Perseverance

Para mi amigo Rodolfo Serrano

Me llamo Byron y soy el chip sentimental que los ingenieros de la misión Mars 2020 de la NASA han instalado en el corazón del rover Perseverance, el vehículo espacial que se posó a las 21.56 horas del pasado jueves en la superficie de Marte. Los responsables del proyecto creyeron necesario incluir en el mismo algún tipo de aplicación 11.0 —comprenderás que en la NASA no nos andamos con chorradas— para medir las sinergias poéticas de la expedición. Más allá de la composición de la atmósfera, de la naturaleza de los materiales, de la temperatura del planeta, incluso de los posibles rastros de vida, mi objetivo es determinar aspectos como la paleta cromática del atardecer, el silencio, la silueta de Júpiter entre los riscos, si es que los hubiera; el sabor que tengan en este lugar las magdalenas mojadas en el té de la tía Léonie. Si alguien cree que los ingenieros de la NASA son unos tipos cuadriculados que solo piensan en la tabla de elementos, en los niveles de radiación o en las secuencias de algoritmos se equivoca de medio a medio. El tipo que me programó, Albert, nieto de emigrantes de Cornellá, escuchaba el Plany al mar de Serrat mientras me daba la vida, noche tras noche, en la desordenada mesa multiusos de su muy apretado apartamento neoyorkino.

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Tras la sacudida del impacto contra la superficie de Marte las imágenes han desfilado ante las cámaras del vehículo en tonos marrón cobrizo; tonos atrevidos, intensos, revolucionarios, como las cicatrices del Gran Cañón, como la caída de la tarde sobre los trigales de la Emilia-Romaña de Novecento, como las chozas de trapos y barro de los samburu. Petrus, el brazo mecánico que perfora incansable el subsuelo marciano, acaba de encontrar un pétalo fosilizado de amapola a cuarenta centímetros de la superficie —lo que ha provocado un gran alborozo en la sala de control de la NASA— junto a un condón usado y un bote de Mr. Proper. Esto último parece que no ha gustado tanto. Tengo la impresión de que unos tipos parecidos a vosotros ya se pasaron hace tiempo por aquí, por Marte quiero decir. Quizás fuisteis vosotros mismos los que estuvisteis en otro momento, en otra era, dejasteis todo hecho una mierda y se os ha olvidado… No sé… Parece que lo más sensato en términos poéticos será preparar una nueva expedición y que un clon de Jeremiah Johnson eche un vistazo por la zona antes de sacar conclusiones precipitadas.

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La distancia recorrida por el Perseverance ha sido de 470 millones de kilómetros. El viaje se ha prolongado durante seis meses y, sin embargo, sus imágenes llegan de vuelta a la Tierra en apenas once segundos. Para un chip sentimental como yo ese es el poema más hermoso que se pueda escribir. Tan humano. Tan alentador. Tan radical… Parece que seguís siendo capaces de lo mejor y —qui ho diria— también de lo peor: denuncian una agresión a un menor transexual en Pamplona.