REFLEXIONES SABADESCAS
La lucha de clases en el seno del Gobierno
- Ante la reciente subida del precio de la luz, se vislumbra una voluntad clara de Unidas Podemos de diferenciarse de su socio de Gobierno
- Sánchez sigue estando mejor valorado que Iglesias entre los propios votantes de UP
- Los morados siguen perdiendo apoyos, no rentabilizan electoralmente estar en el Gobierno
El PSOE es el principal partido que vertebra la arquitectura de 1978, el sistema político español surgido en la Transición. En aquel momento, y en los años siguientes, las decisiones adoptadas por Felipe González fueron decisivas para la construcción del llamado Régimen del 78 (monarquía, sistema autonómico…), una política exterior subordinada a Estados Unidos y la OTAN en la esfera internacional y al Tratado de Maastricht en el europeo, pero también para la consolidación de unas relaciones internas entre los poderes públicos y el poder económico, cuyo mejor símbolo se hace llamar Ibex-35, cuyo mejor ejemplo, las puertas giratorias de exministros socialistas y populares hacia sus consejos de administración. Un periodo de tranquilidad política y económica hasta, en gran medida, el colapso financiero de 2008. Con el PSOE, todo esto. Sin el PSOE, ninguno de estos elementos puede evolucionar.
Por ello, la batalla ideológica en el seno del PSOE es crucial. El partido de Ferraz ha vivido momentos especialmente delicados en la última década. En mayo, se cumplirán diez años del 15-M. Aquel movimiento surgía en plena crisis, sin una clara adhesión a la izquierda política y social, pero con una clara vocación de impugnación a un sistema económico neoliberal, que sufría las consecuencias de la crisis financiera del 2008, y a un sistema de partidos inyectado de corrupción. El presidente, entonces, era el socialista José Luis Rodríguez Zapatero y uno de los gritos que mejor definieron al movimiento fue el de “PSOE, PP, la misma mierda es”.
Otro momento especialmente delicado vino en 2015. Ese año se celebrarían elecciones generales en diciembre y durante los meses previos, en varias encuestas se predijo que Podemos, partido surgido meses atrás entorno a la figura de Pablo Iglesias, sería la fuerza más votada. La campaña de desprestigio hacia este nuevo actor en numerosos medios de comunicación y, también, desde las cloacas del Estado no tardó en llegar, todavía dura y, claro, hace mella. Podemos se puso como objetivo conseguir un sorpasso a los socialistas, no lo consiguió por algo más de 300.000 votos. Ferraz respiró tranquilo, seguía siendo la alternativa progresista, pero se negó a formar parte de un Gobierno de coalición con los morados. La oferta de cogobernar conjuntamente llegó desde Unidos Podemos, en una rueda de prensa en el Congreso, mientras Pedro Sánchez se reunía en Zarzuela con el rey, en plena ronda de contactos con los líderes de los grupos del nuevo Congreso.
La negativa socialista a un ejecutivo conjunto hizo llegar un periodo de crisis de gobernabilidad. Se repitieron elecciones en junio del 2016, pero los problemas para formar gobierno continuaron. A finales de octubre de 2016, la abstención de los socialistas facilitó una nueva investidura de Mariano Rajoy. El PSOE se había partido en dos, a principios de aquel mes de octubre Sánchez era defenestrado como líder del partido por negarse a dar el apoyo al presidente popular. Poco después, anunciaría que volvería a optar a la secretaría general, reconociendo presiones de parte del Ibex-35 para que no hubiera pactado con Podemos. Optó a volver a la zona noble de Ferraz y lo consiguió, imponiéndose en unas primarias a Susana Díaz en mayo de 2017.
Viene bien recordar estos pasajes de la historia del PSOE de la última década en estos momentos en los que las tensiones en el seno del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos son noticia a diario. Un Gobierno de coalición que acaba de cumplir un año, un año marcado por la pandemia de covid-19 en el que no han estado exentas las tensiones entre compañeros de Consejo de Ministros. Un Gobierno de coalición que costó sangre, sudor y lágrimas de conseguir, tal y como recuerdan desde Unidas Podemos. Las elecciones generales de abril de 2019 se volvieron a repetir en noviembre de ese mismo año. Durante aquellos meses, Sánchez volvía a negarse a dejar entrar a Unidas Podemos al ejecutivo, “no podría dormir tranquilo con ministros de Podemos en el Gobierno”, dijo.
Tras los resultados de noviembre, con un ascenso espectacular de la ultraderecha de Vox y el derrumbe de Ciudadanos, el líder socialista e Iglesias llegaban, por fin, a un acuerdo: habría Gobierno de coalición. Un elemento primordial para aquel acuerdo: la voluntad de ambos partidos de evitar una involución democrática, ante el auge de la ultraderecha y la deriva de un PP que también se escoraba hacia las posiciones más ultras.
La coyuntura actual
El pasado 10 de enero, la formación morada publicaba un vídeo, ante la reciente subida del precio de la luz, en el que se vislumbra una voluntad clara de diferenciarse de su socio de Gobierno. No es la primera vez, pero, quizás, sí la más llamativa. Recuerdan que su postura en este asunto pasa por intervenir el mercado eléctrico a través de la creación de una empresa pública de energía, pero también admiten que con la actual correlación de fuerzas, al ser socios minoritarios de Gobierno, se impone la voluntad del PSOE. Además, recuerdan que sí que hay acuerdos firmados, aunque los consideran insuficientes, para evitar subidas del precio de la luz y que esperan desarrollarlos durante la legislatura.
Más allá de este caso concreto, llama la atención cómo desde Unidas Podemos se apuesta por hacer, de manera explícita, esta diferenciación. Para ello, hay que entender la actual coyuntura, para ello, debemos mirar al último CIS. En la encuesta, Sánchez sigue estando mejor valorado que Iglesias entre los propios votantes de Unidas Podemos. Además, el bloque PSOE-Unidas Podemos perdía apoyos. Los socialistas ven cómo parte de su apoyo marcha a Ciudadanos, a la derecha. La fuerte campaña lanzada desde determinados medios semanas atrás contra el acuerdo entre Gobierno y EH Bildu para sacar adelante los presupuestos se hace notar.
Además, Unidas Podemos sigue perdiendo apoyos, no rentabiliza electoralmente estar en el Gobierno. Se ha visto en las sucesivas elecciones territoriales, las últimas, este verano en Euskadi y Galicia: partidos soberanistas de izquierdas, como EH Bildu o BNG, se llevaron buena parte de exvotantes de Unidas Podemos. En el Congreso, otras fuerzas políticas de izquierdas, como Más País, sacan rédito de sus mensajes izquierdistas poniendo en contradicción al Gobierno. Al mismo tiempo, ante una gran crisis económica y social, la derivada de la pandemia, otras izquierdas, como Anticapitalistas, ya escindidos de Podemos, hacen bandera de las contradicciones de gobernar con el PSOE. El desgaste de Unidas Podemos es evidente. A todo esto hay que sumar la campaña constante desde determinados medios contra Iglesias.
Esta situación hace que en el Consejo de Ministros se perciban fuerzas centrífugas: una parte del PSOE llama a mirar al centro y distanciarse de independentistas, de quienes dependen en el Congreso para obtener mayorías, y de sus socios de Gobierno; en Unidas Podemos no pueden perder fuelle por la izquierda. El pasado diciembre, el Gobierno conseguía una amplia mayoría para aprobar los presupuestos, la legislatura está asegurada para Sánchez. Al mismo tiempo, el primer Gobierno de coalición evidencia una dinámica: las discrepancias entre PSOE y Unidas Podemos que antes se evidenciaban en el día a día parlamentario, ahora también hacen lo propio en el seno del Ejecutivo.
El establishment mediático madrileño, por su parte, sueña con sacar a los de Iglesias del Gobierno y, ante la división latente en el espacio de las derechas, con la guerra declarada, aunque solo sea verbalmente, entre el PP de Pablo Casado y Vox, no deja de animar la opción de un gobierno de gran coalición. Ante estos cantos de sirena, parece que la ministra de Defensa, Margarita Robles, opta a mostrarse como ese perfil de gran consenso para la derecha y buena parte del socialismo, sus declaraciones beligerantes con sus socios de Gobierno son muy elocuentes en este sentido.
En los próximos meses, el Gobierno ha de enfrentarse a debates muy importantes que, además, van a evidenciar más todavía las diferencias entre las partes. Así, se ha de poner en marcha el reparto de los fondos europeos que llegarán para paliar los efectos de la crisis y son diferentes las visiones sobre cómo modificar el modelo productivo de la economía española. Además, llegará la derogación de la reforma laboral del PP y cómo se lleve a cabo es una de las tareas pendientes, ya se han visto diferencias entre la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Medidas en materia de vivienda o, también en la cartera de Díaz, la regulación de los riders serán motivo de disputa entre socialistas y morados. La ley trans, que tantas fricciones está generando en el propio movimiento feminista, se prevé como una dura batalla de relato. La ministra de Igualdad, Irene Montero, tiene en contra a buena parte del feminismo aireado por sectores socialistas próximos a la vicepresidenta Carmen Calvo. Pueden surgir temas que no están previstos y que sean motivo de bronca, como ha pasado con la propia subida del precio de la luz o la reactivación de la cuestión saharaui.
En Unidas Podemos tienen claro que su victoria en estos asuntos depende, en buena medida, de una reactivación de los movimientos sindicales y sociales. Por ello, afinan su aparato de agitprop, una labor que siempre se les ha dado bien. Esperan salir victoriosos haciendo pedagogía de que “estar en el Gobierno no es estar en el poder”, frase que ha trascendido de la entrevista a Iglesias que el programa televisivo Salvados emitirá este domingo. También de que los poderes económicos están jugando su partida, a través de los grandes medios de comunicación como actores políticos de primer orden. Por ello, para su estrategia, es indispensable que se movilicen los sectores progresistas del país, tras una especie de letargo en el que ha caído la movilización, sobre todo desde que comenzó la pandemia. En definitiva, llevar la lucha de clases al seno del Gobierno.
Además, una reactivación de la cuestión social también incidiría en la contradicción interna del PSOE, de la que se habla menos. Es evidente cómo los sectores del socialismo conservador están movilizados, Robles o José Bono mediante. Barones socialistas como Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, Javier Lambán, de Aragón, o Guillemo Fernández Vara, de Extremadura, no pierden la oportunidad de abofetear a Unidas Podemos (y a Sánchez) en público. Pero cada vez que se evidencia distensiones en las medidas del Gobierno en materia social, también la contradicción aumenta en el votante y militante izquierdista del PSOE.
Vienen unos meses de alto voltaje político (lo cual no es una novedad). El retraso de los comicios catalanes a mayo, además, alarga unos meses el clima de campaña electoral. Y otra variante a tener en cuenta: la enorme crisis institucional abierta por el comportamiento de Juan Carlos I que ha llevado a la monarquía a la mayor crisis desde su restauración en 1975. Con los letrados del Congreso avalando una comisión de investigación sobre el supuesto uso de tarjetas black por parte del emérito, la atávica contradicción monarquía-república en el seno del PSOE se puede recrudecer.
Por el contrario, puede suponer una aceleración de un cierre de la crisis de régimen con la conjunción de buena parte del PSOE, derechas y poderes fácticos. Que el PSOE esté votando junto a PP y la ultraderecha de Vox en esta materia en la Mesa del Congreso es muy elocuente. Volvemos a principio del artículo: el PSOE es el partido que vertebra la arquitectura política de 1978. Pero ahora necesita de Unidas Podemos y de la “mayoría de la moción a Rajoy”, la “mayoría de la investidura” o la “mayoría de los presupuestos”, como se quiera llamar, de lo contrario no dan los números. O eso, o una gran coalición, tal y como marca el compás de la política italiana ante la llegada de los fondos europeos. Ojo a los movimientos de alguna ministra. Ojo a los movimientos de algunos barones socialistas. Ojo a los movimientos de algunos exdirigentes del PSOE. Ojo a los próximos meses. La lucha de clases en el seno del Gobierno.
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… Es mejor Sato empezar por el final y recordar a Marx: «toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de lucha de clases»./b>Los citados socios tienen adquirido un deber y un «compromiso social» adquirido con sus bases de partido y los votantes que son los «actores» importantes de que esté Tezanos empleando el CIS y el partido a «Illa».. para «subir» allí (Catalunya) donde ya probó con los «otros agentes de la derecha ultra el IBEX 35 y todo el régimen granítico del régimen y su «bipartidismo nacional».
Los que peinamos canas Sato, sabemos de este PsoE que no es de fiar…¡por estar «intervenido»! desde Suresnes y habrá que preguntarles, ¿ahora no lo está?. Los nombres que mencionas, son los «actores» visibles; pero los «aparatos» de desgaste no han cesado y siguen actuando con el mayor descaro que les da la «impunidad», siendo orquestados por los mismos que están en el mismo Gobierno, o, ¿no?.
El problema lo tiene el PsoE y lo tenemos todos aquellos que nos sentimos «de clase», que apoyamos, aplaudimos la coalición… ¡ pero vemos que le estropeamos la estrategia al régimen del 78, donde el «bipartidismo nazional» estaba tan cómodo!.Porque todo quiere seguir igual, (cuando lleguen los dineros de Europa) y su distribución, vuelta a los rescates en forma de «Zona catastrófica»… para gloria de los que gobiernan de verdad y en la sombra!.
Claro, también tendrán que ir los del «escrache» a casa de Margarita Robles, Bono, y Lambán, al ser tan de izquierdas… ¡por eso no van!. Ni a la casa de Errejón, Bescansa, ni de Teresa Rodríguez… ¿por qué será?. Leí unos «ripios» sobre:
LA COALICION
Tengan caridad cristiana
con la prensa de derechas,
prendan cada día la mecha
de una explosión monclovitana
y zúrrense la badana
en público a ser posible
haciendo que sea creíble
que se romperá el gobierno
luchen como suegro y yerno.
Enseñen grietas terribles,
por que a la diestra y sus clones
el «pugilato» ¡¡les pone!!.
(Spinela)
«Cierra algunas puertas. No por orgullo, ni por soberbia, sino porque ya no te llevaran a ninguna Parte».