Pandemia insurreccional
- "Los mismos que acusaban al Gobierno de debilidad y tardanza en enfrentar la pandemia, le atribuyen autoritarismo y decisiones radicales"
- "Una vez descartada la inmunidad de grupo, queda un largo y duro camino hasta la vacuna, no solo frente a la pandemia sino también frente a la desestabilización"
"La libertad ha sido a menudo una de las víctimas de las pandemias": Frank Snowden,
Hoy, los mismos que entonces acusaban al Gobierno de debilidad y tardanza en enfrentar la pandemia, le atribuyen autoritarismo y decisiones radicales, que según ellos, llevarán a nuestra economía al desastre.
Primero fue la acusación de inacción, al parecer por razones ideológicas relacionadas con la movilizacion del 8M, las que, según ellos, habrían llevado al gobierno a retrasar la Declaración de Alarma.
Poco importa que, si acaso, el error de valoración y la tardanza hayan sido compartidos, tanto en el marco de la UE como entre los distintos gobiernos autonómicos que con competencias sanitarias han tenido la misma información y un sistema de compras experimentado.
Tampoco se valora que los países europeos más afectados somos los que estamos los primeros en el ranking de los flujos turísticos, la movilidad y la concentración urbana.
Lo cierto es que el error, que también alguno ha habido, ha sido el exceso de confianza ante otra pandemia asiática, que hasta ahora habían sido poco más que pandemias tan solo informativas (infodemías) para Europa y América, pero que en este caso se ha convertido en una verdadera pandemia global.
Un error de apreciación y de previsión multiplicado en España con una sanidad pública puntera y por ello confiada, pero con un sistema raquítico de vigilancia, prevención y salud pública menospreciado que tiene pendiente su articulación prevista en la ley General de salud pública desde 2011 y que apenas supone en la actualidad el 1% del presupuesto.
La pretensión de contener un virus de alta transmisibilidad, en buena parte asintomática, como hiciéramos hace unos años con el Ébola, ha sido por eso inviable y nos ha obligado al confinamiento, como por otra parte le ha ocurrido a la inmensa mayoría de los países.
A partir del Estado de Alarma fueron primero las requisas de material de protección y la falta de respiradores y de test en el mercado, y luego los fraudes y fallos de gestión, todo ello facilitado por una estrategia de comunicación confusa e hiperbólica por parte del Gobierno, que lejos de aclarar ha dado más argumentos a la escalada de la confrontación que se ha transformado en insurreccional en manos de la extrema derecha.
Todo, para culminar con la utilización morbosa de los fallecimientos. En unos casos en las residencias de ancianos, en los hospitales y en otros casos en las imágenes de las morgues. Pero sobre todo por ausencia en la primera plana de los medios de comunicación, pretendiendo algunos de ellos una división entre el ocultamiento y la cruda verdad.
La escalada de la operación de desestabilización ha utilizado cada paso de la gestión del gobierno Sánchez y de su política de comunicación, contrapuestas a las limitaciones del control parlamentario en el período de confinamiento como principales arietes.
Pero ha sido en el momento en el que se ha confirmado la eficacia del confinamiento para contener el virus, cuando primero la extrema derecha, y luego la derecha no tan extrema, se han bajado de la Declaración del Estado de Alarma acusando al Gobierno de extralimitación autoritaria.
Ha sido también la extrema derecha la que ha puesto en circulación el argumentario sobre un supuesto golpe a la democracia que inmediatamente ha sido incorporado como propio por la Fundación Faes y el partido Popular de Casado. Puro seguidismo.
El relato consistiría en una suerte de Estado de excepción con la utilización abusiva por parte del Gobierno social comunista del Estado de Alarma, la resistencia al control parlamentario y el amordazamiento de la oposición en las redes y los medios críticos.
Algunos ámbitos de la Fiscalía y la judicatura han contribuido también a este relato con sesudos análisis sobre un Estado de Alarma utilizado como si de un Estado de excepción se tratase.
La tensión llegó al máximo con la expectativa de derrotar la prórroga propuesta hasta el 24 de Mayo con la ayuda inesperada de ERC. Sin embargo, el quiebro de Ciudadanos negociando con el gobierno desinfló las expectativas parlamentarias, dejando en terreno de nadie al PP con un discurso incendiario sobre el golpe de Estado democrático en el Pleno, pero contradictorio con su voto de abstención. Otra vez Casado se pasó de frenada.
La desactivación de la escalada se produce también en el ámbito socioeconómico con el acuerdo para la prórroga de los ERTEs hasta el mes de Junio, pactada con el acuerdo de empresarios y sindicatos.
Queda por conocer qué da de sí la Comisión de reconstrucción creada en el Congreso de los diputados. No porque sean viables unos nuevos pactos de la Moncloa, sino por si el diálogo y las complicidades desactivan los vientos de la confrontación y si es posible un acuerdo social y político sobre el fortalecimiento de la salud pública y la recuperación económica.
Y de nuevo fue la extrema derecha la que dio un pasó adelante llevando este relato del golpe de Estado hasta el límite de la deslegitimación no sólo del gobierno, sino también del propio Estado de Alarma, con la amenaza de la presentación de una moción de censura y con la convocatoria de movilizaciones de todo tipo, incluida la calle, como declaración de rebeldía frente al confinamiento.
Ese ha sido el pistoletazo de salida para la transformación de unas caceroladas, hasta entonces anecdóticas, en concentraciones en la calle, circunscritas inicialmente al barrio de Salamanca, en un abierto desafío por parte de la derecha más extrema al Estado de Alarma y en particular a la viabilidad del proceso de desconfinamiento. De nuevo la derecha de Ayuso se han visto una sobreactuada y otra sobrepasada.
Por otro lado, la decisión según ellos radical de una cuarentena que acabará con el turismo junto a las declaraciones del ministro Garzón, la propuesta del impuesto a las grandes fortunas o las iniciativas frente al fraude en el sector agrario, son las que convenientemente agitadas servirían para un paso más de la escalada argumentando también el relato de la incompetencia, al tiempo que para articular una alianza de sectores económicos descontentos frente al Gobierno.
En definitiva, si al principio de la crisis el modelo era Wuhan o como mucho Corea del Sur por la rapidez, contundencia y control digital frente a la pandemia. Hoy, después del fiasco británico, brasileño y norteamericano, la referencia es para Casado el modelo sueco de inmunidad de grupo.
Pero para la extrema derecha el modelo no lo son ni unos ni otros. La extrema derecha confía en la pandemia, como otras extremas derechas, para una estrategia política que ha pasado de la deslegitimación de la democracia y a la insurrección del barrio de Salamanca al grito de difusión y algo más.
Poco importa que el adelanto del reciente estudio serológico del Instituto Carlos III muestre que tan solo el cinco por ciento de los españoles hemos tenido contacto con el virus, y por tanto que una vez descartada la inmunidad de grupo, queda un largo y duro camino hasta la vacuna. Al parecer no solo frente a la pandemia sino también frente a la desestabilización.
Ya les vale a los pijos-facha estos