¡Rápido, cultura!

  • "La pandemia parece que traerá una crisis sin precedente para todos los que vivimos de la cultura"
  • "Es ingenuo pensar que, de un día para otro, toda España se sentará delante de sus dispositivos a consumir cultura con avidez"
  • "¿Debe seguir ofreciéndose todo de forma gratuita? La propia supervivencia del sector cultural parece indicar lo contrario si, como parece, esto va para largo"

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César Martín, director del festival DEMANDAFOLK

El futuro del sector cultural, tras el terremoto originado por la covid-19, se presenta más incierto que nunca. La pandemia, que dicen, cambiará nuestra forma de interactuar con nuestros semejantes así como con el entorno que nos rodea, parece que traerá una crisis sin precedente para todos los que vivimos de la cultura y sus actividades conexas.

La reacción inmediata de los creadores, artistas, instituciones culturales etc. ante el nuevo escenario, ha sido la de ofrecer contenidos gratuitos a través de las redes sociales (o de sus propios canales digitales) a la población confinada. Este primer impulso espontáneo generó durante varios días una inundación de material (no lo digo en el mal sentido, aún) en nuestras  pantallas. Además trajo cierto optimismo a todos aquellos vinculados con el mundo de las artes: aún con todo en contra, encerrados en casa, el contenido cultural seguía fluyendo desde cualquier rincón del mundo, con la potencialidad de llegar al interior de cada vivienda. Muy pocos pueden presumir de hacer tanto con tan poco.

Una vez pasado el momento de euforia inicial (merecido, sin duda), toca hacer reflexiones más profundas. En primer lugar es necesario ser realistas. Considero un error no analizar que está habiendo bastante endogamia entre personas vinculadas a la cultura  en los procesos de emisión y recepción de contenidos culturales de estas semanas. Es ingenuo pensar que, de un día para otro, toda España se sentará delante de sus dispositivos a consumir cultura con avidez (y la valorará adecuadamente); por mucho que las personas no puedan salir de casa y tengan tiempo libre. Generar nuevos públicos lleva mucho tiempo y trabajo.  Es imprescindible tener los pies en el suelo para afrontar lo que nos viene.

Tenemos pocas certezas de qué pasará con la cultura “en vivo” durante un tiempo. Lo único que parece claro es que casi todo lo que se produzca en el sector va a estar muy ligado al mundo digital y sus redes sociales, que serán la única vía para acceder al público. Para los que puedan subirse a ese tren (muchos, como los festivales de verano, me temo que desgraciadamente no van a ser capaces),  es importante pararse a pensar cuál va a ser el escenario en el que vamos a tener que movernos (ya veremos si a medio o largo plazo) para poder tomar las decisiones correctas.

Ante el cambio de paradigma veo probable que nos enfrentemos a una pérdida de público, ya que se va a eliminar casi por completo un elemento esencial de la práctica cultural: la interacción social.  Sale de la ecuación el poder ir a disfrutar de la cultura con otros seres afines –igual que ir a  tomar algo antes o después, comentar…-. y esto hará que muchos se alejen. “Es estadísticamente excepcional que se frecuente un equipamiento cultural o un espectáculo en solitario”, afirmaban Lluís Bonet y Héctor Schargorodsky en su Manual sobre Gestión de Festivales del 2011.

Además, posiblemente, vamos a encontrar tras la pantalla a un consumidor más pasivo que el que acudía al teatro, cine, exposiciones etc. Desde luego ya no es necesaria una activación física y psicológica para llegar al objetivo deseado: asearse, vestirse, salir de casa para dirigirse al centro correspondiente, utilizar un trasporte público, privado o simplemente caminar. Igualmente, no nos enfrentaremos ya a un consumidor cultural cautivo –como ocurría cuando entrabas en un teatro o un cine- sino que dispondrá de alternativas inmediatas para el zapeo ante la mínima distorsión y/o aburrimiento. En definitiva, debemos prepararnos para un público que, desde su casa, estará menos concentrado, sacará menos rendimiento a la actividad que se le propone y al que será  más difícil hacer llegar el mensaje de creadores y artistas.

Por otro lado, lo digital y las redes sociales como único medio de transmisión de cultura pueden llevarnos a una deriva (ya lo están haciendo, me temo) donde la cultura se entienda únicamente como entretenimiento.¡Rápido! ¡Cúltura! ¡La gente se aburre! Urge recordar que la cultura no tiene como función únicamente entretener y llenar huecos vacíos en agendas, sino que es un proceso de aprendizaje;  busca transmitir conocimientos y valores sociales (entre otros), y en última instancia, transcender. Solo teniendo clara esa perspectiva  podremos mantener su valor a largo plazo.

En este sentido, creo que es necesario revisar alguna de las prácticas de estas últimas semanas lo antes posible:

Lo primero ¿debe seguir ofreciéndose todo de forma gratuita? La propia supervivencia del sector parece indicar lo contrario si, como parece, esto va para largo. El valor principal de la gratuidad tiene que ver con la posibilidad de generar nuevas audiencias. Es una práctica que se relaciona con acercar al teatro, cine, música, artes plásticas etc.  a asistentes que no acudirían las primeras veces  si no fuera porque es gratis o a muy bajo coste. Puede que nos encontremos ante una tesitura favorable para atraer nuevo público, no lo niego, pero me surge la duda de si este ámbito digital global, donde es complicado asegurar que el segmento de población al que quieres dirigirte vaya a ser el que te vea realmente,  justifica tanta gratuidad. Cuando el Teatro Real ofrece la posibilidad de ver gratis varias óperas que antes eran de pago ¿Realmente esa acción le granjea nuevo público o se trata de personas que antes pagaban por ir a la ópera las que lo disfrutan ahora en su domicilio sin coste?

En segundo lugar, y aunque es difícil poner puertas al campo, se debe hacer un esfuerzo por ofrecer contenido de calidad. Sin duda que estas semanas he visto creaciones impresionantes,  pero también muchísima morralla. Y con calidad me refiero, sobre todo, a una mínima calidad técnica. Me identifico con el líder de la banda Los Ilegales, cuando dice que ha tenido que  sufrir estos días una “gran profusión de esos acústicos horrorosos”. No digo que un músico desde de su casa no pueda publicar algo grabado con el móvil, faltaría más, pero también pienso que no debemos dejarnos avasallar por la rapidez que demandan las redes porque será la perdición. Hay que ser responsables y buscar la manera de llevar al público piezas, streamings etc. que no le provoquen una reacción negativa frente a lo que ven. Era una norma básica antes de la pandemia y así debería seguir, aunque el producto tarde un poco más en estar listo. Si a la baja calidad técnica le sumamos otros elementos, como el exceso evidente de contenido (¿de verdad todo el mundo tiene algo interesante que publicar diariamente?) o la ausencia de filtros, la cultura en redes se convertirá en una saturación infumable. Los fantásticos comediantes de Pantomima Full utilizaron  el término “Chapamdemia” para definir esta avalancha y he de reconocer que me reí bastante.

En definitiva, lo digital debe ser una de nuestras tablas de salvación, pero tenemos  que ser capaces de gestionarlo adecuadamente, si va a ser prácticamente la única vía para hacer llegar la cultura a la sociedad y no  sólo un complemento para publicitar la actividad..

Cuando se publicó Resistiré, sin duda el hit de este confinamiento, identifiqué algunos músicos y cantantes con los que había trabajado en distintas épocas de mi vida y me embargó un sentimiento de nostalgia. No solo pensé en la emoción de estar sentado en una butaca rodeado de gente, sintiendo la emoción del directo; también recordé ese hormigueo que se siente al iniciarse una prueba  de sonido, o las charlas con  músicos y amigos en los largos desplazamientos en coche o autobús entre conciertos.

Sustituiremos lo que podamos por contenido digital, no cabe duda, pero siendo conscientes de que la vuelta a la normalidad va a tardar, ¡cuánto voy a echar de menos lo de antes!

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