Tiro al muñeco
TIRO AL MUÑECO // Duelo al sol en Chípiron Beach
- Primer relato de la serie 'Tiro al muñeco'
Ya es verano en El Corte Inglés y la canícula castiga inmisericorde la plaza vieja de Chípiron Beach, capital administrativa del Condado de Santa Renata, República Dominicana. Cuando eres la voz en off de algo que se llama Tiro al muñeco sabes —a no ser que seas gilipollas— que las cosas no se pueden empezar de cualquier manera. “Decía Gramsci que…”. No; no podríamos empezar así… Pero si de repente te hablan de la plaza vieja de Chípiron Beach, en Santa Renata, te teletransportas de inmediato a unos soportales umbríos y frescos que acotan una superficie cuadrada y ondulante —como cuando vas por el desierto y crees haber visto un oasis a doscientos metros—donde hasta el busto de bronce de Simón Bolívar, que lo preside todo desde su pedestal de alabastro, suda la gota gorda. En el pórtico, sentado en una butaca de mimbre y vestido de blanco indiano, un tipo de mediana estatura con el pelo a lo Pablito Calvo y un matamoscas en la mano le mete un lingotazo a un mojito turbio y fresco como una portada de El Jueves.
—Señorito Casado…
—Dime Teodoro. ¡Y sácate ese hueso de aceituna para hablar, por Dios, que no se te entiende nada!
—Perdone —lo escupe—. Tiene una llamada de Abascal…
—Joder qué pesado… Mira que le he dicho que estamos de vacaciones y que no nos moleste. Pues no hay manera.
—¡Qué ganas tengo de meterle un par de hostias al Ortega&Smith! “Pin, pan”. Dos hostias al Ortega y otras dos al Smith. Así, sin más…A mí no me chulearía como al “Caraculo”, o como sea que llame el rojerío a esa piltrafa que hemos colocado en la alcaldía de la capital…
—No digas barbaridades, Teodoro… Anda, pásame el móvil; haz el favor… Santiago, ¿qué pasa?
—Me he venido a pasar las vacaciones a un camping nudista de Alsasua para provocar a estos cabrones, pero me ignoran… No me hacen ni puto caso.
—Qué sinvergüenzas…
—A unos que había en pelotas les he llamado “guarros” y “bolleras de mierda” y se me han reído a la cara… Y les gritas ¡Viva España! y es como si no te escucharan…
—¡Qué pena! No sé a dónde vamos a llegar… Rebaños de batasunos riéndose de todo y de todos delante de nuestras narices y aquí nadie hace nada… En fin… ¿Qué quieres? Ya sabes que estoy de vacaciones.
—Sí; algo he oído… En Chingapur, ¿no?
—Qué bruto eres, Santiago… No me extraña que la Arrimadas no se te ponga al teléfono… ¿Pero por qué llamas?
—Solo quería charlar un rato… Me siento muy solo aquí, en Alsasua…
—Bueno. No pasa nada, cálmate. Ya verás como todo se arreglará en cuanto empecéis a tocar pelo y a manejar concejalías de distrito por aquí y por allá: en Carabanchel, en Vallecas, en Villaverde, en Orcasitas, en Entrevías… Será maravilloso… ¡Cómo un auto sacramental! ¡O mejor todavía! ¡Como una película de Juan de Orduña!... Hay mucho trabajo que hacer en el sur, querido Santiago, político y pastoral…
—¿Tú crees?
—Pues claro. No lo dudes… Y ahora perdóname, pero estoy en una reunión con un grupo de empresarios hondureños, o salvadoreños, no sé. Siempre los confundo, como Trillo… Tengo que colgar, Santiago… ¡Y no te preocupes por esas cosas! Te llamo un día y quedamos a comer cerca del Congreso…
El tipo del traje de hilo deja el móvil sobre la mesita, junto a su aguachinado mojito.
—¡Qué calor, por Dios! Esto empieza a resultar insoportable… Teodoro —se dirige a su ayudante—. Tráeme un trozo de sandía… ¡No!… Mejor un mango… Pero que esté bien fresquito… Y no se te ocurra hacer tonterías con el hueso, que la última vez acabamos en urgencias.
—Sí, presidente…
La chicha caldosa se atrinchera en la plaza vieja de Chípiron Beach. Bolívar se deshidrata y hasta las moscas parecen haber ido a echar la siesta. Todas excepto una, que se posa sobre la mesa donde descansan el celular y los restos encharcados del mojito de nuestro protagonista. “Zas” —se escucha tras un conato de zumbido el sonido de un matamoscas al percutir contra el insecto—. “A tomar por culo”.