Hugo Martínez Abarca *
“Muslims, Christians, we're all Egyptians” fue la respuesta de la Plaza Tahrir (plaza de la liberación) a quienes pretendieron dividir y liderar la revuelta por la liberación egipcia. El grito no negaba la pluralidad de quienes querían derrocar la tiranía, pero reivindicaba que esa pluralidad cabía en una unidad mayor de respuesta al verdadero enemigo. Ese espíritu de Tahrir reivindicaba el economista Juan Torres en su presentación de la red de convergencia social el pasado 19 de febrero en el Auditorio Marcelino Camacho: “quien haya venido aquí cargado de diferencias y de matizaciones, por favor, que salga inmediatamente a dejarlas fuera de la sala y que entre de nuevo dispuesto o dispuesta a poner en marcha lo que nos une, lo que nos puede dar fuerza, no lo que nos puede debilitar”.
Desde hace muchísimos años no había una situación de hecho más propicia a una respuesta importante y unitaria de la izquierda. Entiéndase aquí por izquierda algo tan poco exigente y radical que responde a lo que el propio Zapatero asumía como evidente hace apenas dos años: “adelgazar el Estado del Bienestar no reactivará la economía (…). En EE UU tienen el mercado laboral más flexible del mundo y se está destruyendo empleo a una velocidad desconocida (…). Una sociedad con trabajadores con más derechos es más competitiva, lo otro son tesis que entran dentro del catálogo de los neoconservadores de no regulación, no intervención y de adelgazar el Estado de Bienestar que no dan resultados satisfactorios”. Esta era la respuesta de Zapatero en febrero de 2009 cuando Miguel Ángel Fernández Ordóñez le pedía que no esperara al golpe de estado de los mercados de mayo de 2010 para radicalizar el sometimiento de nuestra economía al modelo neoliberal. En una entrevista en TVE (ya en febrero de 2011) Zapatero decía a quien llamara neoliberales a las políticas que aplica su gobierno que “debería de (sic) revisar los planteamientos ideológicos de lo que es neoliberalismo” pero entenderá Zapatero que no todos tengamos la capacidad de revisar planteamientos ideológicos con su sorprendente velocidad y radicalidad.
El descrédito de las recetas neoliberales es evidente. Estamos en una crisis cuyo origen se remonta a la introducción de tales recetas a finales de los 70 de la mano de Reagan y Thatcher. Fue el modelo que se implantó en Estados Unidos y del que está empapada la Unión Europea que nos han construido. El milagro español fue el mismo que el irlandés, que el islandés,... neoliberalismo de ladrillo, crecimiento nominal a base de burbuja especulativa que ya en época de vacas gordas condenaba a miles de jóvenes a renunciar al derecho a la vivienda en un país con millones de pisos vacíos dedicados a la especulación. La burbuja española se ha pinchado con la contundencia de sus burbujas vecinas. Pero mientras nos reímos de quienes pusieron sus ahorros en Nueva Rumasa pensando que no ocurriría como con la Rumasa de toda la vida, la respuesta a la crisis del neoliberalismo es más neoliberalismo.
Ya nadie defiende la sinrazón neoliberal. Las medidas antisociales que impulsan conjuntamente PSOE, PP y CiU (con las necesarias divergencias interpretativas que exige el guión) se argumentan como forma de calmar a los mercados. Es una forma de reconocer que la razón de estas decisiones es una razón de fuerza: los mercados tienen más poder, tienen el poder que demostraron en mayo de 2010 de hundir economías y comprárselas en el mercado de deuda. Más allá de si tal poder es real o no, lo cierto es que quienes nos oponemos realmente a ese catálogo de los neoconservadores no hemos sabido hasta ahora generar un contrapoder, una plaza de Tahrir en la que no miremos quién es quién, de dónde viene cada cual sino cómo es capaz de contribuir al hundimiento de una farsa que se está llevando por delante derechos sociales que ya eran mínimos antes de la crisis. Siempre conviene recordar que en el comienzo de la crisis las fuerzas conservadoras hablaban de refundar el capitalismo, hacer un paréntesis en el capitalismo... sólo al observar la fragilidad de la respuesta social a la crisis y constatar la rigidez del capitalismo actual (toda reforma se antoja revolucionaria) la respuesta de los gobiernos occidentales ha sido radicalizar el modelo neoliberal que generó la crisis y que destruye el escaso bienestar de la amplísima mayoría social en favor de los privilegios una pequeñísima minoría.
Ante este panorama un grupo de intelectuales y activistas políticos que se niegan a la resignación hicieron una propuesta a la ciudadanía disconforme: la constitución de mesas por todo el Estado en las que nos encontremos las gentes que desde diversos orígenes ideológicos y hasta culturales coincidamos en la necesidad de generar un contrapoder a la hegemonía neoliberal. Tal contrapoder se debe basar en consensos de mínimos que faciliten una cierta unidad para ir avanzando colectivamente para desde abajo ir creando una estructura cuyos recorrido y organización irán decidiendo las propias mesas. Esa red de mesas deberá impulsar movilización en la calle: la respuesta social necesaria que no podemos seguir esperando que llueva del cielo. La ilusión despertada por la propuesta se concretó en mil asistentes a la presentación de las mesas y en la pluralidad de los mismos y de las intervenciones. Se anunció allí la creación de una web, http://www.redconvergenciasocial.org (en la que se puede registrar toda persona interesada), que servirá de instrumento de coordinación de estas mesas.
La propuesta no ofrece demasiadas excusas para no hacer caso a la invitación de Juan Torres y acudir a las mesas a poner en marcha lo que nos une, lo que nos puede dar fuerza, no lo que nos puede debilitar. La reconstrucción social de la izquierda ya era necesaria antes de la crisis y antes de la rendición del PSOE al golpe de estado de los mercados. Hoy es inexcusable: es una responsabilidad histórica de la ciudadanía que contempla la unidad entre el poder político y económico arrastrando a toda la sociedad hacia el abismo. Cuando dentro de unos años nos pregunten qué hicimos ante tanta sinrazón, no podemos responder que estábamos mirando en qué discrepábamos con la persona de al lado. Desde Egipto a Islandia, la unidad de los disconformes ha sido capaz de tumbar la sinrazón de los poderosos. Aquí no tiene por qué ser diferente. No puede ser diferente.