de los intereses de la economía financiera y especulativa (no hay que ser adivino: la primera semana de Rajoy ha sido dedicada a reunirse con banqueros y recibir órdenes de Ángela Merkel y de las agencias de rating). El 20 de noviembre no puede ser bajo ninguna circunstancia un punto de llegada de la izquierda sino un punto de inflexión que permita reorganizarnos políticamente al ritmo que está reorganizándose la sociedad civil. Tocan tiempos duros en los que hay que seguir preparando respuestas a corto plazo y alternativas a los plazos más cortos que la realidad permita: el horizonte no puede ser sólo un importante grupo parlamentario sino lanzar un proceso constituyente una vez constatado el colapso político, económico, institucional, ético y cultural del régimen de la Transición.
En 2008, cuando la crisis económica estaba comenzando y sólo algunos atisbaban su tamaño, Izquierda Unida propuso en su IX Asamblea la necesidad de un proceso de refundación de la izquierda. Tal proceso ha estado en marcha desde entonces y ha tenido algunos hitos importantes aunque falten ahora pasos decisivos que dar. Se le quiera llamar como se le llame este proceso tiene que llevar a aprovechar el resultado del 20 de noviembre para seguir generando una alternativa que más pronto que tarde se presente a la sociedad no sólo como pepito grillo sino como instrumento eficaz para que se produzca un cambio real. Ni las organizaciones ni su presencia institucional son un fin, sino un instrumento al servicio de la emancipación de la sociedad y de cada uno de sus componentes. Y hoy esa emancipación pasa por un proceso constituyente que genere un nuevo edificio sobre las ruinas de la Transición y que impulse otro gran proceso constituyente para Europa que fabrique unas instituciones democráticas y sociales que sustituyan a un edificio pensado para una oligarquía económica que gobierna sin ningún control democrático.
Hoy posiblemente sea mucho más fácil arrinconar los pequeños intereses organizativos y pensar con cierta grandeza dado el horizonte limpio de convocatorias electorales al margen de las autonómicas en Andalucía. Los pasos que tocan ahora requerirán de nuevo la lealtad y generosidad entre las fuerzas que apuesten realmente por una alternativa y sobre todo por miles de personas no organizadas políticamente que aspiren a plantar cara con eficacia a las agresiones políticas y sociales que vivimos al menos desde mayo de 2010 y que prometen agudizarse a partir de ahora.
Los dos caminos que toca recorrer en esta dirección son complementarios.
Por un lado hay que afianzar los acuerdos con los que se ha llegado a las elecciones y profundizar en ellos, generar trabajo común para cumplir nuestro compromiso de que serían más que encuentros coyunturales. En la medida en que sea posible y haya voluntad por todas las partes habrá que extender a quienes no vieron oportuna la alianza para estas elecciones pero que tras éstas puedan tener mejor disposición a buscar espacios de encuentro que lleven a una convergencia más profunda. Para ello quizás sea oportuno compartir un catálogo de líneas rojas, de elementos que consideramos imprescindibles para compartir espacios. Unas líneas que sean pocas pero inflexibles y que marquen un espacio amplio dentro del cual quepa mucho movimiento y mucha diversidad de propuestas emancipatorias.
Por otro lado hay que dar paso a la reflexión sobre el modelo organizativo del que se debe dotar la izquierda para que ese espacio resulte atractivo para una pluralidad de actores y que facilite la generación de consensos y sumas mediante instrumentos participativos y democráticos. A ese modelo se podría llegar con mucho diálogo y participación desde algún documento base que sirva para el debate con otras organizaciones, con otras personas y en asambleas. Se trata de elaborar una estructura política capaz de aglutinar, de ir generando un polo democrático con aspiraciones hegemónicas y de ser eficaz en la resistencia civil y política acompañando a la que seguirá dándose en las calles, las plazas y los centros de trabajo.
El 20 de noviembre muestra que el camino emprendido por gran parte de la izquierda camina en la buena dirección como punto de partida: la propuesta política nítidamente opuesta a los recortes sociales y democráticos y la apertura al encuentro generoso y leal con otros con los que habíamos disputado tradicionalmente espacio político-electoral. Tenemos que estar contentos por el rumbo emprendido el 20 de noviembre, porque ese día no se llegó a una meta sino que se impulsó claramente un camino que no puede parar.
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PP y UPyD suman sus votos en Madrid para mantener al general Mola en el callejero. El Plural
Ya vamos viendo que la UPyD de la Srta.Lozano de que color pinta su partido,Alvaro Pombo que estaba por el CoPago sanitario,vamos que La Marca Blanca del Partido Podrido ya empieza ha aparecer.