Los populares temen seguir en la oposición, con el peor resultado tras su refundación
- Casado decidió, junto con su reducido núcleo de confianza, apostar por la llamada al voto útil, una estrategia que, por el momento, tampoco ha dado sus frutos para el PP
- Se lamentan en el PP de la imposibilidad de llevar la iniciativa de esta precampaña electoral, ya que no llegan sus ofertas programáticas
En la actual dirección del Partido Popular se detectan la preocupación y los nervios, ante lo que abiertamente admite un alto dirigente del partido de Pablo Casado: “Con nuestros estudios y otros ajenos en la mano, no gobernamos por ahora y, de este modo, no lo lograremos”. No obstante, los populares confían en revertir esta situación durante lo que queda de precampaña y campaña electoral.
Los números que arrojan sus estudios demoscópicos no les dan para alcanzar la Moncloa y tampoco las proyecciones que hacen sobre los sondeos ajenos, porque “la ley D´Hondt se vuelve contra nosotros, por ahora, con la irrupción de Vox”, se queja amargamente un miembro de la dirección del PP. Calculan los populares –si no cambia la actual dinámica que arrojan las encuestas- que el PSOE se va a llevar el último escaño en los restos de un buen número de circunscripciones, de manera que el PP se quedaría sin opciones de gobierno, mientras que sus rivales y compañeros de bloque de la derecha tampoco conseguirían beneficiarse de esos restos. Por eso Casado decidió, junto con su reducido núcleo de confianza, apostar por la llamada al voto útil, una estrategia que, por el momento, tampoco ha dado sus frutos para el PP.
Aunque aseguran que serán los más votados en ese llamado “bloque de derechas”, en el PP temen algo que repiten machaconamente las encuestas: la imposibilidad de llegar a sumar 100 escaños en el Congreso de los Diputados. En estos momentos, eso parece algo imposible.
Se lamentan en el PP de la imposibilidad de llevar la iniciativa de esta precampaña electoral. No llegan sus ofertas programáticas (y si llegan lo hacen envueltas en la polémica, como la que desató la propuesta relativa a adopciones procedentes de inmigrantes sin papeles), apenas se habla de sus “fichajes”, por relumbrón que estos aporten a la lista y sus mensajes quedan solapados, por lo general, por los debates que generan desde Vox, su talón de Aquiles en estas elecciones, o por los que parten del PSOE y, en especial, del gobierno, que sigue teniendo en su mano el Boletín Oficial del Estado (BOE) y los “viernes sociales”.
“Desde el PSOE dan toda la publicidad que pueden a Vox –se lamenta un dirigente popular- para tratar así de borrarnos del mapa y estamos enzarzados en debates artificiales e innecesarios, como el disparate de la tenencia de armas para que los españoles se defiendan en sus casas”.
La cuestión es que, hasta el momento, la estrategia del PSOE (suponiendo que sea cierta la teoría del dirigente popular) ha triunfado y es obvio que Vox se ha convertido en permanente referente en los debates públicos que se han lanzado hasta la fecha. Se habla mucho de Vox, aunque en ocasiones sea para mal, pero eso eclipsa al PP en cualquier caso.
Por si las moscas, el nuevo PP de Casado ha presentado un nivel de depuración (“purga”, en palabras de alguno de los afectados) enorme y es evidente que todos los que lleguen al Congreso serán fieles a su jefe de filas, Pablo Casado, pase lo que pase. Sin embargo, si Casado no llega a ocupar la Moncloa, nadie descarta que arrecie el “fuego amigo” ya sea del “sorayismo” o, simplemente, de los descontentos. Con todo, uno de los dirigentes más cercanos a Casado advierte que “no tendría sentido ir a por el líder elegido en primarias, por los afiliados” al tiempo que recuerda que los líderes del PP nunca han logrado vencer a la primera, cuando se trata de ganar elecciones generales.
Todo lo nuevo es muy viejo, pero hay vetusteces que hielan el alma y, sin embargo, ahí están, volviendo a vender su oscuridad como si fueran una solución luminosa. En realidad, se trata del fascismo de siempre, que hoy goza de un revival en todo Occidente, transformado en partidos algo más peinados y mucho más camuflados. Pero incluso entre aquellos que se sitúan en la derecha extrema, sin caer en la extrema derecha, la influencia de estas ideas de los fascistas del siglo XXI son tan evidentes como muy preocupantes. Y en el caso español, es indiscutible que el resurgimiento de un virulento nacionalismo español se vincula directamente a estos conceptos maximalistas e intolerantes. “Todo lo que es nacional es nuestro”, cuya música recuerda poderosamente a las expresiones de doña Cayetana Alvarez de Toledo respecto a Catalunya, o las bravatas de maese Abascal. Y, sin duda, todo el ideario de C’s Fachas, en sus múltiples griteríos. El nacionalismo que no surge de una necesidad de defensa de identidades y culturas en peligro, sino que se fundamenta en la fuerza y el poder de un Estado de Desecho, siempre tiende a destruir lo que pisa, y, desde luego, nunca es amable, ni en los tiempos de Franco, ni en los de la actual Reconquista española. Si abundamos en las comparaciones con el resto de sus ideas, como el concepto de la decadencia de las sociedades de mezcla, o el reforzamiento de la familia, como base para el imperio, o la inquina por el nuevo papel de la mujer, la cosa aún se pone más inquietante. A la m. con los Borbones ladrones, la Injusticia española prevaricadora, títere de fascistas y corruptos, vergüenza de Europa y sus «valientes» esbirros aporreadores de viejecitas y gente indefensa. Si me pegan, me divorcio. Som República !!*!!
Rivera, Casado, Abascal… estamos otorgando la categoría de político a quienes en realidad no lo son. La Política es una cosa y el juego partidista es otra. Se enzarzan en batallas a sangre y fuego para dirimir quién es quién y pasan de largo de la responsabilidad que les atañe ante la sociedad a la que presumen de representar. No lo hacen. Sólo se representan a sí mismos. Los problemas sociales para ellos no cuentan, van a lo suyo y aquí se acaba su participación en el juego democrático. Su obsesión se reduce a mangonear en el Gobierno, a sacar tajada de las arcas públicas y a vivir a un nivel económico que por méritos no les corresponde. Van de listos por la vida, sin querer enterarse de que la sociedad empieza a darse cuenta de que no sirven para la labor que su función les tiene encomendada. No hemos de confundir a los sanos y honestos servidores de lo público con los vividores de la política. Que abundan. Sobran.