¿Quién alimenta al mundo?
“Las mujeres fuimos las primeras científicas agrícolas antes de que la división del trabajo acabase dando lugar a la agricultura del colonialismo, de los bienes de consumo y las grandes producciones, que quedaron en manos de los hombres y hoy se considera la única agricultura… la agricultura de las mujeres quedó en el ámbito de lo invisible” (Vandana Shiva)
Ellas producen más de la mitad de los alimentos del mundo y hasta el 80% de los alimentos básicos en el Caribe y en el África Subsahariana, sin embargo la propiedad de la tierra y por lo tanto la toma de decisiones y el poder siguen en manos de los hombres. ¿La tierra para quien la trabaja? Claramente no. La desigualdad en la titularidad de la tierra no se da solo en África, América Latina o Asia, sino también en Europa: España cuenta con un 21,7% de sus tierras en manos de mujeres y Alemania no llega al 9% (Eurostat, 2010).
Acabar con esta injusticia global respecto al control de la tierra y de los recursos naturales es una de las metas incluidas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 5 relacionado con la igualdad de género, pero su cumplimiento es prácticamente una utopía mientras nuestro modelo agroalimentario siga en manos de las exigencias del mercado, con leyes exclusivamente diseñadas por hombres, que dejan fuera a la mitad de la población. Un claro ejemplo lo encontramos en la reforma de la PAC para 2020 que aboga por el continuismo, sin incluir ni un solo programa de apoyo a las mujeres del campo: no hay representación en los espacios de toma de decisiones ni políticas de apoyo a la maternidad, a la crianza o a los cuidados en el ámbito rural.
En el Día Internacional de las Mujeres Rurales, las políticas a nivel internacional continúan sin ofrecer soluciones reales que extirpen de raíz las desigualdades de género. En cuanto a las políticas europeas apuestan todavía por programas de desarrollo rural en los que no hay referencias explícitas a las mujeres, a pesar del papel primordial que juegan no sólo en la agricultura ecológica sino también llevando a cabo estrategias de adaptación al cambio climático de manera continua e invisibilizada, tanto en sus hogares como a nivel comunitario. En nuestro país, según la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR), más de cinco millones de mujeres trabajan en sectores altamente vulnerables al cambio climático, como la ganadería o la agricultura.
Violencia machista, aislamiento, brecha salarial…
Más violencia machista, la brecha salarial (diferencias salariales de más de 400 euros mensuales en España y de hasta un 40% entre hombres y mujeres en América Latina), la titularidad de la tierra, la falta de reconocimiento del trabajo que realizan (si ejercen un trabajo asalariado se considera como una extensión de las tareas domésticas), las trabas para la constitución de cooperativas, el aislamiento… Son luchas que unen a todas las mujeres rurales a nivel mundial y que no encuentran soluciones en el ámbito político.
En nuestro país, el 60% de las víctimas de violencia machista pertenecen al entorno rural. Según señalaba en una entrevista Teresa López, presidenta de FADEMUR, el pasado 8 de marzo “los recursos no llegan, los cuartelillos cierran por la noche por falta de dotación, el transporte se ha recortado y el acceso a internet para denunciar es de baja calidad”. En América Latina o África, donde existen más conflictos e intentos de control y apropiación privada de los territorios, la violencia contra las mujeres se convierte también en un instrumento más de intimidación. A pesar de la falta de apoyo institucional, ellas resisten ante las grandes corporaciones y ante un modelo capitalista que quiere arrebatarles sus tierras y hasta su vida: la agroecología, la economía solidaria, las redes de cuidados o el poder de lo colectivo son sus armas.
Se nos olvida que el mundo rural es fundamental para la supervivencia del mundo urbano. Es la tierra que nos alimenta, el agua que bebemos… Pero la mayoría de nuestros políticos siguen vendiéndonos las bondades de las ciudades como principal motor de la economía e insisten en el éxito del urbanismo “sostenible”. ¿Quién alimenta al mundo?