A PIE DE CALLE / Estampas de la ciudad de Barcelona durante la pasada noche

Una Barcelona enmudecida… y entonces llegó Cambrils

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Y de repente la ciudad enmudeció. Del jolgorio, al pánico. Del pánico, al caos y, después, a una falsa calma suspendida. Y la ciudad quedó en apnea alta, interrumpida la respiración durante una noche que se preveía festiva y calurosa. La apnea que precede al grito, al llanto o al silencio. El Eixample, tan concurrido siempre, era un paisaje roto, de calzadas y aceras vacías. Un silencio interrumpido, de vez en cuando, por el sobrevuelo de un helicóptero, una sirena lejana, un maleta con ruedas que no sabe a dónde va.

La tarde había sido un cúmulo de pantallazos, de tweets, de streamings. El relato se había construido fraccionadamente, en directo, a través de smartphones. Y la realidad se difuminaba en una extraña sensación de que todo era un videoclip. La realidad se había mezclado con el bulo, con el exabrupto, con desmentidos y confirmaciones oficiales. Y la cifra de muertos había ido aumentando, y de heridos, y de gente que se ofrecía a donar sangre. La cifra de caracteres, sin embargo, no aumentaba de los 140. Por eso, por la noche apnea alta, las calles vacías y en las casas pendientes del móvil. Un paseo nocturno por Barcelona nos desvela cinco postales veraniegas que no tendrían que haber sido.

Rajoy.

En el cruce de las calles Mallorca y Roger de Llúria ni coches ni peatones. Ahí se encuentra la Delegación del Gobierno. Pocos minutos antes Mariano Rajoy bajaba de un auto, cruzaba la acera oscura y entraba en el palacete. También estaban dentro el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Rajoy comparecía ante los medios de comunicación pasadas las 12 de la noche. El president de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, lo habían hecho horas antes. En la puerta de la Delegación del Gobierno, varios guardias civiles y policías nacionales con metralletas y una pareja de mossos vigilaban la zona. Rajoy anunciaba tres días de luto oficial y una próxima convocatoria del Pacto Antiterrorista. “Le he trasladado en privado que cuenta con todo el apoyo del Gobierno y del Estado para ayudar a las víctimas, restablecer cuanto antes la seguridad a la ciudadanía y poner ante la justicia a los responsables de esta barbaridad”, afirmaba el presidente del Gobierno, refiriéndose a Puigdemont.

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El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, compareciendo anoche en la Delegación del Gobierno en Cataluña. / Quique García (Efe)

Paseo de Gràcia.

Ni paseantes que observan los lujosos escaparates, ni coches funcionando en ninguno de los carriles. El Paseo de Gràcia, irreconocible. Las casas de Gaudí, extrañamente, inadvertidas. Sonaba, lejano, otro helicóptero. Y donde el paseo cruza con Gran Vía, un cordón policial. Los reflejos azules presiden la calzada. Entorno a un guardia urbano se amontonan unas cuantas personas, le muestran los tickets con sus reservas de hoteles. Algunos no pueden cruzar, sus hoteles están demasiado cerca de donde habían muerto 13 personas escasas horas antes. Otros lo consiguen, pero un mosso d’esquadra les acompaña, le siguen, como si fuera un guía turístico. Pero no lo es. La ciudad que habían visto desde el cielo un rato antes, desde la ventanilla de un avión a punto de aterrizar, hoy no es como la esperaban. Es un lugar siniestro y triste.

En directo.

En la calle paralela, la Rambla de Catalunya, se repiten las escenas. Grupos de turistas que cruzan el cordón policial en dirección a la Plaza de Catalunya acompañados por un mosso hasta su hotel. Otros, a los que no se les permite el paso y quedan sentados en los escalones a los pies de una estatua del bulevard de la Gran Vía. Ahí permanecen, sin poder llegar a sus hoteles o los pisos turísticos que les esperaban. Un puñado de cámaras enfocan hacia la plaza, desértica, como nunca. Streaming. Esa es la plaza tan complicada de cruzar en la rutina diaria, en la que las maletas de ruedas te hacen la zancadilla, y esta noche no hay nadie. Los coches estacionados en el párking subterráneo no serán recogidos por nadie. Una reportera entrevista, en directo, para una cadena televisiva estatal, a un grupo que muestra su cansancio por no poder llegar a sus habitaciones, ataviados de maletas. Una madre aprieta la mano de su hijo y cruzan la calle a toda prisa. Fotoperiodistas en biciletas. En directo, varias cadenas de todo el mundo conectan con ese punto, en ese momento.

La gente se agolpaba el pasado 14 de agosto, para oír la lectura del pregón que declaraba abiertas las fiestas del barrio de Gràcia
La gente se agolpaba el pasado 14 de agosto, para oír la lectura del pregón que declaraba inauguradas las fiestas del barrio de Gràcia, que ayer se apagaron de pronto. / Ajuntament de Barcelona (Flickr)

Las fiestas de Gràcia.

La fiesta mayor del barrio de Gràcia se apagó de repente. Los escenarios de las calles no acogerían las actuaciones programadas para la noche. Todo eran baldosas y silencio donde horas antes era música, risas y gritos. Las decoraciones de las calles permanecían a oscuras, como muecas. Diablos, Lenin, migrantes, cazafantasmas, animales de distintas especies, todas las figuras que adornaban el barrio pasaban desapercibidas, cuando el día anterior habían sido fotografiadas por miles de personas de todo el mundo. Algunos guardaban en neveras las sardinas que iban a ser consumidas en la sardinada popular de la noche. El escenario se quedó sin protagonistas ni iluminación. Se terminaba la fiesta, luto.

Cambrils.

Y entonces llegó Cambrils. Cuando la apnea se mantenía suspendida, regresó el terror. Un nuevo videoclip, imágenes que circulaban por las redes sociales. Los medios no informaban todavía. Desconcierto. Se van confirmando lo que hasta entonces sólo eran rumores. Los Mossos confirman, han abatido a tiros a cinco presuntos terroristas en Cambrils. Algunas fuentes hablan de varios turistas y agentes heridos. Las radios se escuchan desde la calle, las ventanas abiertas...

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