El corazón y el alma de la Economía: por una enseñanza plural, crítica y humana
- "Los y las docentes consideran que durante las últimas décadas los planes de estudio de los grados en Economía no han incorporado miradas alternativas o heterodoxas"
- "¿Se resiste acaso la propia Economía –no como entelequia autónoma, sino como disciplina practicada por personas con bagajes e intereses concretos– a revisar su tradición y sus formas?"
- "Quizás sea hora de invertir los términos y que sean nuestros corazones y almas los que cambien la economía para humanizarla"
Laura Martínez-Jiménez, Economistas Sin Fronteras
Hegemonía de los preceptos neoclásicos y capitalistas, invisibilización de la diversidad teórica y enfriamiento ético: la Investigación-diagnóstico sobre la situación de la enseñanza de la Economía en el sistema universitario público español señala los vicios del modelo educativo imperante –y de la propia disciplina, en demasiadas ocasiones altiva, férrea y deshumanizada–, y reclama la necesidad de pluralizar la Economía, devolverla al terreno de los problemas reales y fomentar la capacitación crítica del alumnado.
La literatura especializada –y, en general, el alma misma de las ciencias sociales críticas–, las voces con experiencia que resuenan en los medios y el trabajo de proyectos como el de las redes internacionales Rethinking Economics e International Student Initiative for Pluralism in Economics (ISIPE), o el grupo de estudiantes y jóvenes economistas Post-Crash Barcelona, dibujan un retrato preocupante de la Economía que se enseña y se aprende en las aulas públicas: en términos generales, se trata de un aprendizaje pobre en su compromiso analítico crítico frente a la hegemonía naturalizada de las teorías y modelos neoclásicos, que, por extensión, descuida la capacitación crítica y el ejercicio de cuestionamiento responsable del alumnado, así como reduce artificialmente el pluralismo de enfoques económicos, margina el análisis histórico y del presente más urgente, ignora las problemáticas socioeconómicas reales y cotidianas y, como guinda, invisibiliza las perspectivas ética, ecológica, antirracista y de género.
Recogiendo el testigo de estas iniciativas diversas que florecen en los márgenes de la Economía crítica –pues en la investigación, como en la vida misma, no se construye sobre vacío, como tampoco se avanza justa y rigurosamente desde el adanismo o el mito del genio individual(ista)–, Economistas Sin Fronteras impulsa la Investigación-diagnóstico sobre la situación de la enseñanza de la Economía en el sistema universitario público español, elaborada por investigadoras del Observatorio GEP&DO y el grupo de investigación EcoEcoFem, en colaboración con Pandora Mirabilia. Este proyecto, que será presentado el próximo 20 de noviembre en el marco de las VII Jornadas Otra Economía Está en Marcha (organizadas por Economistas sin Fronteras y la UNED), se articula, en sus objetivos y aspiraciones, como un doble esfuerzo: de una parte, por fotografiar el sentido de la Economía como materia de aprendizaje en las universidades públicas nacionales, observando la valencia político-ideológica de los enfoques y perspectivas teóricas y metodológicas desde las que profesorado y alumnado miran la realidad socioeconómica; y, de otra, por presentar una propuesta reflexiva de (potenciales o reales) enmiendas al sistema educativo universitario, con el fin de normalizar la integración y transversalización de un estudio plural, crítico y ético de la economía que también diversifique, problematice y humanice a la propia disciplina.
Del catálogo de problemáticas que atraviesan la Economía como materia de enseñanza y aprendizaje se desprende un conflicto nuclear: la identificación perversa de la parte (neoclásica-ortodoxa) por el todo (económico), arrogándose legitimidad para expulsar, sin agresividad ni sospecha, aunque sí violentamente, a miradas, saberes y experiencias alternativas de las fronteras de la disciplina y sus prácticas. Es decir, definir y naturalizar como Economía en mayúsculas lo que en realidad es –o, mejor dicho, debería ser– una perspectiva más, haciendo del paradigma neoclásico una manera de interpretar e intervenir el mundo tan dominante como pretendidamente invisible y desideologizada.
En este sentido se expresa la inmensa mayoría del profesorado, alumnado y agentes de cooperación universitaria entrevistados y encuestados para nuestra investigación, quienes reconocen la existencia de un paradigma único o dominante en la enseñanza universitaria de la Economía, que se corresponde con la visión neoclásica y capitalista. Sin embargo, mientras más de la mitad del profesorado encuestado desmiente la supuesta objetividad o neutralidad de este paradigma neoclásico, la proporción desciende notablemente en el caso del alumnado: si bien más del cuarenta por ciento reniega de la falaz identificación de este enfoque ortodoxo como una perspectiva puramente objetiva, otro cuarenta por ciento del estudiantado encuestado no quiso o no supo posicionarse al ser preguntado por esta cuestión. Incluso en el caso del profesorado, estos porcentajes pueden resultarnos insuficientemente transformadores frente a la normalización de la perspectiva neoclásica capitalista, que no en poca medida continúa considerada como la única Economía posible; a pesar de ello –o precisamente por ello– la práctica totalidad de docentes y estudiantes participantes en el estudio coincide en reivindicar como fundamental la capacitación crítica del alumnado para cuestionar las teorías y modelos económicos explicados en clase.
Llamativo también resulta el desfase entre los intentos y deseos de la inmensa mayoría del profesorado participante, que afirma procurar introducir una visión plural de la Economía en su docencia, y la percepción del alumnado que, en más del setenta por ciento, niega que la enseñanza que reciben incorpore esta diversidad de enfoques, teorías y modelos. Si caminamos más allá de esta (in)visibilización de la pluralidad de la Economía en la docencia comprobamos que, hablando ya de perspectivas propiamente críticas con el paradigma neoclásico (como la postkeynesiana, marxista, institucionalista, feminista o ecológica), apenas un cuarenta por cierto del profesorado encuestado afirma integrarlas «bastante» en sus clases. De hecho, los y las propias docentes consideran que durante las últimas décadas los planes de estudio de los grados en Economía y áreas afines no han incorporado –o, al menos, no en la misma proporción ni con semejante reconocimiento de cientificidad– miradas alternativas o heterodoxas respecto a esta visión neoclásica dominante, señalando al respecto resistencias institucionales y obstáculos académico-formativos o personales.
Así lo indican también los resultados de nuestro análisis de los planes de estudio y las guías e iniciativas docentes de quince universidades públicas nacionales, que vienen a confirmar no solo la minoritaria y limitada integración de perspectivas alternativas, críticas o heterodoxas, sino que, además, señalan su silencio recurrente sobre problemáticas concretas como la desigualdad de género, la pobreza, el racismo, la crisis ecológica o la propia Gran Recesión –con la excepción parcial de las materias optativas, que acogen, sobre todo, cuestiones medioambientales y relativas a desarrollo y cooperación–, así como la intensísima masculinización de la bibliografía y autores de referencia de las asignaturas estudiadas.
¿Se resiste acaso la propia Economía –no como entelequia autónoma, sino como disciplina practicada por personas con bagajes e intereses concretos– a revisar su tradición y sus formas? Podríamos entender esta posible resistencia como una reacción común a todas las disciplinas académicas, pero tampoco debemos pasar por alto las maneras de ciencia social con complejo de superioridad epistemológica y aspirante a la pureza y exactitud positivistas que persiguen a la Economía. De hecho, nuestros resultados indican que, pese a que la práctica totalidad del profesorado y estudiantado participante reconoce el inmenso valor de enseñar y conocer los trasvases entre la Economía y otras disciplinas (como la Sociología, la Filosofía, la Política o la Historia), esta reivindicación de una docencia interdisciplinar contrasta de alguna manera con la valoración social de la disciplina que hacen las y los estudiantes, ya que para la mayoría del alumnado la Economía es la ciencia social «más importante». El desapego parcial de la Economía respecto a su dimensión social, junto con esta jerarquización de las ciencias a la que contribuyen de soslayo percepciones como las propias de este alumnado, ya se demostraron no solo caprichosas, sino particularmente imprudentes durante la Gran Recesión, y ahora, también, en medio de un nuevo trance socioeconómico derivado de la pandemia de COVID-19, en el que las principales asociaciones estatales de ciencias sociales –entre las que, por cierto, no figura ninguna del ámbito propiamente económico– han tenido que reclamar su legítima participación en la respuesta a esta crisis multidimensional.
Tras esta radiografía –que, esperemos, otros proyectos quieran ampliar y afinar próximamente– no podemos sino recordar algo rabiosas las recriminaciones que la (ultra)derecha nacional más desacomplejada descarga sobre las izquierdas al acusarlas de querer «politizar», «ideologizar» y «totalitarizar» la educación para imponer lo que entienden como el pensamiento único de la corrección política o la «dictadura progre», exhibiendo así su rechazo a la justicia social que se incardina en el feminismo y la igualdad de género, el antirracismo, el ecologismo o el propio anticapitalismo, entre otras cuestiones de urgencia. Estas derechas, llámense moderadas, conservadoras o nostálgicas, defienden orgullosa o subrepticiamente la fetichización de un modelo económico –y una visión científica y cultural del mismo– que lleva décadas filtrándose y sedimentándose con maneras más o menos sinuosas, más o menos tajantes, en la educación pública. Sin embargo, se empeñan en negar que esta naturalización del capitalismo y los parámetros neoclásicos en la enseñanza pueda ser leída como el más intenso (y exitoso) proceso de ideologización que, de momento, les concede no poca ventaja en esa guerra cultural que tanto les gusta invocar.
Con la esperanza de transparentar y subvertir esta ideologización de la educación en línea con la visión única neoclásica y los mantras capitalistas, nuestra investigación también ha querido recopilar un decálogo de iniciativas originales o ya planteadas y practicadas por docentes, alumnado y diversas organizaciones de economía crítica. Algunas reivindicaciones podrán parece obvias para muchas personas, pero, tras los resultados expuestos, consideramos necesario exponerlas y visibilizarlas. Por tanto, frente al reduccionismo, el aura de infalibilidad universal y la objetivación de las teorías y modelos neoclásicos, así como ante la pauperización, la abstracción, el individualismo disciplinar y la patriarcalización de la Economía, proponemos: fomentar en el alumnado el análisis y cuestionamiento críticos del enfoque económico dominante; presentar rigurosamente la disciplina económica como un espacio plural de conocimiento y proposición; integrar una perspectiva educativa interdisciplinar, tanto en el plano teórico como metodológico; (re)conectar la docencia de la Economía con los problemas socioeconómicos realmente existentes; naturalizar la perspectiva de género en la interpretación de la realidad, en general, y de los problemas económicos, en particular; y finalmente, devolver a la Economía su dimensión y responsabilidad éticas.
Estas transformaciones deben integrarse tanto transversal como concretamente en los planes de estudios (es decir, siendo incorporadas en el diseño de todas las asignaturas que componen el grado, independientemente de sus contenidos, pero siendo también desarrolladas en asignaturas concretas); y, muy especialmente, deben ser exigidas, impulsadas y sostenidas por órganos de gestión institucional (desde departamentos y facultades hasta ministerios y comisionados supranacionales), redes y organizaciones críticas y, por supuesto, el propio alumnado y profesorado universitarios, para quienes, además, debería generarse un repositorio común y abierto que recopile todos los recursos pedagógicos disponibles en el Estado español sobre Economía crítica, junto con una profunda –y sabemos, también, mucho más complicada– transformación de los sistemas de evaluación y méritos docentes.
Para quienes elegimos nuestra formación universitaria y ejercemos nuestra docencia por fuera de la Economía, acercarnos críticamente a ella nos desvela que esta no solo habla de dinero de altos vuelos, números crudos y fríos cálculos, sino que también (nos) habla sobre nosotras mismas y nuestras vidas vividas; que no es, y no debe ser, un juego de suma cero arbitrado por serios señores de traje y en el que siempre ganen los mismos –muy especialmente cuando el propio profesorado y alumnado, como ocurre en el caso de nuestra investigación, reclaman la necesidad de incorporar a la docencia temáticas de índole social y problemáticas reales–. Por tanto, ese afuera de la Economía –y, por extensión, su adentro– suponen fronteras ficticias o, si se prefiere, convencionales, pactadas por miradas situadas (y privilegiadas) que niegan su situación (y su privilegio). La neoliberalización de la economía y de la educación convierte a las materias en vehículos civilizatorios –«si el mercado me quiere así, así seré yo», este es el peaje subjetivo del empleo, en particular, y del reconocimiento socioeconómico, en general–, pero también en dispositivos culturales que normalizan la deshumanización de nuestros discursos científicos y de la propia economía, naturalizando el sacrificio de las personas y del planeta.
Como pregunta retóricamente Kalle Lasn en su magnífico libro Guerra de memes: La destrucción creativa de la economía neoclásica (2015), «¿es la economía un frío juego teórico… o una disciplina profundamente personal que llega al corazón de lo que somos como seres humanos?». Y decimos retóricamente, porque hace ya décadas que la propia Margaret Thatcher resolvió el objetivo de la economía como «cambiar el corazón y el alma de la nación». Quizás sea hora de invertir los términos y que sean nuestros corazones y almas los que cambien la economía para humanizarla; en esta labor de (de)volver la economía (con y sin mayúscula) a las personas y ampliar sus miras con perspectivas y experiencias diversas, críticas y alternativas, lo que aprendamos y enseñemos en las aulas es crucial, y a ese esfuerzo ha querido sumarse humildemente nuestro trabajo.
Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión de la autora y esta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.
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