35 años de Amparo 83, la primera ‘okupación’ política en Madrid y que duró solo 11 días

Minuesa. Centro Social Seco. El Laboratorio 1. El Laboratorio 2. La Guindalera. La Traba. La Casika de Móstoles. El Patio Maravillas. La Morada. Casablanca. La Ingobernable. Y muchos más. La historia de Madrid y los centros sociales okupados es larga y numerosa. Algunos duraron más que otros y los inicios del movimiento no fueron fáciles. Estos días se cumplen 35 años de la que es considerada como la primera okupación política en la capital. Hablamos de Amparo 83, un inmueble situado en la calle que tiene ese nombre en el barrio de Lavapiés. Su existencia fue efímera, en solo 10 días fue desalojado. Pero sirvió como pistoletazo de salida a unos intensos años posteriores.

Durante el mes de octubre de 1985 un grupo de jóvenes decidió okupar un local donde realizar actividades socioculturales varias. Optaron por un inmueble perteneciente a una filial de Hidroeléctrica Española S.A.: UIPIC S.A. (Unión Iberoamericana de Promociones Industriales y Comerciales) y que había permanecido vacío durante varios años. Según los y las okupantes en el registro de la propiedad no figuraba inscrito a nombre de nadie y llevaba dos años sin pagar los recibos de la Contribución Urbana Municipal, que sí estaban adscritos a la empresa anteriormente nombrada. Así se cuenta en la investigación Historia y análisis del movimiento de “okupación” en la Comunidad de Madrid, que puede ser consultada de forma online. El día 1 de noviembre se okupa el edificio por el recientemente formado KOKA (Kolectivo de Okupantes de la Kasa de Amparo).

“Lo organizamos entre un grupo de gente de la Facultad de Sociología de la Complutense y algunos de los punks más movilizados de aquella época. Éramos unas 20 o 30 personas las más activas pero enseguida se aglutinó desde ahí a bastante más gente”, señala a cuartopoder José Luis Ybot, más conocido como “Kurdo”, presente en aquella okupación. Fernando Llorente, activista también presente en aquella acción, recuerda también la importancia de gente que participaba en radios libres como Onda Verde o Radio Luna. “Se decide okupar pero casi sin tener un proyecto muy claro. La mayoría nos conocimos la noche anterior”, afirma. “Se logró el objetivo, que era un experimento comunitario en una ciudad muy hostil por aquel entonces. Éramos un grupo de jóvenes que no sabíamos muy bien dónde situarnos, porque la izquierda clásica no nos apelaba, odiábamos La Movida madrileña y estábamos más atentos en cosas que pasaban en Euskadi o Inglaterra. Confluimos un grupo para hacer un experimento y se atrajo a más gente”, añade.

También tiene recuerdos de Amparo 83 el activista y ex-eurodiputado de IU, Javier Couso. En su caso, no estuvo en el inicio del proyecto pero fue al local al día siguiente de la okupación. Fue co una serie de punks jóvenes que se habían juntado en torno al fanzine Penetración. También tenían un programa en Onda Verde. “Era nuestra primera experiencia. Por medio de ese fanzine sabíamos de la ligazón que tenía el punk más politizado con las okupaciones, tanto en Holanda como Alemania o Italia. Queríamos hacer algo así. Fue la primera okupación política, para darle un uso social”, afirma a este medio. “Nos metimos a saco limpiando, acondicionando y participando en las primeras asambleas”, afirma.

Con 14 años, Neme era la persona más joven que participaba en Amparo 83. Estaba en la calle, su madre la había echado de casa. “Fueron días intensos”, recuerda para este medio. “Lo curioso de esa okupación es que coincidimos gente muy diferente, que no nos conocíamos entre nosotros. Me enteré de la okupación por mi novio en aquella época. Tenía un programa de chicas en Onda Verde y había participado en manifestaciones por el movimiento insumiso”, destaca. Se dedicó dentro del local “principalmente a limpiar y desescombrar”. “No había muchas mujeres en aquella okupación”, añade.

Por aquella época las experiencias de okupación en el Estado español habían sido prácticamente nulas. Alguna en Barcelona o Pamplona. En algunos países de Europa sí se había desarrollado un movimiento más o menos organizado. Cobraron entonces mucha importancia fanzines como Penetración, Sabotaje o Molotov. “Sacaron cosas que venían de Holanda o Alemania. Era un poco el referente que teníamos. Hicimos también un par de ocupaciones de la facultad, la primera anterior a Amparo 83. Proyectamos una película que nos dejaron en la embajada holandesa sobre los squatters (okupas) durante la coronación de la reina”, señala Ybot.

“Amparo 83 sirvió para conectar a mucha gente. La gente andaba muy dispersa, estaba la infraestructura cultural de la izquierda clásica, de la que renegábamos ampliamente pero nosotros no teníamos nada”, afirma Llorente. Recuerda, además, la importancia de lugares como El Rastro, concretamente las escaleras que hay en Ribera de Curtidores. Maquetas de grupos, fanzines, radios libres y la facultad. Así surgió el núcleo madrileño.

Presencia policial y papel de la prensa

“La mañana de la okupación fue muy intensa y divertida, nos metimos por la escalera, por una ventana del primer piso, Enseguida apareció la policía y estuvimos encerrados unas horas”, recuerda Ybot. “Tuvimos la fortuna o buen hacer de conseguir que la prensa nos sacara. Nada más okupar se presentó la policía y llamamos a la prensa pensando que nos iban a desalojar ya. Se consiguió mucha visibilidad”, afirma Llorente. “En el resto de okupaciones tomamos el mismo modelo, teníamos una lista de contactos con prensa para difundir e intentar atraer a gente para allá. En aquella primera okupación el ABC nos metió caña desde el primer minuto, nos sacaban siempre”, afirma Ybot.

Repasamos las hemerotecas de aquellos días: “Ocupación squatter en Madrid”, titulaba en portada el diario ABC el 3 de noviembre. En su artículo interior, frases destacadas como “La ocupación de casas, entrenamiento terrorista” o Los asaltantes de la casa de Lavapiés quieren quedarse”. “Intento de desalojo de jóvenes ocupantes de un inmueble abandonado”, destacaba El País, con un enfoque más neutral. Un par de días después les dedicó un reportaje: “Los jóvenes consideran una oportunidad única el aprovechamiento del inmueble abandonado en Lavapiés”. Diario 16 también realizó varios artículos cubriendo la noticia: “Un grupo de jóvenes punkies continúa la ocupación de un local que quieren convertir en un centro cultural”, destacaron, por ejemplo.

Ya asentados en el interior, cada vez más gente fue a visitar el centro. Y se realizaron algunas actividades. Especialmente se recuerda una obra de teatro llamada “Gruñidos Salvajes”. “Vimos también los primeros problemas que había dentro de las okupaciones, que luego sufriríamos después, con gente que veía el espacio como un sitio para beber y drogarse. Nosotros no queríamos eso, hubo que cortar algunas de esas actividades”, recuerda Couso. Neme también recuerda estos rifirrafes y habla de prejuicios contra algunos punks. “En todas las fotos que veas de aquella época, todos los punkis que salimos estamos currando”, afirma.

El apoyo vecinal fue muy importante desde el principio y es destacado por todos los protagonistas de la época. Lavapiés no tenía mucho que ver con el barrio que conocemos hoy en día. La inmigración no existía y era un lugar envejecido y algo degradado. “A pesar de que dábamos bastante el cante tuvimos bastante apoyo en el barrio. En aquella época era un barrio popular muy envejecido y degradado, nada que ver con ahora”, afirma Ybot.

“Recibimos un respaldo alucinante. Las asociaciones vecinales y vecinos, con todas las pintas que llevábamos se podían haber asustado. Repartimos panfletos para que los vecinos se enterasen de lo que estábamos haciendo. La gente mayor era muy abierta en ese barrio. Reaccionaron muy bien”, recuerda Neme, que apunta además que tras el desalojo les dejaron el local de la asociación vecinal para reunirse.

Desalojo y manifestaciones

“A las 8,30 horas de ayer, los 12 jóvenes que pernoctaban desde el pasado día 1 en el edificio, abandonado desde hace 15 años, fueron expulsados por la Policía Nacional y llevados a presencia del juez que había ordenado el desalojo. Félix Alfonso Guevara, titular del Juzgado de Instrucción número 24, justificó esta medida por la petición expresa del ministerio fiscal”. Así contaba El País, en su edición del 12 de noviembre, el desalojo de Amparo 83.

Neme estaba aquella noche durmiendo en el interior del edificio. “Fue una brutalidad. Estábamos allí durmiendo la gente que o no teníamos casa o estaba rulando. A una chica la sacaron desnuda. Nos bajaron desde los pisos de arriba. Yo bajé las escaleras a vuelo, todo fue muy impresionante”, recuerda. Al ser menor de edad, nada más llegar al Juzgado, quedó en libertad. “El desalojo fue sorpresivo, a primera hora de la mañana. Éramos muy ingenuos, no hubo resistencia, ni siquiera habíamos planteado un plan”, destaca Llorente.

Los acontecimientos tras el desalojo fueron intensos también. Esa misma tarde se produjo una manifestación en el barrio para protestar por el fin de Amparo 83. Hubo cargas y detenidos. Lo contaba así El País: “A partir de las ocho de la: tarde, entre 200 y 300 personas, convocadas por la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos, se manifestaron por las calles de Lavapiés. La Policía Nacional cargó con dureza contra los manifestantes. Algunas personas resultaron contusionadas y dos fueron llevadas a la comisaría de la calle Escuadra, entre ellas el presidente de la entidad citada, Salvador Torrecillas, que había intentado dialogar con los agentes. Al ser puestas en libertad, al cabo de poco tiempo, se les informó que "no habían estado detenidos, sino retenidos". Las asociaciones vecinales, declaró Torrecillas, son partidarias de la rehabilitación popular de edificios abandonados”.

El día siguiente también se convocó otra manifestación. También con cargas policiales. “Los heridos, de edades comprendidas entre 17 y 34 años, fueron asistidos de "contusiones, erosiones y hematomas", según informó ayer Manuel Mella, coordinador del área de Salud y Servicios Sociales del Ayuntamiento. Un portavoz de los manifestantes destacó la "violencia desmedida de la acción policial ante una protesta que estaba discurriendo pacíficamente”, escribía El País. “Participamos en todas las movilizaciones que fueron muy potentes. Nos juntamos mucha gente y fue el principio del movimiento”, destaca Couso.

El juicio se demoró y la sentencia final no llegó hasta marzo de 1987. Antes, en marzo de 1986, el fiscal dirigió un “escrito de acusación contra dieciocho personas, tres de ellas menores de edad, que tomaron parte en la okupación de Amparo 83 -cuatro fueron acusadas como iniciadoras y el resto por secundar y apoyar la acción, catorce fueron detenidas durante el desalojo mientras que las otras cuatro personas fueron acusadas a partir de un atestado levantado por la Policía al poco tiempo de la okupación, cuando tomaron los datos de quienes se encontraban en el inmueble. El grupo fue acusado de un delito de coacciones, al impedir a la entidad propietaria del immueble el ejercicio de su derecho de propiedad. De este modo pidió penas de cincuenta mil pesetas y dos meses de arresto mayor para las personas acusadas mayores de edad y multas de cuarenta y veinte mil pesetas para las menores”, destaca la investigación anteriormente citada.

El 3 de marzo de 1987 se celebró el juicio a los detenidos y las detenidas tras el desalojo de Amparo 83. Entre medias, multitud de acciones de apoyo y manifestaciones por la absolución. El día 6, la jueza dictó sentencia absolviendo a todas las personas acusadas al no existir tal delito de coacciones.

Hubo que esperar algo de tiempo para ver nuevas okupaciones similares en la capital. El proceso judicial de Amparo 83, y la novedad que suponía, pusieron un poco el freno. En abril de 1987 se okupó un edificio en Ronda de Atocha. El mes siguiente, otro en Argumosa. En noviembre, en la calle Madera de Malasaña. Previamente se habían registrado otras okupaciones en Leganés o Móstoles. En mayo de 1988, en Vallecas, se okupó la Kasa Popular de Arregui y Aruej. “Intentábamos entrar en viernes para por lo menos durar el fin de semana”, recuerda entre risas Ybot. Todas duraron muy poco. No sería hasta el verano del 88, cuando comenzó el CSO Minuesa, en Ronda de Toledo. Duró 6 años. Sus actividades y su duro desalojo marcaron a una generación. Pero eso, es otra historia.