Las lecciones magistrales que el extesorero del Partido Popular Luis Bárcenas impartió la semana pasada en la Audiencia Nacional sobre el tratamiento de la corteza del limón, las cualidades proteínicas de la soja, las oportunidades de negocio que ofrece el girasol o las bondades de las maderas brasileñas para fabricar barriles, todas con el objetivo de exhibir ante el tribunal el dominio que tiene de las actividades económicas con las que trata de justificar su ingente fortuna en Suiza, han convertido el juicio de la Gürtel en una especie de edición dialogada de la Enciclopedia Británica.
El entusiasmo que Bárcenas mostró por el mundo del limón -un mercado que le "apasiona" y le "divierte" porque del cítrico amarillo, según detalló entusiasta, "se aprovecha todo"- fue corroborado por el hijo del extesorero de Alianza Popular Ángel Sanchís, que aseguró que su empresa familiar, una de las mayores productoras del mundo en este ámbito, no dudó ni un momento en contratarle como asesor porque quería, según dijo, "crecer en fresco". En el sector de la "fruta fresca", se entiende.
Al derroche de conocimientos desplegado por Bárcenas, a la sazón experto en la compra-venta de obras de arte, promotor inmobiliario y representante de éxito de una decena de inversores uruguayos, también se quiso sumar el exdiputado por Segovia Jesús Merino, que menos viajado que su compañero de banquillo alpinista, explicó al tribunal, también con sentido tono didáctico, lo que se hace en los pueblos castellanos para transformar en compost los purines del ganado, que como él mismo apuntó, es "el nombre un poco cursi de los residuos del cerdo".
Pero ni los limones y la soja de Bárcenas, ni los cerdos de Merino, ni los insectos a cuya erradicación se dedicó en su juventud Sanchís para ganarse sus "primeros millones", ni siquiera los gansos que criaba el exconcejal Juan José Moreno cuando decidió poner tierra de por medio con la trama, pueden poner en cuestión que la especie del reino vegetal y animal preferida de los acusados en el juicio Gürtel es la parra. En la parra estaba la mayoría cuando presuntamente se saqueaba dinero público, se adjudicaban contratos a dedo y se pagaban comisiones ilegales a dolor, y allí se han quedado.
Esa idea, al menos, es la que Bárcenas ofreció a los presentes de su propia esposa, Rosalía Iglesias, acusada por delitos fiscales que le podría llevar a la cárcel durante los próximos 24 años. El antiguo responsable de las finanzas populares limitó el papel que su mujer desempeñaba en la familia a "lo que se entiende por llevar una casa" y aseguró que él, sin darle mayores explicaciones, le ponía los papeles "a firmar" e incluso le hacía un "churro" o un "garabato" en la declaración de Hacienda para que no tuviera que esforzarse en coger el bolígrafo.
Aunque a veces le acompañaba a los bancos suizos, Rosalía, según Luis, no sabía ni dónde estaba y se quedaba en la salita de espera tomando un café o una Coca-Cola mientras él ordenaba a su agente las decisiones que tenía que tomar en su cartera de valores o lo que, en una acepción más prosaica y más castiza, el presunto líder de la Gürtel, Francisco Correa, habría llamado el tema de la "pastuqui". A Iglesias le toca comparecer este lunes aunque, si no cambia de opinión, se ahorrará el trago de tener que responder a las preguntas de la inquisitiva fiscal Anticorrupción Concepción Sabadell y liquidará el trámite con una hora de amable declaración pactada con su abogada.
Escuchados ya la mitad de los 37 acusados en este juicio por la primera época de actividades de la trama Gürtel, que se podría prolongar, visto su lento desarrollo, hasta las próximas navidades, una de las conclusiones que ya se pueden extraer es que al club de la parra de la Gürtel no le caben más socios. El propio Bárcenas, que en otra vida ya lejana desafió al PP reconociendo ante el juez Ruz la contabilidad B de la formación y el reparto de sobres repletos de billetes entre sus dirigentes, intenta ahora hacerse pasar por un modesto gerente, siempre a la sombra del "honorable" tesorero, Álvaro Lapuerta, del que se habrían reído en los ministerios si hubiera levantado un teléfono para intentar influir en la adjudicación de un contrato.
El onubense, que bien podría aspirar a ocupar un sillón de la Academia por su ingenio para incorporar a la lengua expresiones como "contabilidad extracontable", eufemismo de caja B de dinero negro, o "sociedad visillo", como sinónimo de la sociedad pantalla una vez que te han pillado, también se presentó ante el tribunal como un modesto senador por Cantabria, actividad que compatibilizaba con la soja, el girasol y los limones.
Por allí también pasaban el presunto número dos de la red, Pablo Crespo, que no movía un dedo sin que se lo dijera Francisco Correa; el contable José Luis Izquierdo, que no sólo no gestionaba la caja B de las mordidas sino que ni siquiera "sabía de contabilidad"; o Álvaro Pérez, 'El Bigotes', elevado a la categoría de "genio" por Bárcenas pero tan "desastre" con lo de los contratos y las facturas que, según Crespo, podría haber arruinado él solito "una mina de oro". Nada comparado con la absoluta ignorancia exhibida por la exesposa de Correa, Carmen Rodríguez Quijano, que a duras penas acertó a recordar el año de nacimiento de su hija. Así es la Gürtel, el club de la parra.