Carta para mi hijo de 3 años tras un año de pandemia
- "Daniel, tienes ya tres años y uno de ellos lo has vivido entre mascarillas, virus y una “nueva normalidad” que no teníamos prevista. Te ha tocado esto justo cuando empiezas a ser más consciente del mundo que te rodea"
- "Menudas aventuras pasamos en la calle tras 40 días sin salir. Simplemente viendo hormigas o subiendo escalones se nos pasaba la hora"
- "Como no podíamos viajar nos buscamos alternativa: el columpio “de pequeños”. Bastaba columpiarte para jugar a volar hacia Albacete, Barcelona, Asturias, Alicante..."
Hola Daniel, hijo. La última vez que te escribí una carta fue el año pasado, casi por estas fechas. Te contaba que ya había acabado la pandemia. El coronavirus, el virus que pone a las personas malitas y que hizo que no pudiéramos salir de casa, ir a la escuela o ir a Albacete a ver a los abuelos, primos, tíos y amigos. Cuando te escribí aquella carta no sabía casi nada de lo que sabemos hoy. Pensaba, quizás, que el virus se iba a ir más pronto. Pero está tardando un poquito. Hay que tener paciencia. La que tú estás teniendo en este año que llevamos. Porque, Daniel, tienes ya tres años y uno de ellos lo has vivido entre mascarillas, virus y una “nueva normalidad” que no teníamos prevista. Te ha tocado esto justo cuando empiezas a ser más consciente del mundo que te rodea.
Lo primero que quiero decirte es que hemos tenido mucha suerte. Ya te lo dije hace un año. Afortunadamente mientras escribo estas líneas parece que lo principal lo hemos mantenido. Es decir, hemos estado sanos en toda la familia. Eso, a día de hoy, es lo más importante. También hemos podido mantener nuestro trabajos. Podemos considerarnos unos privilegiados. Nunca lo olvides. Tienes que saber que hay mucha gente, Daniel, que ha perdido seres queridos o sus empleos. Lo han pasado mal y muchos han tenido que pedir ayuda para comer. Gracias a mucha gente buena y solidaria, organizada en asociaciones o colectivos sociales, algunos han podido hacerlo.
Cuando empezó todo, estuvimos muchos días sin salir de casa. Bueno, tú. Papá o mamá salían de vez en cuando a comprar comida. Lo llevaste muy bien, Daniel. Muchas gracias por hacerlo más fácil. Tuvimos la “suerte” de que tu madre no tuviera que trabajar aquellos primeros días sin salir. Un privilegio, visto lo visto, porque ella pudo atenderte como te mereces mientras yo intentaba hilar historias delante del ordenador la mitad del día.
Los niños y niñas no fuisteis muy bien tratados en un primer momento. Así lo reconoció incluso el vicepresidente del Gobierno. Os pidió perdón y dijo que ya podríais salir de casa un ratito. ¿Te acuerdas? Menudas aventuras pasamos en la calle tras 40 días sin salir. Simplemente viendo hormigas o subiendo escalones se nos pasaba la hora que al principio nos concedieron.
Claro, era una situación rara. Llevabas mucho tiempo sin ver a nadie y al principio te daba miedo la gente de la calle. Incluso algunas personas conocidas que nos encontramos te asustaban. O las bicicletas. O los perros. Algunos ruidos...Incluso había días que no querías salir de casa. Había encontrado tu refugio y los cambios te costaban.
Pero fueron pasando las semanas. Llegó el buen tiempo y la desescalada. Seguíamos sin poder salir de Madrid y ver a (casi) toda tu familia. Sí empezamos a ver a otros niños y niñas. Tus “amigos” del barrio. Nuestro pequeño grupo burbuja que nos dio la vida durante semanas. Mamá se fue a trabajar por las mañanas y papá pudo cambiar sus horarios para empezar a hacerlo cuando ella llegaba. Esto también nos supuso un privilegio. En otras familias no lo tuvieron tan “fácil” y tuvieron que darle muchas vueltas a la cabeza para organizarse y que los niños y niñas pudieran jugar o atender a sus clases por internet.
Como decía antes, los niños y niñas no habéis sido muy bien tratados. Llegó un momento, y todavía sigue en algunos lugares, en el que los parques y zonas infantiles estaban cerrados pero los bares no. Y ojo, que a ti re encanta sentarte en la terraza de un bar a “tomar un aperitivo”. Pero vuestro derecho a jugar, al ocio y al uso del espacio público fue negado pese a que ya íbamos conociendo las evidencias científicas que decían que precisamente donde teníamos que estar era al aire libre. No se confiaba en vosotros ni en las familias. Llegaron a decir que si salían los niños a la calle nos iban a contagiar a todos, porque lo tocaban todo, lo chupaban todo...Se puso el grito en el cielo porque jugarais en los parques. Luego se criminalizó a los jóvenes, el botellón y la fiesta. Aquí todo el mundo buscaba culpables mientras los que mandan no hacían muchas de las cosas que se suponía que tenían que hacer. Es decir, reforzar la sanidad, a los médicos. O no haberla destrozado durante los años anteriores.
En fin, que llegó el verano, hicimos alguna escapada por los alrededores de Madrid y la primera visita a Albacete tras 3 o 4 meses, ya ni me acuerdo de cuándo fue. Aire, por fin. Los abuelos, los primos, los tíos. La felicidad en tu cara y en las suyas. Luego vinieron las piscinas, algo de playa y un viaje al Norte increíble. La pandemia nos daba un respiro. Parecía que era todo como antes pero con mascarillas y sin fiestas de mucha gente junta.
Vino septiembre. Un mes que siempre se asocia con un final. El final de verano, el comienzo del otoño. Los contagios comenzaron a subir mientras volvías a la escuela infantil. Tu escuela querida donde disfrutabas tanto. Te adaptaste rápido. El primer día te fui a recoger pronto y no querías venirte conmigo. Te dejé un rato más, y así hasta hoy. Qué maravilla.
Desde septiembre, mucha rutina, que no es poco. Escuela, parque, parques diferentes los fines de semana. Algún confinamiento de barrio que nos cerró un tiempo los parques. Alguna salida al campo, algún concierto infantil...No podemos quejarnos, Daniel.
Como no podíamos viajar nos buscamos alternativa: el columpio “de pequeños”. Bastaba columpiarte muy fuerte para que jugáramos a que volábamos hacia Albacete, Barcelona, Asturias, Alicante...Llegábamos a esas ciudades, íbamos a casa de los abuelos, de los tíos, íbamos a la playa de Barcelona, a ver a tu prima, a tu primo...Te encanta jugar a eso.
Mientras escribo estas líneas todavía no sabemos cuándo vamos a poder salir de Madrid. Van a pasar 4 meses desde los pocos días que estuvimos en Navidad que también nos dieron algo de aire. No pudiste celebrar tu tercer cumpleaños con la familia aunque disfrutaste mucho con algunos de tus amigos en el parque.
El coronavirus sigue con nosotros pero, ¿te acuerdas del cuento que hicieron tus educadoras de la escuela cuando empezó todo? Sí, ese de “¿A qué sabe la medicina?”. Contaba que los científicos estaban buscando una medicina que curara el coronavirus para que la gente no se pusiera malita. Pues resulta que ya la han encontrado. Y hay varias diferentes ya. A tu abuelo, médico que ha estado trabajando sin parar en toda la pandemia, ya se la han dado. También a tu tía, que trabaja en un hospital. Y a tu bisabuela, de 95 años, también. Pronto se la darán a los demás. Cuanta más gente tenga esa medicina y más rápido, mejor, Qué alegría, Daniel.
“¿Cuándo vamos a Albacete?”. La semana pasada me preguntaste eso sin venir a cuento. Hacía tiempo que no lo hacías. Te reconozco que me removiste un poco por dentro, que casi se me escapa una lágrima. “Pronto”, te dije. Esperemos. Mientras, nos queda el columpio y la imaginación.
Que bonito. Gracias por compartirlo Miguel.
Un abrazo y ánimo con la pandemia
Carlos Martínez
Tengo un hijo de dos años y medio y me emociono y me siento tan identificado con este artículo, gracias!
Maravilloso Miguel, tengo 2 hijos algo más mayores que Daniel, pero me siento totalmente identificado con tu texto. Tenemos que seguir apoyando a nuestros pequeños, vamos a lograr salir de esto. Mucho animo