Adiós cuartopoder: la casa y los perros románticos
- "Esta casa se levantó a pulso, con gran esfuerzo, y mi destino ha estado unido a ella y a quienes la conformaban en una suerte de familia feliz"
- "Sufrimos la dificultad para vislumbrar horizontes. Dice la filósofa Marina Garcés que nuestra sociedad está experimentando 'la condición póstuma'"
- "Con la precariedad que nos asola es difícil que se den las condiciones materiales para el periodismo, al menos como se entendía antes. Pero tampoco es necesariamente un drama"
Amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.
Roberto Bolaño
Un 31 de marzo de 2021, más de un año después de que estallara la pandemia de la covid-19, cuartopoder llegará a su final. Perdón por la machaconería que nos traemos estos días. Los rituales de despedida son buenos para hacer el duelo más llevadero, aunque solo sea el nuestro. La verdad, soy poco amiga de ponernos las camisetas de las empresa periodística que te da trabajo porque luego vienen las decepciones, no heredas un duro y es una trampa mortal vincular tu ética a la de tu medio. Pero hay que reconocer que esta casa se levantó a pulso, con gran esfuerzo, y mi destino ha estado unido a ella y a quienes la conformaban en una suerte de familia feliz. Ahora parte de una se despide con ella.
Nos cuestionaban algunos chavales adolescentes en una clase en México DF, a un amigo periodista y a mí, qué era lo mejor de nuestra profesión. Contesté algo parecido a que la gente te contaba historias y algunas cosas muchas veces íntimas, y sorprendentemente no se molestaban porque les preguntases, sino todo lo contrario. He encontrado algunas excepciones entre los políticos, todo hay que decirlo. Pero la repuesta ha sido cálida la inmensa mayoría de las veces. La gente te entiende como su interlocución natural, la depositaria de sus palabras. Muchas veces lo hacen sin conocerte de nada y a pesar de lo denostado de la profesión. Y así, con un mínimo de empatía, se aprende de la vida a pasos agigantados.
En esta sociedad o ciudad espídica, de la foto rápida, donde no hay espacio para la pausa, la conversación calmada o la escucha, el oficio construye ese espacio entre dos personas o entre varias. Crea la burbuja mágica de la escucha durante unos minutos, incluso con los silencios reflexivos que una está obligada a respetar. La gente te abre la puerta de su casa y se toman contigo un café, una cerveza. A veces te agregan a su lista de contactos en el teléfono. Así podría resumir la esencia de estos años de mi trabajo en cuartopoder: centenares de historias que me quisieron contar y que yo intenté transmitir como creí que era la forma más justa, fidedigna y/u honesta.
Durante los cuatro años en el periódico, visité cientos de lugares. Entre ellos el salón de la casa de una mujer a punto de ser desahuciada, un puesto del mercado en Iztapalapa (México DF) el día de las elecciones, la tienda de campaña de una persona sin hogar acampada en el Paseo del Prado o el despacho de algunos políticos que hoy están en el Gobierno de coalición. También caminé al lado de los manifestantes en incontables protestas de pensionistas, trabajadores, jóvenes. Me vi superada por la multitud en la primera manifestación feminista masiva un 8M en Madrid (2017), que anticipó lo que vendría después. Atesoro muchos recuerdos que son imposibles de resumir aquí y ahora.
Las historias y causas, que es inevitable que dejen un poso en ti si no eres de piedra, van de la mano cuartopoder. Fueron cruciales las enseñanzas de los veteranos y maestros periodistas Paco Frechoso, Pascual García Arano y Fernando Lizundia, que aconsejaban en la forma o titular (¡qué importante y delicado el titular!) en esos primeros textos, a la vez que daban todas las libertades. Y en la última parte del viaje, tuve la suerte de conformar equipo con Miguel Muñoz, Sara Montero y Sato Díaz. Gracias al apoyo de Silvia Padrón y Ángela Rubio. Ahora no solo los miro como compañeros de batalla, sino también como amigos a quienes admiro. La lista sería infinita, pero contaré que este medio también es la casa donde he coincidido en los últimos años con autores, periodistas, analistas e ilustradores brillantes y mejores personas, ahora también amigos. En esta casa crecí, y lo hice en compañía y a mis anchas.
Pero también he vivido aquí el año terrorífico de la pandemia. Antes de ella, las condiciones laborales que se precisan para el ejercicio de cualquier profesión, también la periodística, iban menguando a golpes del reparto desigual que se hace de las crisis en este sistema neoliberal. Sufrimos la dificultad para vislumbrar horizontes. Dice la filósofa Marina Garcés que nuestra sociedad está experimentando “la condición póstuma”, nos creemos testigos del final de la historia, de un no futuro. “Lo que ha cambiado es la relación con el presente: de ser aquello que tenía que durar para siempre se ha convertido en lo que no puede aguantar más. En lo que es literalmente insostenible. Vivimos, así, precipitándonos en el tiempo de la inminencia, en el que todo puede cambiar radicalmente o todo puede acabarse definitivamente. Es difícil saber si esta inminencia contiene una revelación o una catástrofe”, escribe en Nueva Ilustración Radical.
Hoy despido a cuartopoder con la duda de si volveré a hacer periodismo, al menos a tiempo completo. Cuesta vislumbrar el futuro, creo que es sintomático. No es deseable ningún trabajo a toda costa o a costa de un proyecto vital propio, de la salud o la dignidad económica. Seguro que muchas personas lo viven así en sus múltiples profesiones. Con la precariedad que nos asola es difícil que se den las condiciones materiales para el periodismo, al menos como se entendía antes. Pero tampoco es necesariamente un drama. Deposito mi esperanza en que nos volvamos a encontrar, aunque adoptemos otras formas. Ahora no sé si los versos del principio de Roberto Bolaño hablaban del pasado o del futuro: Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen. Estoy aquí, dije, con los perros románticos y aquí me voy a quedar.