Sindicatos: ¡apoyemos la huelga climática!
- "Llegó la hora de que los sindicatos mostremos a la siguiente generación que somos la fuerza impulsora del cambio progresivo en el siglo XXI"
- "Es demasiado tarde para remiendos superficiales: para evitar la catástrofe climática, necesitamos una transformación del sistema"
- "La Huelga Climática nos brinda la oportunidad de romper las barreras, de revitalizar nuestro movimiento, de aprender de los y las jóvenes que están luchando"
Rosa Pavanelli, secretaria general de la Internacional de Servicios Públicos, la federación sindical internacional de los sindicatos del sector público
En 1968, los trabajadores y las trabajadoras de todo el mundo se unieron a los estudiantes y tomaron las calles para combatir la injusticia y la complacencia de la clase política. Hoy, una vez más, los estudiantes son la punta de lanza, esta vez para evitar el desastre climático. Nos piden a los adultos —y a los sindicatos— que les apoyemos. Debemos responderles demostrando que el movimiento obrero está dispuesto a defender el interés general y a apoyar a los movimientos populares que impulsan el cambio. La movilización por el clima es una lucha por poner al pueblo y al planeta por encima del lucro.
Durante años, el movimiento sindical se centró en el concepto de la “Transición Justa”, es decir, en lograr que los trabajadores, las trabajadoras y las comunidades no resulten perjudicados durante el proceso de cambio hacia un mundo sin emisiones de carbono. Lamentablemente, estos programas acabaron, en muchos casos, transformados en otro subsidio público más en manos de las corporaciones, que han permitido a los grandes contaminadores maquillarse de verde, mientras dejaban casi intacto el sistema de producción que creó el problema.
Lo que realmente necesitamos es que el movimiento sindical luche por un nuevo New Deal Verde Global, un cambio a gran escala de nuestras economías para impulsar el poder de los trabajadores y las trabajadoras y de las comunidades, y para asegurarnos que nuestros Gobiernos protegen los recursos naturales, sean terrestres o marinos.
A pesar de las evidencias, los ideólogos neoliberales, que llevan décadas dominando el discurso político, nos hacen creer que el mercado nos salvará. Quienes crearon el problema oscurecen el debate y evitan las culpas diciéndonos que la libertad individual de los consumidores y el espíritu empresarial serán la salvación. Las empresas aparecen maquilladas de verde a toda página, para convencer al público de que han visto la luz: a pesar de haber tardado décadas y de haber gastado millones de dólares ocultando la verdad.
Las grandes corporaciones se han adueñado de nuestras instituciones a través de obscenas donaciones políticas y de envenenadas puertas giratorias con los gobiernos. Esta es la razón de que tengamos acuerdos climáticos inoperantes, que permiten que las especies continúen desapareciendo.
La desregulación ha reducido drásticamente la normativa medioambiental y ha activado a los grandes contaminadores; la privatización ha entregado nuestra producción de energía a intereses privados, que extraen beneficios (fósiles) a toda máquina. Paradójicamente, muchos de estos mismos ideólogos apoyan los exorbitantes subsidios públicos que recibe la industria de los combustibles fósiles mientras se oponen al gasto gubernamental en soluciones de energía limpia.
Mientras tanto, corporaciones como Exxon o Chevron continúan bombeando beneficios y canalizándolos hacia paraísos fiscales, para evitar pagar los impuestos que en justicia les corresponden. Privan así a los Gobiernos de los ingresos imprescindibles para mitigar y adaptarse a las crecientes catástrofes climáticas. Es demasiado tarde para remiendos superficiales: para evitar la catástrofe climática, necesitamos una transformación del sistema.
La batalla que se libra hoy va mucho más allá del clima: es una lucha por recuperar la democracia y por que nuestros gobiernos sirvan al pueblo, no a los poderosos. Sólo venceremos si ejercemos nuestra fuerza colectiva, si usamos nuestro poder forjando una coalición poderosa entre estudiantes, activistas y el movimiento sindical.
Muchas personas ven a los sindicatos como una fuerza cada vez más a la defensiva o reactiva. Ante los continuos ataques de la derecha en todo el mundo, nos vimos obligados a luchar para preservar nuestros logros, en lugar de para expandir la justicia social.
La Huelga Climática nos brinda la oportunidad de romper las barreras, de revitalizar nuestro movimiento, de aprender de los y las jóvenes que están luchando en primera línea y de redefinir lo que es posible. Los sindicatos ya han pasado a la acción. Desde Alemania hasta Nueva Zelanda o Sudáfrica, el movimiento obrero apoya a los y las jóvenes huelguistas.
La Internacional de Servicios Públicos —la Federación Sindical Mundial de los Trabajadores de Servicios Públicos— lanza un llamado a nuestras afiliadas y a los sindicatos de todo el mundo, para que hagan todo cuanto esté en su mano para apoyar la Semana de Movilizaciones Climáticas, incluida la convocatoria de huelgas, cuando sea posible. Si queremos generar la voluntad política necesaria para cambiar el sistema, debemos ser más audaces que nunca.
No podemos permitir que el idealismo vital de esta generación de jóvenes acabe envenenado por el escepticismo y la duda. Esta es nuestra última oportunidad. Ellos y ellas son nuestra última oportunidad. ¡Debemos apoyarles!