Julián Sauquillo
El destape, realizado por el Secretario General de los socialistas españoles, de Jaime Lissavetzky y Trinidad Jiménez como candidatos para el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad Autónoma de Madrid, respectivamente, puede abrir la caja de los truenos. Postergar, de esta manera, a Tomás Gómez como candidato a la Presidencia de la Comunidad no parece una “simple tempestad en un vaso de agua”. Que el viernes seis de agosto se haya suspendido la tan esperada reunión entre Zapatero y Gómez, para llegar a algún acuerdo, sin fecha por ninguna de ambas partes refleja el conflicto.
No sé si, parafraseando el título de Ernest Lehman, ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966), puedo hablar de ¿Quién teme a Tomás Gómez? Entre el líder del P.S.O.E y Rodríguez Zapatero no hay una animadversión declarada o un enfrentamiento irreversible. Sin embargo, si no llegan a algún compromiso pronto, podrían representar en público odios semejantes a los de aquella siniestra pareja de esta obra de teatro, dispuesta a eliminarse en presencia de los invitados en una cena de comunes amigos. De momento, los mayores temores los encarna el Presidente de Gobierno. Tomás Gómez dejó la Alcaldía de Parla, tras sucesivas victorias y una gestión excelente, para unificar al P.S.M. en extremo dividido. Ha trabajado en los barrios todos los días para explicar su programa de gobierno autonómico y escuchar a los ciudadanos. Así ha remontado dos inconvenientes objetivos sobre su futura candidatura: no contar con un notable carisma de partida y carecer de presencia mediática, dado que ni es diputado de la Asamblea de Madrid ni ejerce otro cargo público que le dé visibilidad en los medios de comunicación. Hoy parece haberse granjeado una presencia mediática pese a no contar con la colaboración de partida de los medios. Pero, ciertamente, está lejos de ser tan conocido como muchos otros líderes del P.S.O.E. Sin embargo, “llegó para quedarse” y trabajar denodadamente, a diferencia de algún otro candidato socialista pasajero a la Alcaldía de Madrid. Consiguió su dirección mediante designación, no por elección democrática. No obstante, ha obtenido autoridad dentro del P.S.O.E madrileño. Ahora el “candidato herido” (véase Julián Sauquillo, “El candidato herido”, Cuarto Poder, Sol de invierno, 26/VI/10), por pasados rumores de no ser el “candidato querido por sus mayores”, puede pasar a la acción.
Se suele decir que “el futuro es de los intrépidos”. En un escenario sin arreglo, Rodríguez Zapatero no puede permitirse perder unas primarias con su candidata Trinidad Jiménez por dos razones: la presencia de ésta en el Gabinete ministerial y, sobre todo, la herida grave que el Presidente recibiría en una derrota. Tampoco puede desenrocarse fácilmente de esta situación tras enrocarse con sus declaraciones favorables a sus candidatos. Lo mejor que le puede pasar es que Tomás Gómez ceda. Muy al contrario, Tomás Gómez tiene una situación semejante a la que Carlos Marx atribuía al proletariado del siglo XIX: “nada que perder y todo por ganar”. De acatar el ofrecimiento de Zapatero para compensar su renuncia como candidato, le espera un futuro político gris. Mientras que, al enfrentarse a Esperanza Aguirre, le queda una contienda difícil con la gloria del triunfo o una derrota cuyos resultados negativos se diluirían pronto en una batalla, considerada por todos, muy respetable. La candidata del P.P es considerada, hasta cierto punto, inexpugnable.
Los partidos políticos debieran no presentar las primarias como un drama y regirse lo más posible por el comportamiento democrático que les prescribe la Constitución española (“Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”, artículo 6). No tendrían que considerar una discrepancia en el partido como una “escisión” o un “suicidio colectivo”. Si no, los ciudadanos acabaremos considerando estas desavenencias partidistas como cismas dentro de un dogma. Una irrupción estrepitosa en las declaraciones públicas sobre esta discordia entre los militantes socialistas ha sido protagonizada por Pedro Castro, Alcalde socialista de Getafe y Presidente de la F.E.M.P. Como los ciudadanos valemos para “un roto y un descosido” y no tenemos demasiados cauces de expresión, le servimos para especular acerca de nuestra incomprensión hacia unas primarias en el P.S.O.E. Pues yo –aviso- voy a especular con que las estamos deseando. “A cinco meses de las elecciones, -dice el citado señor- los madrileños no entenderían que nos desgarrásemos durante tres o cuatro meses trabajando hacia la parte interna, cuando los ciudadanos están esperando de nosotros soluciones alternativas, proyectos e ilusiones. Entenderían que nos estamos peleando por un puesto en lugar de preocuparnos por sus problemas e inquietudes.” (El País. Madrid, 5/VII/10). Todo es opinable pero desconozco qué prueba aporta. Las supuestas encuestas que avalan a Zapatero no se han aireado todavía. Castro pretende, más bien, un “cierre de filas” en torno a los candidatos del Secretario General del P.S.O.E. Deja claro así, por su posición dominante, el inicio de sucesivos repliegues a favor de la dirección del partido dentro de un porcentaje de lealtad a Gómez, por el momento, cifrado en el noventa por ciento en el engranaje partidista de Madrid. Creo que no vale con alegar la inmediatez de las elecciones pues Tomás Gómez lleva tiempo reclamando si hay otro candidato. Además, la agenda política es llevada, bien o mal, por la dirección de los partidos. El retraso siempre sería atribuible a esta.
Si las primarias reflejan una confrontación de Proyectos políticos para Madrid, bienvenidas sea. Ojalá exista algún debate interno no saldado en los despachos. Pero mucho me temo que las “ley de hierro de las oligarquías”, predicha por Robert Michels en Los Partidos Políticos (1915) como una restricción de las decisiones por las élites partidistas en detrimento del debate, se imponga. No sólo en perjuicio de las bases del partido (en este caso, muy fuertes por el momento) sino, como casi siempre, de los ciudadanos. Seguiremos observando.