El circo de las elecciones

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Alfonso Escayola Anki *

¡OMG! –¡Oh my God!– que diría emocionado en un SMS rápido. La poltrona de la Generalitat busca dueño y el 28-N está a la vuelta de la esquina. Y esta vez el clásico del calendario político cuatrienal catalán arranca más incierto que nunca. La caterva o casta –elija el consumidor la definición a su gusto-  de políticos que se postulan a tan emblemático cargo es rutilante. En efecto: una supernova de ideas y talantes…

La pregunta es inevitable: ¿lograrán las estrellas de la política catalana, con su habitual derroche de ingenio, movilizar al electorado? Repasemos las últimas citas. Para el Referéndum del perorado Estatut -del que tanto que se nos informó por activa y pasiva- sólo ejerció su derecho a votar un 50% de los llamados a las urnas. Permítanme que dude que el 50% restante no supiera qué se cocía ese día como desde algún medio se pretendió; pero ante la incertidumbre de si fue una fatal casualidad, continuemos para bingo. También en 2006 se realizaron las elecciones autonómicas a la Generalitat con un índice de participación del 56 %, el más bajo de los ocho comicios convocados desde 1980, casi 6 puntos por debajo de los celebrados en 2003. Guarismos para cuanto menos dedicar un par de plenos a debatir, pensar  y proponer ideas. Oídos sordos. Suspenso en “seny”. Tempus fugit en otras cosas y ya han volado cuatro años. Es entonces cuando en la cabeza del político sólo resuena una palabra: marketing. Se estremece ante la valoración general que de él tiene la gente y en un acopio de valor canturrea la canción.  Seguro que recuerdan el estribillo: “Había una vez/ un circo que alegraba siempre el corazón/ lleno de color/ un mundo de alegría y emoción…” Así son las elecciones. Los partidos accionan sus tramoyas y a los ciudadanos nos toca aquello de soñar. Los políticos, despertados por arte de magia, como lo hacía Bela Lugoshi de sus mítico ataúd, salen de sus búnkeres a patear las calles, a sonreír, a mirar de forma seductora al horizonte, a escuchar los problemas de la gente a modo de genios surgidos de una lámpara y, sobre todo, a prometer. A prometer “un mundo de alegría y emoción” que durará hasta que depositemos nuestro voto en las urnas.  Una vez dilucidados los resultados y tras una sesión agotadora de Tetris parlamentario entre los partidos más votados –si por ventura uno no logra la mayoría absoluta– esos políticos que nos han arrancado el voto a base de guiños y mercantilización regresarán a sus cuarteles de invierno otros cuatro años. Y no les culpo. Allí, entre tertulias y despotismo ilustrado se está calentito. ¡Ah! y el cortadito está a 80 céntimos de euro… Todo un lujo en estos tiempos de penurias…

Ahora multipliquen la ecuación por cuatro –municipales, autonómicas, europeas y generales– y verán lo agotador que resulta estar ilusionado. Ya no sólo porque conocemos de memoria el funcionamiento del circo y nos aburre, sino porque acaba resultándonos hasta hostil. Sin gracia. Y no hay nada más patético que un payaso que provoca indiferencia. Dios me libre de comparar una profesión tan noble como la de hacer reír de los payasos con la de los políticos, que acostumbran a hacernos sentir apatía. Porque la baja participación que se lleva arrastrando en Cataluña es un síntoma de la desconexión existente entre la clase política y los ciudadanos. Una falta de feeling que algunos ya están intentando subsanar o al menos paliar.

Uno de los primeros que movió ficha fue Super Montilla. O “el increíble hombre normal” como le llaman los amigos. Así lo representa un comic creado por las Juventudes Socialistas catalanas. Una M mayúscula que demuestra aquél don de la agudeza de los políticos catalanes al que hacía referencia al principio del texto, y que puede dar pie a muchos equívocos. Punto pelota, que si no me ganaré algún tirón de orejas. Pues bien, este carismático superhéroe de la política nos brindó, dicho sea de paso, una entrevista memorable en La Noria. ¿Hola? Sí, han oído bien. Otra gran idea: conectar con el electorado a través de telebasurillas de medio pelo. Aplauso y medio que decía el cómico. A su encantadora y afable risa achinada y a esos lapsus linguae del calibre estoy hablando en castellano pero se me traban las palabras en catalán, –extraño deje en un castellanoparlante materno natural de Córdoba–, el de Iznájar  añadió unos requiebros y chicuelinas de “traca y mocador” que se dice en Cataluña (y eso que los toros ya son historia) Giro copernicano. Donde dije Diego digo dije. Resulta que el bueno de M ahora se siente español (tranquilícense aquellos que no vieron el programa que no llegó a cantar el “yo soy español, español, español”). Cuesta trabajo identificarse con políticos que pasan del alfa al omega en apenas dos pestañeos.

Otros como Mas se frotan las manos. Zapatero no es precisamente el mejor escaparate de los socialistas en general. Aunque para el PSC ese problema es, si cabe, uno menor. Maragall, en un acto propio de una tragedia de Sófocles, afirmó que cree que “Artur Mas ganará y gobernará porque toca” ¿Problemas en el paraíso socialista?. Irónico. Mas, atónito, ve ante sí su gran oportunidad y saliva más que Homer Simpson ante una rosquilla. ¿A la tercera va la vencida?

Del resto, lo previsible y sabido. Puigcercós y ERC seguirán con su deriva nacionalista poniendo cara de bulldog enrabietado ante el resto de España y exclamando el esperpéntico “mal Polonia recibe a un extranjero” cuando sus peticiones, o mejor dicho, demandas no sean satisfechas por el gobierno central. Alicia Sánchez Camacho y el PPC continuarán con su discurso bipolar, que varía según el ciclo lunar: ora somos muy catalanistas, ora muy españolistas; e ICV de Joan Herrera, a la izquierda, de jacobinos/antisistema. Quién lo diría, con ese tono de voz aterciopelada zen y con la cara de jamás  haber roto  un plato en su vida que tiene…. Faltará ver qué pasa con Ciutadans, si sube, baja o se mantiene; UpD, gran incógnita, y los nuevos púgiles: Laporta y Anglada, cuyas ínfulas mesiánicas hará que a más de uno se le congele la sangre.

Ante semejante cartel de estrellas, creo que la abstención seguirá siendo la nota destacada. Espero equivocarme, pero desde luego quien ya lo ha hecho ha sido esta raza de políticos que viven más empeñados en crear torres de babel hacia el cielo que en mirar hacia abajo. Hacia donde estamos los mortales que lidiamos con la inseguridad laboral, la delincuencia, la hipoteca… Somos animales sociales que desarrollamos nuestra actividad en el ágora. Pásense por ahí más a menudo. No sólo cuando el voto apriete. Cambien de rumbo, por favor. En esta época de cambalaches trascendentales, abrir las miras es esencial. La actual ley electoral, que legitima la cantidad por encima de voluntad general, hastía a los ciudadanos. Unas listas electorales abiertas podrían volver a involucrar a la gente. Premien la meritocracia. Hagan que sus hipertrofiados y mastodónticos partidos sean más flexibles. Menos sectarismo y partidismo desaforado ayudaría. Se trata de que todos nos sintamos parte del sistema. Eso, en mi opinión, es la democracia. Esto, un espectáculo más. Las elecciones parecen ya un mero trámite. Votar no entusiasma: es un lastre. Un coñazo y una pérdida de tiempo. Lo triste es pensar que hasta hace dos telediarios, los españolitos ni tan siquiera teníamos ese derecho… ¡OMG!

(*) Alfonso Escayola Anki es filósofo

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