El juego de la gallina, infantilismo y espectáculo en las negociaciones políticas
- Los partidos llevan las negociaciones y pactos al límite, guiados por el ritmo marcado por la televisión y medios de comunicación
- Pedro Vallín, Lucía Méndez, Pablo Simón y Sergio Pascual analizan el tema
Lunes. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias mantienen una reunión “discreta” para avanzar en las negociaciones del “gobierno de cooperación”. La noticia la desvela El Diario.es el martes al mediodía. Los medios de comunicación se apresuran en contarla. La semana previa, las negociaciones para conformar centenares de ayuntamientos y algunos gobiernos autonómicos apuran hasta el último momento. A falta de dos minutos para que se cerrara el plazo para inscribir coaliciones en la Junta Electoral, Podemos, IU y Anticapitalistas cerraban el acuerdo de coalición para concurrir conjuntamente a las elecciones autonómicas madrileñas del 26 de mayo...
Las negociaciones políticas, en distintos niveles, adoptan por regla general el llegar al límite. Deadline. La televisión, la digitalización de la prensa escrita y las redes sociales intentan narrar en directo el transcurso de conversaciones y acuerdos de contenido político. El hilo narrativo no puede frenar. En un panorama político cada vez más plural y diverso, con unos medios de comunicación que priman la exclusiva y el directo sobre todo, cuesta distinguir entre la política, el entretenimiento y el espectáculo.
“La mayoría de las veces, las negociaciones ocurren de una manera discreta, de hecho, cuando los partidos están dando muchas declaraciones es que no están negociando”, asegura Pablo Simón, politólogo, profesor de la Universidad Carlos III y editor de Politikon, que añade: “Cuando de verdad se está negociando, nos enteramos del acuerdo cuando ya ha ocurrido, como el acuerdo entre el PNV y el PSE, el resto, en la mayoría de las ocasiones, son filtraciones interesadas a la prensa de una de las partes, para ver cómo reacciona el resto”.
PP, Ciudadanos y Vox esconden el verdadero contenido del pacto de gobierno compartido en el Ayuntamiento de Madrid, si lo hay. Hasta el momento, referencias a un documento que nadie ha visto. Los tiempos, medidos; la información se conoce con cuentagotas. En Moncloa, Sánchez e Iglesias mantienen un encuentro y las versiones de ambos partidos difieren. Estas negociaciones adquieren un tufillo de culebrón del verano contado por fascículos, por telediarios. “La televisión marca la pauta de las negociaciones, pero por cobardía”, considera al respecto Pedro Vallín, periodista y cronista parlamentario de La Vanguardia. “Los medios establecemos una dictadura, pero los políticos son cobardicas, le tiene miedo a todo”, prosigue.
Y los periodistas, mientras, dándole vueltas a una expresión, un matiz semántico, léxico… “Gobierno de cooperación”, “entrar en el gobierno municipal”, “¿es gobierno una junta de distrito?”… “Las palabras son muy importantes, pero también creo que cuando te pillan en un adulterio, decir que esto no es lo que parece no suele funcionar”, valora Vallín, que recuerda “el caso del relator”. “Salió como el rosario de la aurora, todo por no decir ‘intermediario’, ‘testigo’, ‘notario’…”, comenta, lo que, para él, “revela una falta de valentía y honestidad y una condescendencia con el votante enorme, es tomar a la gente por idiota”. Este periodista cree que “para instalar la expresión ‘gobierno de cooperación’ y no ‘de coalición’, deberían haberlo nombrado antes, tras las elecciones”.
Lucía Méndez, periodista y redactora jefe de Opinión de El Mundo, cree que lo que está ocurriendo con los pactos “no es lo normal en una democracia”. “La negociación política parece que consiste en aislar y chantajear al otro. Eso no es una negociación. Una negociación es coger un programa, sentarse a hablar y llegar a acuerdos”, define. “Eso lo hizo Felipe González con los canarios, lo hicieron los ayuntamientos de Podemos y PSOE hace cuatro años, lo hizo José María Aznar con CiU y PNV, Zapatero con la geometría variable… Lo que pasa hoy, yo no lo entiendo”, añade.
Alguien bregado en las negociaciones políticas, quizás más a la interna que a la externa, es Sergio Pascual, quien fue secretario de organización de Podemos desde el inicio de la formación morada, en noviembre de 2014, hasta marzo de 2016 cuando fue relevado por Pablo Echenique. El también exdiputado de la formación morada relata: “El problema no es la espectacularización de la política, sino que esta deja al desnudo la terrible realidad de que los partidos políticos en España son estructuras pensadas para sobrevivir primero y luego, ya si eso, para pensar en los votantes”.
“Si viviéramos el vivificante espectáculo de políticos cruzando argumentos y disputas en un esforzado intento por maximizar el bienestar ciudadano, podríamos llegar a aburrirnos, pero no nos generaría desafecto”, advierte el de Podemos, prosiguiendo: “Mientras los medios sigan dando más voz a la entretenida estridencia que al aburrido consenso y las militancias sigan eligiendo a quienes se dan más golpes de pecho en lugar de a quienes más se remangan para enfrentar las contradicciones de la política, no saldremos de este círculo vicioso”.
Para Simón, sin embargo, el constante relato mediático sobre negociaciones entre políticos no es causa de desafección hacia la política. Lo expresa así: “La ciudadanía está igual de desafecta a sus políticos siempre, en general, la percepción suele ser mala hacia sus políticos. No creo que este proceso genere excesivo desgaste, más que desafección, diría que puede producir hartazgo, que la gente desconecte del tema”.
Méndez, por su parte, discrepa de esta afirmación. En la línea de Pascual, la de El Mundo explica: “Los partidos están preocupados por el impulso de poder, no por recuperar la credibilidad en la política por parte de la ciudadanía”. “La amenaza de unas nuevas elecciones ha caído en la sociedad como una bomba, no tengo instrumentos sociológicos para medir eso, pero solo pensar en la posibilidad de que a la gente se le vuelva a llamar a las urnas cuando ha votado dos veces en un mes…”, cuestiona esta analista política.
El de Politikon introduce otro tema: “Los políticos usan los medios de comunicación como una plataforma para negociar. Cuando Ábalos sale poniendo sobre la mesa la posibilidad de una repetición electoral, lo que está haciendo es echar la pelota a rodar para mandar un mensaje a los demás actores, no porque tenga que darse esta situación, sino para generar una cacofonía”. “Ante esto, la gente desconecta más y se aproxima menos al debate en cuestión”, considera.
Pascual se muestra muy crítico, cree que los partidos no crean “la puesta en escena” atractiva para la ciudadanía en las negociaciones. “Acaban cansando al electorado y a la militancia, fundamentalmente porque acaban siendo discusiones técnicas, por procedimientos o puestos, por una coma en un acuerdo o un término en un texto, porque están enormemente alejadas del interés general”, describe el ex secretario de organización de Podemos. “A los partidos o corrientes se les ve la tramolla en las negociaciones, lo que realmente son...y no es bonito”, valora.
El juego de la gallina
En Rebelde sin causa, protagonizada por el icónico James Dean, dos coches se dirigen hacia un precipicio. El primero en frenar pierde, será humillado. Es el llamado juego de la gallina, descrito en la teoría de juegos y una estrategia usada en las negociaciones. Llevar la negociación hasta el límite, la parte que no aguante la presión, pierde. Los políticos nos acostumbran a llevar las distintas negociaciones, en distintos niveles, hasta el precipicio. A apurar los plazos.
Vallín critica esta estrategia. “Esto no propicia buenos acuerdos. En teoría de juegos, la diferencia del dilema del prisionero es que con este pueden ganar dos, uno o ninguno, pero en la gallina, solo uno gana una cosa, que pierde el otro”, describe en analista de La Vanguardia, que recuerda: “La última vez que pasó esto, al PSOE le salió fatal, fue en la negociación presupuestaria, cuando la última noche los socialistas firmaron cosas que Podemos les sacó al final del plazo”. “El PSOE tiene todas las de perder en una repetición de elecciones, Podemos puede descarrilar, pero el que pierde el Gobierno es Sánchez”, vaticina.
“La negociación de la gallina es nefasta para el país y para los contendientes que pueden colisionar, no sé qué pensaría el votante de izquierdas si se le llama a las urnas otra vez”, cuestiona Vallín, aclarando: “Si después de haber propiciado una mayoría progresista para impedir que hubiera un rally entre las derechas en España, se repitieran las elecciones, creo que el votante de izquierdas castigaría esta frivolidad”.
Pascual habla en la misma línea. Cree que en las negociaciones políticas en España, “no existen metas comunes que dirijan y diriman en torno a qué se consensúan”, por lo que “todas las negociaciones son un juego de suma cero y la disputa se limita simple y sencillamente a maximizar cuota de poder”. “Lo que yo gano lo pierde el otro”, resume, añadiendo: “Los partidos sí enuncian ese objetivo trascendente, el bienestar de la ciudadanía, pero ninguno de ellos lo prioriza en la práctica respecto a su propia supervivencia, de ahí que acabemos como acabamos, jugando a la gallina en el mejor de los casos y a la ruleta rusa en el peor”.
“En mi experiencia, las negociaciones más existosas no son aquellas en las que se deja todo para el final. Normalmente se logran mejores resultados cercando el problema, logrando acuerdos aparentemente menores que luego son palancas para destrabar los mayores o al menos reducir la capacidad argumental de tu contraparte y con ello la dimensión de la contradicción que debe asumir”, recuerda Pascual, quien apuesta por “ampliar el marco temporal” en las negociaciones para contar con "comodines" y evitar que los resultados de la negociación no “fruto de una rendición total y de un vencedores y vencidos”.
Simón analiza, también, el juego de la gallina y lo relaciona con las actuales negociaciones entre PSOE y Unidas Podemos. “Cuando se sabe que, si no hay acuerdo, todos pierden, se intenta plantear las demandas de uno intentando que la otra parte dé el brazo a torcer para colocar el máximo de tus aspiraciones”, explica, asegurando que “es una práctica muy común en la negociación política, aunque puede tener un efecto negativo, que todos pierdan si nadie tuerce el brazo”.
“En contextos políticos en los que las pautas de competición están más asentadas y los partidos saben que su electorado les es más fiel o cautivo, tienen más incentivos para moverse fuera de sus zonas de confort”, describe, continuando: “Cuando no es así, y estamos en un contexto volátil y competitivo, hace que los actores sean más conservadores, se extremen más sus estrategias y se den más estas dinámicas que pueden tener efectos secundarios muy perversos”. A pesar de esto, quita hierro al asunto. “Estamos acostumbrados a este guion nos podría llevar a una situación dramática, pero también es verdad que no estamos viendo tanto dramatismo como en el ciclo del 2016”, considera. “No hay mucho margen para la sorpresa”, prevé.
Infantilismo político
Más allá de las negociaciones capitaneadas por Sánchez e Iglesias, las últimas semanas se han convertido en un teléfono escacharrado, entre políticos de distintos partidos y niveles, para establecer el poder político en distintos niveles de la administración ante un escenario fragmentado. Unas negociaciones, también las de la investidura del propio Sánchez, que marcan una tónica común: los vetos a otras fuerzas políticas.
A esto se refiere Vallín, quien considera: “El dramatismo televisivo ha hecho que se les exija a los partidos establecer vetos con otros partidos y es completamente paradógico, pues en pocos sitios se va a poder gobernar sin pactos”. Méndez, por su parte, considera que “no todo el electorado vota teniendo en la cabeza lo de los dos bloques”. “Hay unos números y hay que coger la calculadora para formar gobierno, no todos los votantes de Ciudadanos sienten la animadversión hacia Sánchez que tiene Rivera”, opina la de El Mundo.
El periodista de La Vanguardia recuerda el cara a cara entre Inés Arrimadas e Irene Montero en un Salvados moderado por Jordi Évole. Cuando el periodista les preguntó si pactarían con Vox, la de Ciudadanos aseguró que no lo haría, mientras que la de Podemos aseguró que hablaría con el mismísimo diablo si se puede sacar el mínimo acuerdo beneficioso para la ciudadanía. “En esto consiste la democracia liberal, en el reconocimiento de los otros, quien puede ser elegido y ser representante tiene que ser reconocido como interlocutor, no entiendo los vetos de Ciudadanos”, reflexiona Vallín.
“Nos encontramos con tabús y anatemas risibles, como para niños pequeños, como que el PSOE gobierne en Navarra por Bildu es un crimen de lesa humanidad, pero Bildu hizo presidente a Sánchez en la moción de censura”, describe este periodista, prosiguiendo: “Parece un juego de puritanos, payasadas que alejan la política de lo que debe ser en un sistema liberal, el otro no es un tabú si es elegible”. El relato político, en ocasiones, se caracteriza por su infantilismo.
“Los partidos políticos españoles están en manos de equipos dirigentes que no saben qué es una negociación política”, sentencia Méndez. “El caso de Vox, un partido nuevo al que le pilla todo por sorpresa y no sabe negociar y se la cuelan”, pone como ejemplo, refiriéndose “al pacto fantasma en Madrid entre el PP y Vox”. “¡No se ha hecho público! ¿En qué país democrático pasa esto? Es intragable esto que está pasando”, considera la periodista de El Mundo.
“Vemos cosas tan surrealistas como que al día siguiente de elegir al alcalde de Madrid, los que lo han elegido digan que el alcalde se ha saltado el pacto. ¿Qué pacto?”, se pregunta Méndez, que concluye: “Parece un juego de trileros en vez de una negociación. Una negociación política es otra cosa”.