El PP, histórico favorecido por la cultura del miedo
- Vox y Ciudadanos podrán emplear la ‘cultura del miedo’, pero jamás podrán competir contra la monopolizada atmósfera de ‘seguridad’ del PP
- Casado ya está en modo institucional, las encuestas se lo permiten y la historia de su partido también
La nueva palabra favorita de Pablo Casado es ‘seguridad’. Por supuesto, tiene su explicación, buena parte de ella reside en un viejo aliado del poder: el uso del miedo como arma política. Casado es consciente de las prioridades históricas y contextuales de sus posibles votantes. Ante cualquier situación recibida como un ataque al sistema -como bien pueden ser las protestas contra la sentencia del procés- los electores de derechas se muestran dispuestos a renunciar a sus libertades con tal de no escuchar 155 veces por minuto que hay un problema de ‘seguridad’ en el país.
Una de las claves para generar dependencia es vender un escenario de riesgo y temor, para acto seguido encaminar a los persuadidos hacia un escaparate de seguridad. En España desde hace muchísimo tiempo ese nicho de mercado le corresponde al Partido Popular. Vox y Ciudadanos podrán emplear la bautizada como ‘cultura del miedo’ cuantas veces quieran (y lo hacen como los que más), pero jamás podrán competir contra la monopolizada atmósfera de ‘seguridad’ del PP.
La marca certificada del Partido Popular
De los tres partidos que han gobernado en la España democrática, el de Casado es uno de ellos. Ha estado en el poder unos 16 años en los que la sociedad española ha vivido de todo, pero al menos con la confianza que otorga un supuesto certificado de salubridad democrática. Rivera y Abascal pueden prometer, garantizar e incluso convencer, pero jamás demostrar cómo han gobernado un país, porque el único que lo ha hecho ha sido el partido de Pablo Casado.
Es una de las pocas cosas que permanece en la memoria colectiva cuando este miedo inducido entra en escena. No es buen momento para elegir por convicción desde la perspectiva de muchos votantes de derechas, ahora lo que corresponde va más allá de las ideologías, e incluso de sus propios derechos, urge el pragmatismo. Pero, ¿cómo se ha vendido esta urgencia a cualquier precio?
Todo líder de opinión puede utilizar el miedo para minar la reflexión de la gente. Con ese ingrediente se puede catapultar casi cualquier discusión que tienda a la profundidad reflexiva. Si en Cataluña está peligrando el derecho a la manifestación y la libertad de participación política, la neura de que se está perdiendo el control del orden público echa por tierra cualquier argumentación sobre los derechos y las libertades.
En ese punto está el PP, en dirigir a todos sus posibles votantes, en perfecta sintonía con algunos medios de comunicación, a la salida más práctica. Cuentan además con la experiencia de que “funcionará” a corto plazo -da igual a qué precio- para frenar en seco y sin cinturón la supuesta catástrofe. Porque la incertidumbre está en el fin de las movilizaciones, y la imagen de tranquilidad la muestran los populares al explicar lo que harían si ellos estuviesen en La Moncloa, una actuación desproporcionada que no deja de ser una tirita corrosiva para una herida que no deja de sangrar.
Casado ya lanzó alto y claro el recado en una reciente rueda de prensa: “Traslado un mensaje de tranquilidad a los catalanes preocupados por esta inaceptable escalada de violencia institucionalizada, el PP está preparado para garantizar la seguridad, prosperidad y convivencia en Cataluña cuando los españoles nos requieran para ello”. Ese es un mensaje dirigido al público al que ya se le ha impuesto el miedo; el mismo que cedería al mejor postor cada uno de sus derechos por despojarse del temor y la incertidumbre. El miedo a la libertad, diría uno de los grandes pensadores del siglo XX, Erich Fromm, que sostenía que ante la inseguridad los individuos ceden las tareas de pensar y decidir a los políticos.
El apoyo mediático al bipartidismo
Al fin y al cabo, la situación en Cataluña también está sirviendo al PSOE para aferrarse a que la única posibilidad de gobierno es el bipartidismo, se distinguen de los populares no aplicando directamente la Ley de Seguridad Nacional o el 155, pero ni una sola crítica al poder judicial. Estar de acuerdo con la sentencia del procés es el primer paso para liderar uno de los dos bloques, porque aunque haya más partidos, siguen existiendo únicamente dos bloques y un solo puesto en la presidencia del Gobierno.
Muchos medios de comunicación están azuzando esta tendencia, asumen su papel en la puesta en marcha de la cultura del miedo, con técnicas deliberadas para alarmar a la población, que ya enumeró a la perfección el famoso lingüista y sociólogo norteamericano, Noam Chomsky hace unos 30 años: la primera de ellas es la estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público como, por ejemplo, de la causa y significado de las protestas a únicamente imágenes seleccionadas de los disturbios; crear problemas y después ofrecer soluciones, como dejar que se intensifique la tensión para luego reclamar medidas para detenerla; la estrategia de la gradualidad, que consiste en aplicar políticas gradualmente, como bien puede ser un 155; o utilizar un tratamiento emocional de la información y así inducir a ciertos comportamientos, como podría ser abrir un telediario con un padre sacando a su bebé ante el temor a que las llamas llegasen a su casa, o decir que las manifestaciones causaron la muerte de un ciudadano francés en Prat.
Son solo 4 de las 10 técnicas de manipulación mediática que describió Chomsky hace unos 30 años. Detrás de ellas estaría el interés de los grupos dominantes de crear una conciencia colectiva. Es la vuelta al bipartidismo, los populares suben como la espuma en las encuestas, tienen todas las herramientas a su disposición y todo el clima propicio para recuperar a unos votantes que hace unos meses estaban ideologizados, pero que ahora creen que ya no se lo pueden permitir.
La ilusión de un nuevo partido, de pararse a pensar en las ideas se desvanece ante la crispación y ante una visión catastrofista del país. Frente a esta situación no hay tiempo ni confianza para elegir entre tres opciones. Vox intenta sacar un bote salvavidas del gran trasatlántico que capitanea Casado, y sugiere aplicar el artículo 116 y así poner en marcha el estado de excepción y su consiguiente suspensión de los derechos fundamentales; Ciudadanos además de pedir, como de costumbre, la aplicación del 155 hace una intentona comparando Cataluña con Siria o Irak. Pero Casado ya está en modo institucional, las encuestas se lo permiten y la historia de su partido también.
A Casado le han contado cuál es la palabra favorita del PP, ‘seguridad’, y ahora no deja de repetirla.