El centro gravitatorio del populismo convergente
- Lo que ha dado un paraguas a Puigdemont para justificar el distanciamiento con Sánchez es la abstención de UP-En Comú Podem-En Marea
- La capacidad de arrancarle logros a un Gobierno más débil porque ya le baila un socio será la clave del siguiente período de sesiones
Mañana hará dos meses desde que Marta Pascal le ganara el pulso a Puigdemont al posibilitar la investidura de Pedro Sánchez. Y si a finales de junio decíamos que el conflicto catalán iniciaba un ciclo a cámara lenta, unas tres semanas le han bastado al líder indiscutible del procés para reenmarcar a toda pastilla la crónica política.
Con ayuda de las judicaturas y algunos movimientos de ciertas fuerzas, la facción populista-convergente (populismo siempre como lógica concreta de construir lo político) ha hecho algo que todo espacio político que esté en disposición de disputar del relato nacional catalán debería tener apuntado como tarea anual: dejar instalado en verano el contenido que se le dará al 11 de septiembre y cuya movilización servirá de impulso para el hito X al que vayamos dirigidos.
Se llame el hito 9N, 27S o 1-O, la secuencia lleva ya unos años siendo la misma y suele acabar en elecciones. Eso, siempre que nadie quiera pegársela al populismo convergente, porque, si como hizo ERC impidiendo la convocatoria de elecciones antes de la DUI, alguien quiere ocupar el puesto de actor hegemónico del soberanismo, aunque se vaya de “farol”, el populismo convergente rompe la baraja.
Volviendo al giro de los acontecimientos, ¿qué ha pasado este último mes para que hoy Puigdemont lidere otra vez la agenda catalana y esté poniendo en jaque la estabilidad del Gobierno Sánchez? Como julio es un mal mes para estar pendiente de tantas cosas y porque a lo mejor hay hechos que no se han analizado desde nuestro ombliguismo tan catalán, vale la pena establecer una breve cronología.
26 de junio. El Congreso rechaza con los votos del PSOE la moción de ERC para un “diálogo sin condiciones”. Esta moción que pasó prácticamente desapercibida para todo el mundo, podría haber dado un balón de oxígeno a la estrategia de la bilateralidad liderada por Tardá que, como ya comentamos el mes pasado, no era ofensiva ni expansiva y tampoco contaba con el apoyo mayoritario de las bases, pero podía servir para ayudar a mantener cierta autonomía a una ERC siempre abocada al efecto gravitatorio del populismo convergente.
Por menosprecio al adversario o por no poder asumir en su seno los previsibles aullidos de la bancada de enfrente y de sus presidentes autonómicos, el PSOE decidió imposibilitar la aprobación de dicha moción presentando una enmienda que circunscribía el diálogo bilateral a la Comisión Generalitat-Estado y que eliminaba el fragmento en que ERC pedía “un diálogo sin condiciones ni renuncias”.
Dinamitado el puente con su socio para el diálogo en la Generalitat, el puigdemontismo volvía a tener todo el campo para correr. Quizás desde esos barros es mucho más fácil entender el porqué de los lodos de esta semana en la que Tardà ha salido a apelar otra vez a la desobediencia si no hay referéndum acordado.
11 de julio. Llarena suspende como diputados a los imputados por rebelión y malversación. Como es sabido, esta nueva prueba a la estrategia legitimista que volvió a evidenciar las brecha en un bloque independentista sin horizonte común se saldó cerrando el Parlament hasta el día dos de octubre. Una fecha que no parece muy bien elegida por parte de ERC ante quien posee la propiedad de “Movimiento 1-O” marca registrada -registrada de verdad- y que previsiblemente vendrá justo después de que el populismo convergente haya presentado su propuesta unitaria de hoja de ruta para el independentismo desde el nuevo artefacto unitario.
Esto perjudica a todo el resto de fuerzas que pierden el efecto plató del Parlament, menos a los que puedan estar interesados en reflotar el movimiento de los indignados de la rojigualda. Inés Arrimadas tiene el verano y todo septiembre para pasearse por todo el país como icono de rebeldía e inconformismo mientras denuncia que la insulten o ataquen en sus sedes que es, básicamente, a lo que ha quedado reducido el discurso de Ciutadans después de la moción de censura.
12 de julio. Alemania acepta extraditar a Puigdemont solo por malversación y no por rebelión. Mucho se ha escrito sobre las consecuencias de esta sentencia y mucho mejor de lo que le corresponde a este artículo. Sobre este hecho, sin embargo, sí que querría hacer mención a la particular visión desde la que el populismo convergente se enuncia sobre Europa y la Unión Europea.
Hay algo muy arraigado en el núcleo del catalanismo que entiende que Catalunya mira a Europa mientras que España mira al Sur, entendiendo los significantes Europa y Sur desde la carga de significado que históricamente los ha relacionado con las ideas de progreso y atraso en su espectro más amplio. A primera vista entonces, parecería una locura introducir el relato euroescéptico en cualquier movimiento que intentara disputar el universal de la nación catalana.
Y, sin embargo, Puigdemont es capaz de combinar ese nodo discursivo con un relato claramente soberanista y escéptico con la Unión Europea que explique de forma ofensiva y constituyente de sujeto el porqué de los portazos constantes de Europa a la causa catalana. Una formulación paradigmática de este relato fue la que éste pronunció hace tres días en su rueda de prensa con Quim Torra en Bruselas.
En esta rueda de prensa a dos, que podríamos considerar como la puesta en escena del final de la cámara lenta, Puigdemont, después de afirmarse a sí mismo cómo un “ciudadano europeo libre” que disfrutaba de “todas las libertades que otorga la Unión Europea”, afirmó que Europa no era solo “un edificio compuesto por estados, políticos y líderes”, sino que estaba “lleno de ciudadanos europeos" que estarían de acuerdo con "la causa catalana”. El vínculo buscado entre edificio y arquitectura europea salta a la vista en una formulación que afirma la existencia de un sujeto ciudadano europeo y que parecería muy extraña viniendo de cualquier líder soberanista en la región si no se tuviese en cuenta la especificidad catalana.
16 de julio. Presentación de la Crida Nacional per la República. Un nuevo paraguas que desde el populismo convergente se queda con el significante unidad y el universal soberanista (que, a su vez, se enuncia como el todo nacional) y que guarda mucho más parecido con las operaciones de Junts pel Sí y Junts per Catalunya que con el cambio de nombre de CDC a PDECat, por mucho que este último haya sido también imputado recientemente en la causa del 3%.
21 de julio. Puigdemont gana el pulso y defenestra a Pascal en el PDeCAT. Y a través de este último movimiento es cómo Puigdemont pasa a controlar la única facción del PDeCAT que no estaba bajo el mando de la facción populista y le otorga a la fuerza catalana con menos representantes en el Congreso el mismo peso mediático que hace pocos meses tuvo el PNV en la moción de censura.
¿Puede Puigdemont romper la mayoría alternativa en el Congreso por las buenas? Mi hipótesis es que no. Igual que hay un punto nodal en la identidad catalana en cómo nos proyectamos hacia Europa, también existe un “anar-hi, anar-hi i anar-hi” fundamentado en un relato moral según el cual, por mucho que se pierda o que no se obtenga nada, hay que agotar siempre todas las vías antes de plantearse cualquier cosa. Hay, incluso, una respuesta más sencilla: ¿cuántos argumentos del independentista medio se caerían si Puigdemont provoca unas elecciones generales que pueden ganar Casado o Rivera?
En este sentido, y por otros motivos que merecerían otro artículo, lo que ha dado un paraguas a Puigdemont para justificar el distanciamiento con Sánchez es, sin duda, la abstención de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea que él mismo citó en la rueda en Bélgica.
Esta abstención que buscaba, en esencia, lo mismo que buscaron todas las fuerzas, es decir, perfil propio, es solo el inicio de la dicotomía permanente en la que se encontrará el espacio del cambio, especialmente En Comú Podem: marcar distancias con Sánchez significará darle coartada al populismo convergente, pero no hacerlo puede devolver todo el voto dual al PSOE en las generales.
El equilibrio entre una cosa y la otra y la capacidad de arrancarle logros a un Gobierno Sánchez más débil porque ya le baila un socio será la clave del siguiente período de sesiones en el que Puigdemont, su Crida, el 1-O, C’s, Casado y los previsibles juicios a los líderes del procés garantizan la vuelta diaria del conflicto catalán a la primera línea de la agenda mediática y, probablemente, también política y ciudadana.
Maria Corrales es responsable de discurso de En Comú Podem
El tiempo dirá hasta que punto de profundidad llegaron los daños que ha provocado
Llarena al sistema judicial, pero de momento parece imparable el desprestigio.
Se hace eco de un peculiar homenaje al «Spain is different» que popularizó Fraga
en los años sesenta, cuyo mensaje era cierto: España es y era diferente a Europa
en derechos civiles y democráticos, básicamente porque se vulneraban y siguen
vulnerandose muchos de ellos. Alguien desde este Estado de Desecho tendrá que
parar esta locura, olvidarse de la «rebelión» y poner en la calle a los presos
políticos catalanes que nunca debieron pisar la cárcel. Y ese alguien debería
ser la Fiscal General Maria José Segarra que parece no estar inclinada a
perpetuar el ridículo. Como aseguraba hace poco el doctor Queralt, si la Moncloa
quiere, los presos no se mantendrán en la cárcel ni un minuto más. Sólo basta
dejar claro que no se sostiene por ningún lado el relato del golpismo a los
que estan abonados algunos prevaricadores togados, el Partido Podrido, sus
Socioslistos, C’s. Fachas y una Monarquía obsoleta en caída libre. En todo caso
Segarra tiene la pelota en su campo: o blinda a Llarena y se hunde a nivel
internacional con él, o salva a este Estado de Desecho de un ridículo aún mayor,
y hace lo correcto: descriminalizar un conflicto político que nunca debió ser
criminalizado. Si me pegan, me divorcio. Som República !!*!!