El 15-M con la Revolución Francesa

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Julián Sauquillo *

El filósofo esloveno Slavoj Zizek, en una imagen de 2008. / Andy Miah (Wikimedia Commons)

Suele pensarse que al ciudadano sólo le resulta exigible el cumplimiento de las normas jurídicas. Que cualquier otra demanda más exigente proviene de puritanos o de déspotas ilustrados. Es frecuente dar por buena su conducta de hombre medio de la calle o de buen padre de familia. Y cualquier otra conducta cívica más excelente es tenida por heroica y nunca como obligatoria. Pero este individuo estrictamente obediente a las normas vigentes es, hoy, la mínima expresión ética.

Desde luego, nunca es aconsejable que se pretenda acceder a la virtud a través de la fuerza. No parece recomendable que el modelo de virtud democrática sea el jacobinismo. Pero atendemos hoy a un tipo de ciudadano que más se parece a un “siervo voluntario”, en la expresión de Étienne de La Boétie, fácilmente gobernable, que a un ciudadano airado. Es más un súbdito –como ha destacado Antonio Valdecantos- que un ciudadano.

Y, entonces, ¿qué hacer? No parece acertado que el 15-M explore, como positiva, la senda de la Revolución Francesa en sentido neto como alternativa. Tal como ha proclamado querer: “venga una revolución ilustrada pero, esta vez, completa”. Así han dicho porque el radical Slavoj Zizek –aupado por los jóvenes críticos- se empeña en recuperar el jacobinismo desde su propio estalinismo. Como Andrezj Wajda expuso en su magnífica Danton (1983), la quimera del igualitarismo absoluto llevó a Robespierre a cortar la cabeza de Danton. Había en aquel abogado un exacerbado horror a que algún político sobresaliera en favor del patriótico amor del pueblo. La delación política y el acero de la guillotina se pusieron, entonces, al servicio de una memorística inútil de los derechos humanos (que el buen ciudadano aprenderá con la misma constricción del nacional catolicismo,  desollado por El Florido Pensil). Los derechos se convierten en argumento justificador del Estado en vez de garantía de los ciudadanos de tener, por ejemplo, un juicio justo. Y, así, nada se logra. La revolución se convierte en un catecismo a repetir con fe revolucionaria. Y nada más. Al genial y excéntrico Valle-Inclán, la senda del jacobinismo le llevó a situar los problemas de España en nuestra carencia de una “guillotina eléctrica” (sic) en la Puerta del Sol. Y algún filósofo del derecho ocurrente remachó que había que acercarla a la Carrera de San Jerónimo. Pero ocurrencias estrafalarias aparte, la vara larga en la mano del joven para que encarne la virtud con miedo no parece recomendable. Tampoco la revocación absolutista de la clase política.

Sin embargo, entre el terror jacobino y la flacidez del súbdito actual hay vías intermedias. Nuestras sociedades desarrolladas contemporáneas han exaltado la “autonomía individual” del sujeto en sociedades (heterónomas) esclavas, donde el sujeto anda sujetado a todo tipo de consuelos, satisfacciones, halagos, vanidades, como si se tratara de una “terapia de cosquillas” (¡existe y está en el mercado!... pero no la he probado). Cuanto más se proclama la autonomía individual, más heterónomo es el sujeto y más víctima es de la publicidad, del Estado, de los mercados y de la prensa, entre otras ataduras. Por ello, es posible tanta conmiseración y acatamiento del ciudadano de males por endémicos: por ejemplo, la corrupción. Abunda, en este sentido el comentario acerca de que meter la mano en la bolsa pública es humano. Pero, ¿no será humano, demasiado humano, hasta resultar soez? Parece que sueldos públicos cercanos a veinte mil euros –se dan como salarios mensuales dentro de un nivel de la administración y no por acumulación salarial- deben blindar al representante de la tentación y hacerle menos vulnerable a los intereses espurios. Sin embargo, se repite la letanía del tan traído y llevado ciudadano de “hacen bien, si a mi me pusieran....” como una queja que aguarda la hora de resarcirse. Son muchos, que, en el fondo, les envidian.

Acaba de publicarse la encuesta de junio de 2011 del CIS que manifiesta la preocupación subrayada del elector hacia la escasa calidad pública de los representantes y, a su vez, la resignación hacia la corrupción. Apartarse de los intereses generales y seguir intereses oscuros no repercute en los resultados electorales. Estamos obsesionados con la crisis y no damos crédito más que a quien tenga las fórmulas para sacarnos de su patetismo. Así las cosas, el voto pierde algún valor para defender a los ciudadanos. Y “a río revuelto ganancia de pescadores”. El 15-M puede abandonar –me parece- el discurso jacobino y avanzar en el acicate de las conciencias. No haría mal el ciudadano, en vez de proclamar su libertad, en contabilizar exactamente de cuantas cadenas es esclavo, como ya una escritora aconsejaba.

5 Comments
  1. KawwaK says

    Me gusta cómo está escrito pero… ¿Cuáles son esas «vías Intermedias»?

  2. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    No es de recibo que el ciudadano medio sea o mantenga esa especie de «conmiseración» hacia los corruptos, con sus corruptelas. Sin embargo, véase cuán benévolos nos mostramos: tanto que, si antes de descubrirse el fraude, del tipo que sea, obtenían un millón de votos, ahora, trás conocerse dicho (presunto robo), se les concede dos millones… ¿Por «conmiseración» o por abandono, masoquismo, síndrome de Estocolmo…?
    ¡Sin necesidad de llegar a ningún «15-M» o llegando a él, no sé, todo está en nuestras manos: en las manos de los votantes!
    ¡Hacer dejación del ineludible deber del ejercicio de votar (votar, digo, aquello que cada cual desee: rojo o azul o verde…), nos convierte en meros borregos. Porque a nada nos da derecho!

  3. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    No es de recibo que el ciudadano medio sea o mantenga esa especie de «conmiseración» hacia los corruptos, con sus corruptelas. Sin embargo, véase cuán benévolos nos mostramos: tanto que, si antes de descubrirse el fraude, del tipo que sea, obtenían un millón de votos, ahora, trás conocerse dicho (presunto robo), se les concede dos millones… ¿Por «conmiseración» o por abandono, masoquismo, síndrome de Estocolmo…?
    ¡Sin necesidad de llegar a ningún «15-M» o llegando a él, no sé, todo está en nuestras manos: en las manos de los votantes!
    ¡Hacer dejación del ineludible deber del ejercicio de votar (votar, digo, aquello que cada cual desee: rojo o azul o verde…), nos convierte en meros borregos.
    Porque a nada nos da derecho!

  4. irrepresentable says

    «Tengo que poner en marcha el ventilador…» frase utilizada por Enrique Ortiz, empresario de la construcción, imputado en el caso Brugal en el que hay imputados varios cargos de PP en la provincia de Alicante.
    El ventilador («Los políticos…») ha sido y es muy utilizado por la gente de la derecha o con una idea naif de la política. La prensa y medios de la derecha, ABC, El Mundo, La Razón, La Gaceta, COPE, utilizan esta expresión y otras dentro de un mismo paquete retórico con habilidad y éxito.
    La ciudadanía española, paga y vota a sus servidores públicos sin prácticamente vigilar sus actuaciones. ¿A quiénes conocen que sepan quiénes son sus concejales, quiénes los diputados y senadores por su provincia, para empezar?
    No sé porqué al autor no le gustan los jacobinos, si él ya tiene su estilo, repartiendo calificativos. Le pregunto a él a qué tenemos derecho cada quién, le invito a comprobarlo. Pruebe a defender a un inmigrante detenido con una violencia a su juicio innecesaria, pruebe a dormir en un parque, pruebe a exigir que Aznar pida perdón públicamente por escaquearse de la mili mintiendo como miles y miles no pudieron hacer, pruebe a decirle no a su jefe cuando le apriete, pruebe a que la iglesia le borre de sus ficheros porque apostata. Pruebe a ver quién manda. Derechos. A ver si resulta que tenemos que volver a pagar por los que creíamos que habíamos conquistado, perdón, adquirido, que parece que le gusta más.
    Las vías intermedias, esas salvadoras vías que no aparecen por ningún sitio y que la web promete, empiezan a mostrar su pobreza. Internet crea vínculos, sí, pero no puentes. Habría que saber, y yo desde luego que no sé, mucho sobre la sociedad de nuestro país para hacer las afirmaciones del artículo. Pero parece aproximadamente cierto que una parte de la sociedad, un poco más ‘progresista’ exige más a sus representantes. La izquierda. Los términos derecha e izquierda se han ido desplazando en los campos semánticos que iluminan pero no creo que puedan, aunque no sea más que por economía del lenguaje filosófico-político, desaparecer.
    Coincido con el mensaje final, con el mensaje de la toma de conciencia, aunque será, lo es, la experiencia como siempre la que lo marque. ¿De qué cadenas somos esclavos cada uno?

  5. Pharmf276 says

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