Augustin, inmigrante africano y candidato a la presidencia: “Quiero dar esperanzas a la gente”
Seguramente el líder de Vox, Santiago Abascal, no contaba con que un inmigrante africano sería uno de sus rivales en las elecciones del 28 de abril. El propio Augustin Ndour, un senegalés de 49 años que fue un 'sin papeles' tratando de sobrevivir en España, tampoco contemplaba “ni en sus más remotos sueños” ser el primer candidato de origen africano a presidente del Gobierno. Casi veinte años después de haber llegado a Granada, ciudad donde reside y trabaja, Augustin o 'Agustín' para la mayoría encabeza la candidatura de Por un Mundo Más Justo (M+J). Quiere quebrantar con el odio y los prejuicios que pesan sobre las personas como él, tan solo luchadores tratando de alcanzar una vida digna.
Ndour es activista y trabajador de Cáritas en Granada desde hace 17 años. Allí se gana la vida y puede ayudar a su esposa y sus hijos, quienes residen en su país de origen y pueden verlo pocas veces al año. Este candidato atípico, que sonríe con humildad, representa los ideales de su partido. M+J es una pequeña formación política de 206 militantes que nació en 2004 y persigue el fin de la pobreza en el mundo y de la desigualdad. Acuden al 28-A en solitario porque estos grandes objetivos, opinan, no son la prioridad de ninguna otra formación política en España. Con banderas como la transparencia, la lucha contra los paraísos fiscales o el 0,7% del PIB para la ayuda al desarrollo, han logrado concurrir a las elecciones por 41 provincias.
– ¿Por qué decidió venir a vivir a España?
– Mi hermano estaba trabajando en Lisboa como profesor de portugués y me facilitó el visado para poder venir a Europa. En realidad, yo no tenía un destino fijo, quería ir a Europa para mejorar mi condición de vida y de la gente que me rodeaba. Estuve casi dos años en Lisboa y allí me enteré de que en España, cuando gobernaba casualmente José María Aznar, se estaba regularizando de forma masiva la situación de muchos inmigrantes porque era la época del boom inmobiliario y se necesitaba mano de obra. Granada no la conocía, acabé allí por pura casualidad. Año y pico después de llegar me regularicé y empecé a trabajar en Cáritas y allí llevo 17 años.
– Durante todo el tiempo que lleva viviendo en España, ¿se ha encontrado más barreras sociales o institucionales?
"Las barreras administrativas generan un sufrimiento inútil"
– Institucionales. Además son las más dañinas. Las barreras sociales se superan con facilidad porque la gente cambia el concepto que tiene sobre ti cuando te conoce. Sin embargo, las barreras administrativas generan sufrimiento inútil. Cuando más sufrí fue a mi llegada porque no me permitían trabajar. Me acuerdo de que fui a un locutorio para llamar a Senegal y que me mandaran el dinero que tenía ahorrado de Lisboa. El muchacho que me atendió me miraba con una cara... Me preguntó: “¿te han mandado dinero de Senegal aquí?”. Vender en la calle se me daba muy mal y era lo único que podía hacer (ríe). Ese sufrimiento de la gente corriendo con la policía detrás por el único hecho de no tener papeles es una de las barreras más injustas.
– ¿Qué contestaría a esos políticos como Pablo Casado o Albert Rivera que se niegan a las medidas favorables para los inmigrantes porque, dicen, provocarían un “efecto llamada”?
– El efecto llamada es la riqueza de Europa y el empobrecimiento de los pueblos de origen. Todo ser humano anhela vivir bien, con dignidad. El derecho a no tener que emigrar tiene que prevalecer y, para eso, tenemos que cambiar las políticas de cooperación y comercio internacional. No podemos pretender vivir en una prisión de muros construidos con opulencia y que los demás estén viviendo fuera sin poder entrar. No es viable. Además, nuestros pueblos no son pobres, sino empobrecidos. África es muy rica en recursos: un tercio de la materia prima y energética pertenece al continente africana, el 60% de las tierras cultivables son africanas y el crecimiento demográfico mas fuerte es africano. Hay un potencial, pero ningún pueblo ha desarrollado a otro pueblo, sino que los pueblos se desarrollan a sí mismos. Ahora mismo tenemos unas políticas de comercio hechas de tal forma que quien compra pone los precios y es una regla del juego que tenemos que cambiar. Por ejemplo, si yo pudiera elegir el precio de tu teléfono para que me lo vendieras diría un euro, pero eso no es justo. El modelo de cooperación después de 60 años no ha servido de nada. Algo falla. Tenemos que mirar esa realidad de frente y dialogar para cambiarla.
– ¿Hacen falta en Europa liderazgos africanos que propongan otro tipo de relaciones entre los dos continentes?
– Sin ninguna duda. Después de la revolución industrial, tecnológica tiene que darse la revolución del encuentro. Es necesario que los africanos se unan, tengan una voz para hablar con Occidente y busquen una solución común que sea viable. En el siglo XXI no es normal que miles de personas sigan muriéndose en el mar por buscarse el pan. Son seres humanos. De hecho, ¿el mundo lo permitiría si fueran alemanes, ingleses o franceses? Hay mucha gente a la que no le importa la vida del pobre, pero nosotros queremos trabajar por toda la dignidad del ser humano, independientemente de su raza o credo.
– ¿Cuál fue el motivo principal que le animó a presentarse como candidato a la Presidencia del Gobierno?
– Uno de los motivos es que a veces gente conocida de toda la vida, buenas personas, de repente un día te sueltan un discurso de rechazo que te deja flipando, como si despertaras de una pesadilla. En España hay una sobreprotección de lo mío: primero voy yo y, cuando pase, el resto del mundo. Pero este mundo nos pertenece a todos y todos debemos tener la oportunidad de vivir medianamente bien. No es normal que un francés, un español o un alemán puedan viajar donde quieran y un senegalés no lo pueda hacer. Tú y yo queremos las mismas cosas, ser felices y no pedimos nada más.
Otro de los motivos es dar esperanza a mucha gente que, como yo, ha partido de la nada y que ha estado sin papeles. Hay gente muy bien preparada que por miedo se queda en un rincón. Muchas veces explico que si una niña de Senegal, Mali o cualquier parte del mundo, por su coeficiente intelectual, es la única que puede desarrollar un remedio contra el cáncer y no lo hace porque no puede estudiar, la humanidad entera sale perdiendo.
– Si tuviera que definirse políticamente, ¿diría que sus ideas son más de derechas o de izquierdas?
"Hace unos años hubiese dicho que era de izquierdas"
– Hace unos años hubiese dicho que de izquierdas, pero me he dado cuenta de que la gente lo que quiere es soluciones a sus problemas. No importa tanto la ideología que tengamos. La mayoría de la gente anhela políticos comprometidos con las necesidades de la ciudadanía. Al final importa que los políticos puedan dialogar, hablar y solucionar los problemas reales. Lo que tenemos que hacer es trabajar para que haya una concordia, podernos desarrollar y ser felices.
– ¿Comparte ideas con el movimientos sociales como el feminista o el ecologista?
– Yo soy activista negro, solo faltaría que no apoyara el movimiento feminista. Entiendo perfectamente lo que están reclamando. En cuanto a la ecología, este planeta es el que tenemos y hay que cuidarlo entre todos. El ritmo de consumo que tenemos es insostenible. Tenemos que ir a la base, al consumo responsable. Defendemos quitar el impuesto a los aparatos que podamos reparar. Esa sería una de las medidas: no consumir lo que no necesitamos. Solo podemos salir de este lío en el que estamos metidos siendo responsables con nuestro consumo.
– Seguramente usted no represente la idea de español que Santiago Abascal tiene en la cabeza. ¿Qué le gustaría decirle?
"Hace falta que (Abascal y yo) hablemos"
– Solamente le diría que tiene el deber de dialogar, y que necesitamos prosperar juntos, sin dejar excluido a nadie. Para eso hace falta que hablemos. Igual él nunca aceptará mis ideas ni yo las suyas, pero al menos podremos convivir bien y alegremente.
– ¿Cuál sería la primera medida que pondría en marcha si llegara al Congreso de los Diputados?
– Quizás, como soy inmigrante, lo que más se espera de mí son medidas de migración, de fronteras. A mí me gustaría que las fronteras fueran lugares de encuentro porque no pueden ser lugares de muerte y sufrimiento. Propondría que los inmigrantes en España pudieran regularizar su situación a partir de los seis meses para que puedan trabajar. Ahora necesitan tres años y es demasiado tiempo. Se genera un sufrimiento inútil y, aunque estas personas también pagan impuestos, no pueden darse de alta como una persona más. Es una de las medidas que llevamos entre otras muchas. También apostaría por las vías seguras para que la gente no tenga que jugarse la vida en una ruleta rusa. Estas políticas de migración, no impiden, solo dificultan, y quebrantan el sueño de demasiada gente.
De verdad que ¿hacen falta en Europa liderazgos africanos que propongan otro tipo de relaciones entre los dos continentes? ¿En serio que hacen falta? ¿Y por qué no aplican «tales bondades» en sus países?
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Yo estuve en Santa Isabel de Río Muni cuando era provincia española, y no es que estuviera muy bien, pero los guineanos tenían un nivel de vida bastante análogo a los peninsulares (e incluso tenían representantes en las Cortes (en las pseudocortes) franquistas. Luego, volví en el 80 y todo había degenerado, todas las instituciones jurídicas, sanitarias, económicas y sociales se habían ido la carajo. Y una tremenda pobreza se había apoderado de casi toda la población.
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Por otro lado, África posee enorme cantidad de riquezas naturales, que con una organización racional y responsable podría contribuir al bienestar de los africanos.
… Y, aunque es verdad que existe un continuo saqueo del gran capital occidental, también es verdad que ellos, los africanos, tampoco parecen capaces de organizar una administración medianamente coherente, honrada, seria y eficaz.
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Por eso pensar que España necesita liderazgos africanos parece un poco fuerte.
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Y, por otro lado, no tenemos ya al inepto, irresponsable y pancista del doctor Sánchez (sobresaliente cum fraude
No sé puede ni decir más claro ni tener más razón