Alicia Giménez Bartlett *
Si me hubiera decidido por escribir una novela o relato para desprestigiar a la Iglesia Católica jamás me hubiera permitido a mí misma llegar tan lejos como han llegado los hechos en la realidad. No me refiero a que pese sobre mis convicciones la losa moral de una educación religiosa: mi familia era atea y republicana, con lo que las ideas que oía fuera de casa sobre religión en la época franquista entraban por uno de mis oídos y salían por el otro. De lo que estoy hablando es de la verosimilitud y la contención literaria. Jamás se me hubiera ocurrido recargar una historia con una legión de curas abusadores de niños, una jerarquía eclesiástica encubridora del pastel y el mismísimo Sumo Pontífice diciendo aquello tan socorrido de: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Demasiado panfletario, la verdad. Ni Blasco Ibáñezse atrevió a dar tanta caña a los sacerdotes en su La araña negra y aún así, lo tacharon de dogmático y malintencionado.
No salgo de mi asombro, lo juro. Nunca había esperado demasiado de los “hombres de negro”, pero lo que está aflorando a los periódicos sobrepasa cualquier apreciación exagerada. Puestas así las cosas tendré que erradicar el tema crítico sacerdotal de mis posibles obras de ficción: quedarse por debajo de la realidad resulta frustrante e ir más allá de lo que hay empieza a ser obra idónea para un marqués de Sade.
Otro tanto sucede con la leyenda negra de los políticos corruptos. ¡Cielos! (pongan el adjetivo presunto a todo lo que van a leer a continuación) ando atribulada con la lectura de las demasías de Jaume Matas en la bella isla de la calma. ¿Un palacete de verdad?, ¿digno de las Mil y una Noche? Sí, y como detalle de ornamentación literaria: una escobilla para limpiar los sanitarios valorada en casi 400 euros. ¿Ustedes de verdad piensan que la cansada mente de un escritor es capaz de elaborar semejantes detalles barrocos? ¡Ni en un año de trabajo! Pero si con un intenso dopaje de anfetaminas y alcohol un buen novelista llegara a idear tales perlas, acto seguido aparecería la autocensura para hacer creíbles y contenidas tales galopadas imaginativas.
En consecuencia, quedan vedadas, al menos para mí, todas las ficciones que intenten tratar la vida desde una perspectiva crítica. ¿Para qué perder el tiempo cuando la realidad ya se muestra suficientemente ilustrativa? En defecto de ese deber que a veces cumple la literatura: ser crítica, habrá que dejar que la imaginación se explaye en cosas menos comprometidas. A saber: el amor y la muerte, la venganza, el honor, la exaltación de los animales y la vida natural, la belleza, la amistad, la vida. Como en el principio de los tiempos.
De todas maneras, ¿no es algo sospechosa la campaña anti católica que de vez en cuando enarbola Washington? No se trata de exculpar a los culpables, desde luego. Cuando el Vaticano aceptó la independencia de Croacia, en Washington la liaron con un montón de acusaciones contra los católicos: esa vez no se trataba de pederastia sino de corrupción financiera, el bispe Carles entre ellos. En fin, me da que entre pillos anda el juego. Buen artículo, Petra.
Enhorabuena, Alicia, y bon Nadal
Un regalo de Reyes muy apropiado, Alicia. Te seguiremos leyendo con placer. Enhorabuena.