Evolución del número de personas ocupadas desde el primer trimestre de 2006 al primero de 2017, según la EPA. / Gráfico: Porcentual
A pesar de que no se han resuelto ninguno de los problemas estructurales de la economía española, como un modelo productivo estancado en el monocultivo del turismo y el suelo, un mercado laboral de espanto y una desigualdad que se cronifica, ya se celebra la salida de la crisis y la recuperación. España crece en torno al 2,6% del PIB anual, pero la naturaleza de ese crecimiento y su reparto no parece importarle mucho a nuestras élites. Nuestro país eleva el consumo privado, cierto, pero no gracias al aumento de rentas sino a que las familias vuelven a tirar de los ahorros, retornando así a un patrón de crecimiento endeble, más basado en el crédito que en la renta disponible. Justo igual que antes de la crisis.
Los que antes de 2008 ya lo pasaban mal hoy lo tienen peor, lo mismo sucede con las mujeres, los jóvenes y los niños, a los que se suma esa población de entre 50 y 64 años que se queda varada en tierra de nadie. Ha bajado el paro, cierto, pero eso no tiene una traducción directa en la mejora de las condiciones de vida y mucho menos resuelve, ni por asomo, los problemas de origen que sufre España. Es la propia Comisión Europea, la que viene alertando de que el crecimiento económico no se traduce en reducción de la desigualdad, y que los niveles de pobreza y exclusión social se encuentran "entre los más elevados de la UE".
En términos laborales podemos distinguir dos aspectos, el cuantitativo y el cualitativo. Desde Rajoy llegó al gobierno en noviembre de 2011, hasta la EPA del primer trimestre de 2017, hay 747.000 personas activas menos y 285.000 personas más ocupadas. Hoy hay 1.032.000 personas menos en paro en comparación con el 4T de 2011 y si a esa cifra de parados le restamos las 285.000 personas más cotizando, lo que nos queda es exactamente la población activa que se ha reducido, ya sea porque se ha borrado, prejubilado o marchado del país. Durante ese mismo periodo la tasa de paro se ha reducido en poco menos de cuatro puntos, ya que en 2011 era de un 22,56% y en 2017 un 18,63%.
Desde un punto de vista cualitativo destaca que entre el año 2012 y 2015, (a espera de datos de 2016) la tasa de trabajadores pobres ha aumentado en casi cinco puntos llegando a alcanzar el 14,8% del total de quienes tienen un trabajo: becarios, contratos por horas, falsos autónomos. Es la nueva estabilidad; baja el paro pero a cambio suben los trabajadores pobres. No crean empleo, lo que hacen es repartir la miseria.
Se trata de cambiar horas de trabajos estables por horas de trabajo precario, pero además a Rajoy le faltan alrededor de 26 millones de horas de trabajo para volver a posiciones pre-crisis. Sin embargo, un escenario de cambio de modelo productivo que genere más riqueza, no pondría tanto el acento en recuperar esas horas de trabajo como en repartir democráticamente la mayor riqueza producida, y por lo tanto, trabajar menos horas. Hoy sucede lo contrario, pues una misma persona tiene que encadenar varios trabajos y “desear” trabajar más horas para aumentar un poco sus exiguos ingresos, dado que, como indica el último informe del sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda, Gestha, el 47% de los asalariados españoles cobra menos de mil euros al mes.
Ahora levantemos la vista, tratemos de atisbar qué futuro se nos presenta a medio plazo y de qué modo esta descomposición afecta a las posibilidades que alberga nuestro país. De no revertir el proceso, tal y como muestra el Consejo Económico y Social de España, pasaremos de contar con una población en edad de trabajar, esto es, de entre 16 y 64 años, que representa el 70 por 100 de la población total en 2005, al 52 por 100 del total para 2025. Esto quiere decir que el país se vacía, sobre todo de jóvenes, ya de por sí escasos en un país envejecido, a lo que debemos añadir que para el año 2028 nacerán 5 millones de niños menos si persiste la tendencia demográfica trazada por el INE. Si queremos mejorar nuestro presente y garantizar un futuro a los que vengan, solo hay una forma: invirtiendo este proceso que amenaza a nuestro país, y para eso, primero de todo -pero no solo-, hay que desalojar a la lumpen-oligarquía que nos gobierna. Nos merecemos algo mejor.