ENTREVISTA
El Día de la Madre sin quienes más quieres
- Elena del Pilar Ramallo Miñán, víctima de violencia de género, cuenta su caso
- La víctima describe el calvario judicial y personal desde que le quitaron a sus hijas
Con la voz quebrada y el corazón roto, Elena del Pilar Ramallo Miñán solo quiere que la hoja del calendario del Día de la Madre pase lo antes posible. “Llevo tres años sin celebrarlo”, confiesa. Una conmemoración que para esta doctora en Derecho va más allá de las tres ocasiones que ha estado sin sus criaturas en un día como este. “No son tres días. Son cientos de días, de noches, de risas, de lloros, de momentos, de caricias, de abrazos, de desayunos con risa, de pelis con palomitas, de amor… Son cientos de días de vacío insoportable que me han robado y que jamás recuperaré”, reconoce.
Y es que, para Ramallo, reconocida profesional e investigadora gallega y quien fue directora de la Cátedra internacional de RSC del Banco Santander, “cuando te han arrancado de tu vida a lo que más quieres, todos los días son el Día de la Madre, porque todos los días sientes que tienes clavado un puñal que te atraviesa el corazón. ¡No hay dolor mayor que vivir sin mis hijas!”, añade.
La “mala madre”
Esta directiva echa la vista atrás y solo tiene en la mente el día que, en lugar de obtener una custodia compartida, recibió una resolución que obligaba a desahuciar de su hogar a sus hijas de 6 y 12 años ¿La razón para tal decisión? La jueza creyó a su exmarido. “En base a la declaración judicial de mi exmarido, y sin permitirme hablar, no me permitieron declarar, prevaleció la opinión de un hombre sobre la de una mujer, la del marido sobre la esposa”, dice. “Sin prueba médica alguna dictaminó que no estoy capacitada para cuidar de mis hijas y ser una buena madre". La sentencia decía sobre Ramallo: “Le da prioridad a su trabajo y está desequilibrada”.
Frente a lo que decía la resolución, esta madre presentó posteriormente cuatro cartas laborales de universidades y empresas con las que trabajaba o colaboraba para demostrar que sí conciliaba. “Curiosamente, a mi exmarido, que también trabaja y tiene un horario que le impedía atender a nuestras hijas sin ayuda externa, no tuvo nada que demostrar de temas de trabajo, de si estaba cuerdo o no y de si era buen padre, porque es hombre, pues eso únicamente se pone en duda en las mujeres". "Me arrebataron lo que amo, a mis hijas. Se creyó al maltratador y no a la víctima porque yo no doy el perfil. ¿Y qué perfil debe tener una mujer maltratada? Habría que preguntarles a los jueces”, añade.
Por eso, a Elena, una celebración como la del Día de la Madre le duele hasta lo más hondo. Y le duele porque, tal y como recogen distintas denuncias de violencia de género, la amenaza de su exmarido se cumplió. “Me decía que iba a quitarme lo que más quería. Su amenaza se materializó con el amparo judicial que no me protegió y me quitó a mis hijas. El recuerdo de cuando se las llevaron como si yo fue una delincuente me puede. Creí morirme, no podía asimilar la vida sin mis niñas. Después de dos años y medio sin ver a mi hija mayor, el vínculo madre-hija está roto. Le han mentido tanto sobre mí… Y a la pequeña, la veo solo cuando el padre quiere. Mi pequeñita sufre angustias y ansiedad, no entiende por qué la alejaron de su mami”, añade.
Además del impacto emocional y psicológico, Ramallo se queja de indefensión judicial. Y es que a pesar de las acciones legales que ha llevado a cabo para dar la vuelta a todo (tres ejecuciones), denuncia que el incumplimiento del régimen de visitas es absoluto. “Nada tiene consecuencias para mi exmarido y sientes una impotencia absoluta. Esto es lo que pasa en muchos casos en los procedimientos de familia y tiene que saberse, porque la gente piensa que la justicia funciona de otro modo. La justicia en muchas ocasiones es la que te destroza. El daño que le han hecho a mis niñas y a mí es irreparable y el tiempo que nos queda hasta que se celebre el juicio... Nos iremos a los tres años o más”, recalca.
El peso infinito del qué dirán
“Que a una mujer como yo, con buen sueldo, profesional reputada, casa propia, sin adicciones o problemas, le saquen de casa a sus hijas, sin razón aparente... Rápidamente, surge el “algo muy grave tuvo que hacer”; “en algo estará metida que no cuenta, drogas o al algo así". Esto jamás ocurre cuando a un hombre le retiran la custodia. Mi exmarido me denunció por maltrato hacia las niñas, desatención alimenticia e higiénica, cualquiera que me conoce sabe que eso falso, la denuncia fue desestimada. Pero fue más allá, manifestando que pudieron haberse producido abusos sexuales sobre mi hija pequeña consentidos por mí. Todo esto son acusaciones falsas, cuando ves que no hay consecuencias para el maltratador, y sí para la víctima, no entiendes nada”.
Consecuencias sociales. El resultado de aquellas acusaciones fue el vacío social a Ramallo, según cuenta: “Gente que me conocía desde hacía años me hizo el vacío, dejaron de saludarme y por supuesto jamás me preguntaron ni cómo estaba ni qué había pasado… Nunca me imaginé que el padre de mis hijas me pudiese hacer lo que me hizo, pero este maltrato consiste en eso precisamente, en aprovecharse de tu confianza. El desgaste es demoledor, pero la necesidad de resistir y no volverte loca es la fuerza interior que mantiene en pie a las madres cuando luchamos por nuestros hijos o hijas”.
El desgaste que menciona Ramallo forma parte de la manipulación psicológica conocida como “luz de gas”, que se produce en los casos de violencia de género. “Mi exmarido es el hombre que a ojos de todos es modélico. Pero en realidad es un maltratador sibilino. Esta violencia es difícil de detectar. Llega a convencer a tu entorno, a tu familia, de que tú estás mal y ellos comienzan a formar parte de ese maltrato, al tratarte como si estuvieses loca, incluso diciéndolo y refiriéndose a ti como tal. En mi caso, llegó a tal punto que convenció a mi progenitora para que declarase en contra de mí”, señala a cuartopoder.
Incumplimiento de la Ley de Violencia de Género
Ramallo suma a la lista de agravios, la institucional. “Debido al auto en el que me quitaron a mis hijas, abandoné toda mi vida profesional y solo conservé lo mínimo para tener un sueldo fijo y horario exigido para recuperar a las niñas: mi plaza de profesora de un instituto de Galicia. Aquí comenzó mi otro infierno, por el incumplimiento de la Ley de Violencia de Género en la Administración gallega”.
La Ley de Violencia de Género en la Administración, el Estatuto de los Trabajadores y el Funcionario contemplan un articulado en el que se recogen una serie de derechos para las víctimas (conciliación geográfica, flexibilidad horaria…). Sin embargo, tal y como explica esta madre, son papel mojado. “No lo hacen en la reserva de plazas para las oposiciones, la ley exige un 2% para víctimas. Es triste que sea precisamente una víctima la que tiene que luchar por su cumplimiento. Para ello, tuve que afiliarme a un sindicato, porque no hay otra fórmula, preparar una propuesta que redacté para que se llevase la mesa sectorial de negociación de las oposiciones y se obligase al cumplimiento de la reserva, tal y como establece la ley. Esto obliga a la función pública a modificar todas las oposiciones gallegas y aplicar la reserva”, recalca.
A pesar de que esta superviviente envió toda la documentación a la Xunta, para pedir, en base a sus derechos, al auto judicial que debía cumplir y a un problema médico -con informes acreditativos-, una conciliación geográfica, las autoridades competentes no respondieron a la misma. “Me enviaron a un destino que me obligaba a viajar a diario, un año a 200 kilómetros y otro a casi 400, y me dieron el peor horario del centro. A pesar de mis escritos (a la inspección educativa, a la Dirección General de Recursos Humanos, a la secretaria de Igualdad y a la Conselleira de Educación o al vicepresidente responsable de la función pública y del cumplimiento de la Ley de Violencia de género) y de la ilegalidad que se estaba cometiendo, dio igual todo”.
Cuando pides tus derechos y te humillan
Así, con la primera vez que pidió que se cumpliera la Ley de Violencia de Género al inspector de educación asignado al instituto comenzó su siguiente calvario. “Me humilló tanto como víctima de género y como mujer. Me respondió que a él esos rollos de mujeres no le importaban, que eran temas personales. Me dijo que eso era cosa mía y que no venía a cuento. Todo eso acabó en una campaña de acoso y derribo por parte del inspector que dijo que allí se hacía lo que él decía y punto. Me amenazó con que, si seguía dando problemas, es decir exigiendo mis derechos, me abría un expediente disciplinario, y lo hizo”.
En el propio expediente de su caso, el negacionismo de la violencia de género es tal que hace que en vez de recoger dicho motivo aparezca el de "circunstancias especiales". “Esto está tipificado en la ley y se considera violencia institucional. Me humillaron, me vejaron y me castigaron sentada en una silla separada de todo el mundo, al escarnio público, por no doblegarme y callarme. No cedí y me suspendieron de empleo, sueldo y pérdida de derechos en las listas de funcionario, y además, en un acto de prevaricación administrativa me echan de mi puesto de funcionaria de palabra, sin documento escrito alguno, y nombran en mi lugar a otra funcionaria”, alega.
Cómplices
Los hechos están ya denunciados en los juzgados, admitidos y en trámite. “Esta situación surrealista, me obliga a defender mis legítimos derechos de víctima con mi dinero mientras que los funcionarios y altos cargos de la Xunta pleitean con dinero público para defenderse por no cumplir la ley. Es una burla para todas las mujeres y para todas las víctimas de género”, añade.
Sin embargo, antes de llegar a los tribunales, la entrevistada intentó por todos los medios ser escuchada. “Escribí por orden jerárquico a todos los que tenían responsabilidad en el tema, pero nadie me quiso recibir o contestar. Conocer estos hechos delictivos, permitirlos, ampararlos e incluso firmar resoluciones contrarias a la ley debe tener responsabilidad directa sobre cada uno de ellos”, explica.
Dado el silencio, esta madre escribió al presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, para pedirle que cesase el acoso sobre ella, tal y como se hacía eco El Cierre Digital. “Le dije que ya no podía más. Que necesitaba recuperar mi salud y a mis hijas. Le pedí que me recibiese para hablar y enseñarle la documentación, que por favor no permitiese lo que estaba pasando y que se cumpliese la Ley de Violencia de Género en la administración gallega”. Su petición no fue escuchada. “No me recibió nunca. Su jefe de gabinete me dio largas, lo que demuestra que tuvo conocimiento de la situación, y no hizo nada. Lo peor es que el acoso e incumpliendo de la Ley de Violencia de Género continuó”.
A Ramallo no le da miedo señalar hacía arriba y denunciar, además, que cuando comenzaron a hacerse públicos los candidatos que irían en las listas autonómicas en las elecciones gallegas, -aplazadas en la actualidad por la pandemia del coronavirus-, la incredulidad y la rabia aparecieron a partes iguales ante sus ojos. “Todos los que habían incumplido la ley, que habían permitido los abusos y los acosos por no callarse eran premiados con posiciones de salida en las listas de Feijóo. Susana López Abella, secretaria xeral de Igualdade, Carmen Pomas, de la Conselleira de Educación, y a Alfonso Rueda, como vicepresidente”, denuncia.
La foto falsa del lazo morado
Para esta superviviente, no se pueden dar discursos del apoyo a las víctimas y compromiso con la Ley de Violencia de Género y no cumplirla. “Estas formas son incompatibles con la defensa de los derechos y la dignidad de las víctimas y las mujeres. Han intentado doblegarme y silenciarme con abusos de poder, pero son mis derechos y no voy a renunciar a ellos. Desgraciadamente en la lucha estás sola. Ni sindicatos, ni partidos políticos, ni asociaciones ni nadie te ayudan. Ni la Valedora do Pobo, a la que acudí, para pedirle que instase al gobierno gallego al cumplimiento de la Ley de Violencia de Género en la Administración, me recibió”, recuerda.
Por eso, independientemente de la fecha del Día de la Madre, esta doctora en Derecho repite que lo más cruel que le pueden arrebatar a una mujer que es madre son sus criaturas. “Creo que en esto todos estaremos de acuerdo. Pero la lucha por los derechos de las mujeres implica no acceder que nos humillen, degraden, insulten, asesinen y, que nos arranquen el corazón y el alma, al separarnos de nuestros hijos e hijas robándonos sus custodias. No se entenderá la lucha por los derechos humanos y por la dignidad, dejando estos derechos olvidados”.
La solución que Ramallo ve a tanto dolor solo pasa por cambiar el sistema. “Solo así habrá cese en el sufrimiento por el robo y arrancamiento de custodias, las mujeres confiarán en la justicia y se podrán evitar muchos asesinatos machistas. Es necesario que quienes tienen responsabilidades políticas e institucionales, quieran escuchar a personas que, tanto por conocimientos como por experiencia vital, podemos aportar soluciones y medidas, pero ni nos escuchan ni nos reciben”. agrega.
Por último, esta madre también hace un llamamiento a la implicación de los medios de comunicación. “Pocas veces nos dais la oportunidad de tener visibilidad a las personas que tenemos conocimientos y que podemos aportar soluciones y eso en mi opinión debería de cambiar”, nos dice. Sea cual sea la situación, sea cual sea el día que se celebre, Ramallo tiene clara una cosa: “No dejaré de luchar”.