El Ello desencadenado
- Según entendía Freud, nuestra mente es el resultado de la combinación de tres dimensiones: el Ello, el yo y el superyó
- El Ello se está deshaciendo de la función mediadora del Yo, para acceder por sus propios medios al mundo exterior de la apariencia: la “presencia” del Ello
Según entendía Freud, nuestra mente es el resultado de la combinación de tres dimensiones: el Ello, el yo y el superyó. El Ello hace referencia a los impulsos inconscientes que motivan nuestros deseos y pulsiones, o dicho de otro modo, el Ello viene a definir lo que somos sin filtro. El superyó, en cambio, vendría a ser una especie de guardián de la mente que restringe al Ello y nos ofrece una guía para poder operar en sociedad evitando dejarnos llevar por el Ello. Entre medias de los dos se encuentra a quien mejor conocemos, el Yo, que se ocupa de los actos voluntarios y se presenta como el resultado del equilibrio que mantienen los dos primeros, es decir, como la manera de dar salida y hacer encajar los deseos dentro de un marco normativo. Pues bien, quizás estamos asistiendo a un desplazamiento social de las relaciones entre el Ello, el Yo y el Superyó, en donde las pulsiones inconscientes mostradas a carne viva y sin filtro, comienzan a copar la presencia y expresión pública.
Donde mejor se observa la ideología, no es en las figuras de los ideólogos ni de los políticos, tampoco en los aparatos ideológicos del Estado, ni siquiera en las grandes maquinarías de discurso que son los medios de comunicación. El núcleo de la ideología, se observa de manera mucho más clara en los comentarios random de las redes sociales, los insultos racistas en vagones de metro o en las palabras de un agresor de mujeres cuando se jacta de que no le va a pasar nada por pegarlas; el subsuelo del discurso está en aquellos que no tienen la necesidad de operar en un espacio de normas y le dan rienda suelta a su Ello sin ningún superyó que lo retenga. La frontera que separa la pulsión oculta del Ello de la apariencia que nos permite mantener un principio de realidad se está invirtiendo, o dicho de otro modo, el Ello se está deshaciendo de la función mediadora del Yo, para acceder por sus propios medios al mundo exterior de la apariencia: la “presencia” del Ello. Si el Ello expresa de manera imprudente aquello que somos, la ideología versa en producir, disputar y definir el sentido de lo que somos: la orientación y el modo de producción del Ello. Un Ello solo puede combatirse con otro Ello, un imaginario con otro imaginario, una apariencia con otra apariencia, una ficción con otra ficción, una verdad con otra verdad más fuerte.
El neoliberalismo impone una mutación antropo-ideológica que permite el surgimiento de las expresiones reaccionarias. Una reacción que parte de un estado de soledad voluntarista confiada solo en sus propias capacidades, que frustrada, se transforma en un resentimiento proyectado sobre las incapacidades de los otros. Como apunta el filósofo Jacques Rancière, lo arcaico (el Ello reaccionario) retorna cuando la división entre ricos y pobres se ve sustituida por otro tipo de división: la reunión del odio que excluye, la pasión por el Uno que se forja contra lo múltiple; esta es la potencialidad política del resentimiento. La tensión democrática pasa por todo lo contrario, esto es, por desclasificar y deshacer las posiciones asignadas a cada parte de la sociedad, es decir, pasa por el enfrentamiento con la parte de los ricos para emanciparse de la distribución temporal de los roles fijados. El demos, recuerda Rancière, es el movimiento por el cual lo múltiple evita la inercia que conduce a tomar la forma de Uno.