La letra pequeña de los Presupuestos de 2017 es aún más preocupante que la brocha de las primeras cifras a bote pronto. Como siempre ocurre a la hora de elaborar las cifras, se desconoce la liquidación del año anterior, por lo que muchas veces las comparaciones hay que hacerlas con lo presupuestado, y no con lo ejecutado. De cualquier manera, el panorama que dibujan las cuentas públicas es desolador, por más que la euforia y las palabras de autobombo de Montoro llenen las páginas de los medios de comunicación, algo que debería hacer reflexionar a algunas cabeceras ilustres.
La radiografía global de las cuentas es que España es un país envejecido, más de un 40% del total de gasto se va a pagar pensiones, con un gran agujero en la Seguridad Social, un 1,7% del PIB, que es incapaz de pagar dichas pensiones con los ingresos por cotizaciones sociales, que siguen marcando una tendencia decreciente, aunque se empeñen en presupuestar más. Una de las razones por las que no saben presupuestar es que carecen de una buena estadística de salarios que les permita prever con algo más de rigor la evolución de cotizaciones sociales. Adicionalmente, la deuda nos come algo más del 3%, casi 33.000 mill€, lo que cuadra con un país poco productivo y estancado. La inversión pública se desploma en este presupuesto, con un recorte del 20% sobre presupuestos, aunque como en 2016 se realizó mucho menos de lo presupuestado, tal vez haya un ligero repunte sobre lo ejecutado. Esta técnica, la de pintar un cuadro y luego ejecutar otro diferente, es muy útil para contentar inicialmente a las CCAA o a Bruselas, pero es realmente letal para la supervivencia de las empresas, especialmente las pequeñas y medianas que viven de las obras públicas, y lo que les dejan las grandes constructoras.
Los recortes
Con estas premisas, y mínimos avances en educación e I+D, solo cabe pensar que España lo fía todo, como todos los años, a la campaña del turismo y el repunte de la construcción para lograr cuadrar las cuentas, que no nos engañemos son restrictivas. No hay que olvidar que incluyen un recorte de 14.000 mill€ para cuadrar el déficit de 2017, hasta dejarlo en el 3,1%, basando toda la euforia en que se dejaron de invertir 5.000 mill€ en 2016, que se consolida, y en un aumento de la recaudación de casi el 8%. Este aumento de la recaudación, cuyos errores de previsión también son notables en el pasado, independiente del color político del gobierno que nos haya gobernado, se asienta especialmente (en porcentaje) en las empresas, que se les ha modificado la tributación de sociedades a mitad del partido. También se es muy optimista con IRPF, más de un 7%, e IVA, a pesar del modesto recorte para algunas actividades culturales, salvo el malvado cine. Este escenario solo se puede dar en un entorno de euforia consumista, con crecimientos del empleo notables y con un alza de retribuciones, más allá del efecto volumen, difícilmente contemplables. Estaríamos ya cerca de los máximos recaudatorios de los picos de la burbuja, tan ansiada por algunos, curiosamente en un momento de consolidación fiscal brutal, como es el caso que nos ocupa. Sinceramente, volveremos a ver el baile de viajes a Bruselas para mendigar un aplazamiento, como se ha producido en los dos últimos ejercicios.
No hay que olvidar que el cuadro macroeconómico en España tiene trampa porque incluye premisas exógenas que no se pueden atribuir a la gestión pública en España, como son los precios de la energía, la compra de deuda por parte del BCE y la cotización del euro. Si a esto añadimos el desapalancamiento del sector privado, más de 400.000 mill€, tenemos la tormenta perfecta: no hay inversión, solo gasto corriente, pago de deuda, bajos salarios, pobreza estructural, exclusión social. El enorme riesgo es que el crecimiento no se cumpla, algo no desdeñable, lo que agravaría la presión sobre el gasto y reduciría aún más el esfuerzo inversor y por ende la capacidad de cfrecimiento potencial. Curiosamente, el único agente que no se desapalanca es el Estado que sigue engordando la pelota y tirándola hacia el futuro, pensando que otros lo pagarán, y sin importarle que con esos 32.000 mill€, se podrían pagar muchos gastos productivos que redundarían en mejoras en productividad, formación e infraestructuras.
Las pensiones
Mención aparte merece el capítulo del endeudamiento para pagar ya las pensiones, una vez agotado el Fondo de Reserva. Todavía resuenan las palabras de Aznar y Rajoy cuando declararon que tuvieron que pedir un crédito para pagar las pensiones cuando llegaron al gobierno en el año 1996 y 2011 respectivamente. Ahora de nuevo estamos ante una situación similar. Rajoy ha dejado quebrada la Seguridad Social y entonces el mismo Rajoy tiene que pedir un préstamo. Esta situación es realmente dramática porque ya es estructural. Las cotizaciones sociales ya no cubren el pago de las pensiones, primero porque el empleo creado es insuficiente, y segundo porque el nivel de cotizaciones es insuficiente para cerrar el gap presupuestario, lo que se llevará este año algo más de 10.000 mill€ para que los pensionistas puedan cobrar las pagas extras.
Si los pensionistas van a perder poder adquisitivo, en el umbral del 1,8%, los funcionarios también lo harán, y van unos cuantos años. Esta faceta, ya un clásico, también se verá acompañada por un cicatero incremento salarial en el sector privado, cifra que desconocemos en su totalidad, porque ya una mayoría social no está cubierta por convenio colectivo, gracias a la Reforma Laboral de 2012 y en parte a la de 2010. Por tanto, la participación de los salarios en la Renta Nacional seguirá descendiendo y perdiendo parte del pastel, para contento de las empresas y el Gobierno y resignación sindical, que se ven incapaces de revertir esta situación. El poder de negociación se va disipando por momentos y ello no tiene visos de poder ser invertido, incluso derogando la pérfida Reforma Laboral. Se ha instalado en el subconsciente social que tenemos que vivir con salarios de miseria y que eso es bueno para que se recupere el ahorro de las empresas que en un futuro repartirán, por obra y gracia del espíritu santo, dichas ganancias entre sus trabajadores. No hay que olvidar que no es baladí que creciendo más que el resto de socios, y teniendo al Ministro de Hacienda con más autoestima de la UE, seguimos con una tasa de paro superior al 17%. Esta presión de la población parada es el mejor antídoto para recuperar las reivindicaciones salariales.
Si el país vuelve a ir bien, según los que elaboran estas cuentas, la realidad que pinta la OCDE es otra muy distinta. Tenemos los indicadores sociales muy por debajo de nuestro nivel de desarrollo. Por un lado, la tasa de paro juvenil y de paro de larga duración muy altas. La de jóvenes en paro alcanza el 40% y los desempleados de más de un año en el 50%. Curiosamente, el Ministerio que más baja el gasto es del de Empleo y Seguridad Social (-15,5%), dicen que por qué baja el desempleo, lo que es falso, ya que se dejan de invertir todos los años mucho dinero en formación, lo que da idea del interés por sacar a flote al stock de parados más antiguos, los más caros, prácticamente nulo.
La pobreza
La tasa de pobreza relativa en España sigue siendo de las más altas de la OCDE y todavía es superior a la de 2007, algo que muchos niegan, a pesar de las evidencias. Por supuesto que estos presupuestos no palian nada de estas rémoras, aunque el discurso oficial nos dice que la mejor política contra la pobreza es el empleo, y éste crecerá en más de 500.000 en 2017. Lo que no dicen es que muchos de ellos estarán de nuevo en el desempleo cuando acabe el trámite parlamentario de estas cuentas públicas. Por supuesto, que la pobreza en niños es lo más doloroso, y ahí también estamos por encima de la media de la zona euro, con más del 20% de niños pobres, aunque coman todos los días. Pero tal vez, lo más sangrante es constatar que las prestaciones y trasferencias públicas no benefician a quien más lo necesita. España, gracias al generoso sistema de pensiones, es el país en el que el colectivo más beneficiado por transferencias públicas es el 10% más rico, algo impensable en países verdaderamente socialdemócratas como Finlandia, Nueva Zelanda u Holanda. Y por supuesto, esto no viene de los gobiernos de Rajoy, sino que es una máxima de nuestro sistema pírrico de bienestar social.
Con esta radiografía, repasar el resto de gasto por Ministerios y CCAA es una broma y solo responde a los chascarrillos de donde se invierte más o menos, la calderilla de la inversión regionalizable. Solo Canarias mejora, gracias al disputado voto de los dos diputados de las islas. Por supuesto, Valencia vuelve a ser la más castigada, pero también lo son Asturias, Andalucía o Cataluña, a pesar de la propaganda de hace unos días. Todo sigue igual, primero la propaganda, y luego los números que nadie los lee.
En resumen, España no sale de la pobreza y la exclusión social estructural en la que está inmersa desde hace años. Apenas crecen las partidas de la economía productiva, quedando dinero solo para pagar gasto corriente en pensiones, aumentando el endeudamiento y asumiendo que el desequilibrio financiero de la Seguridad Social no se cerrará a medio plazo. Tampoco es cierto el miedo de los liberales sobre el chorreo de gasto y nuevos funcionarios, ya que la retribución pública cae, a pesar del anuncio de una provisión de empleo público histórica, básicamente es consolidación, lo que no impide que la tasa de reposición en una parte importante del Estado sea del 50%. Las becas, la I+D y las infraestructuras son las partidas que más sufren el ajuste encubierto, que el Gobierno tratará de dulcificar con calderilla para jóvenes en un complemento que pagaremos a escote, y un poco de esfuerzo en dependencia para salvar algunas conciencias que siguen apostando por los mayores, desde el desamparo más absoluto.
(*) Alejandro Inurrieta es economista y director de Inurrieta Consultoría Integral.
• El Gobierno seguirá hundiendo la Seguridad Social en 2017, de ALEJANDRO INURRIETA.
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