La mayoría de listas rechazadas lo son por incumplimientos en la proporción de género

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El presidente del Gobierno ne funciones, Mariano Rajoy, en una imagen de archivo en el Congreso. / Efe
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, en una imagen de archivo en el Congreso. / Efe

La raíz latina de “candidato” es cándido, en blanco. Y es bien cierto que la mayor parte de los candidatos de las 60 formaciones, agrupaciones y coaliciones políticas que concurren en toda España a las elecciones del 26J son una incógnita, un papel en blanco, para la gran mayoría de los 35 millones de electores. Sólo seis candidaturas tienen listas en todas las circunscripciones: PSOE, Unidos Podemos, PP, Ciudadanos, Recortes Cero y el Partido Animalista contra el Maltato Animal (PACMA). En Cataluña vuelve Covergencia con su propia marca, CDC, y olvida el nombre de Democracia y Libertad que utilizó el 20D.

La primera novedad acerca de las candidaturas consiste en que las juntas electorales provinciales han dado el visto bueno a 154 listas menos al Congreso y al Senado que hace seis meses. El número de listas ahora es 1.140. Entre las 36 rechazadas por no cumplir las formalidades legales, los falangistas se han llevado la peor parte, seguidos de Escaños en Blanco y de otros grupos como el partido musulmán Renacimiento y el denominado Unión de España, por incumplir la proporcionalidad entre hombres y mujeres. La ultraderecha sacó menos de 10.000 votos el 20D: 7.495 Falange de las Jons y 1.709 Democracia Nacional.

En contraste con la profunda renovación del PSOE para disgusto de la “vieja guardia” y de los dirigentes de las fuerzas emergentes Unidos Podemos y Ciudadanos, los más vistos del lugar son necesariamente del PP. Hay candidatos como Celia Villalobos, segunda en la lista de Málaga, que cumplirán diez trienios con escaño en esta legislatura. A sus 67 abriles, Villalobos sólo es superada por su superior, el presidente en funciones, Mariano Rajoy, que el 22 de junio cumplirá 30 años desde que salió elegido diputado por Pontevedra la primera vez.

Los más veteranos

Al hablar de los dos candidatos más veteranos resulta inevitable que salga a colación Pedro Arriola, gran arúspice electoral de Rajoy y de su antecesor en el PP, José María Aznar, marido de Villalobos y personaje discreto que, sin embargo, ocasionó cierto revuelo por llamar “frikis” a los de Podemos y, cierta admiración por el importe de sus servicios al partido (entre 600.000 y un millón de euros al año), parcialmente cobrados en B o negro, según los papeles del extesorero Luis Bárcenas.

La veteranía de Rajoy (ha sido ministro de Administraciones Públicas, Educación, Interior, Presidencia, Vicepresidente del Gobierno, Portavoz del Ejecutivo, jefe de la oposición, presidente del Gobierno) le confiere un grado de conocimiento de la política que roza el tedio y transmite una imagen de aburrimiento poco conveniente ante el 26J. Sus palabras y sus hechos se contradicen (bajar impuestos en campaña y subirlos en el gobierno), su firmeza con los débiles se vuelve debilidad nicomédica con los fuertes (carta al presidente de la Comisión Europea comprometiendo más recortes sociales), su interés es más deportivo que científico, artístico o literario (lee Marca y es capaz de repetir la alineación del Alavés de hace 40 años, pero no el título de la novela de Eduardo Mendoza con la que se ha entretenido).

Gran productor de insultos al adversario (el escritor Juan José Millás llegó a enumerar 36 a José Luis Rodríguez Zapatero), el mismo Rajoy que llamó “traidor a los muertos” asesinados por ETA a su antecesor, se irritó sobremanera cuando el candidato del PSOE, Pedro Sánchez, censuró su comportamiento en los casos Gurtel y Bárcenas de corrupción del PP y le dijo que “no es un presidente honrado ni decente” y que tenía que haber dimitido hace dos años. Frente a la ironía gallega que exhibió años atrás, un correligionario gallego que le conoce desde hace mucho tiempo advirtió a los periodistas que tuvieran cuidado, pues detrás de la máscara habitaba un hombre colérico y rencoroso.

Pedro Sánchez, en una imagen de archivo, interviniendo desde la tribuna del Congreso. / Efe
Pedro Sánchez, en una imagen de archivo, interviniendo desde la tribuna del Congreso. / Efe

Del socialista Pedro Sánchez Pérez-Castejón destaca su afán de cercanía y una capacidad de trabajo que algunos correligionarios con poltrona consideran insultante. Salvando las distancias, recuerda en cierto modo los mejores años de Alfonso Guerra, cuando ante el titular de un periódico: “Guerra en Afganistán”, un militante decía: “¡Ojú, ese tío está en todas partes”. Sin grandes reflejos dialécticos en los debates, Sánchez, miembro de una familia de clase media trabajadora, se atiene a un guión muy preciso, con cuatro o cinco ideas, y se esfuerza en transmitir seriedad y firmeza. Tanta firmeza, que hasta sus compañeros temen que no dimita y se enroque en la secretaría general si los resultados son adversos. En la Feria del Libro de Madrid se compró La noche a través del espejo, del escritor de Cincinnati Fredric Brown, un extraño juego sin fin en el que, como hiciera Lewis Carroll en Alicia a través del espejo, nada es lo que parece. Llama la atención que Sánchez eligiera, entre otros, el libro de un autor de sorprendentes finales inesperados.

Pablo Iglesias en una de sus intervenciones desde su escaño en el hemiciclo. / Efe
Pablo Iglesias en una de sus intervenciones desde su escaño en el hemiciclo. / Efe

También en blanco, Pablo Iglesias aparece en el último relato de Felipe Alcaraz, Eclipse rojo, con el nombre de Play. “¿Por qué lo llamo Play?”, se pregunta en boca de otro personaje. “No lo sé, pero no es bueno. Pablo debe olvidar, sepultar cuanto antes su etapa en las juventudes comunistas, que le ha dejado un sustrato especial, muy difícil de borrar: el viejo y neutralizante amor por la derrota”. Casto, el personaje de Alcaraz que desvela el nombre de guerra del joven camarada, le aconseja que se corte la coleta (“La coleta no”, saltó como un fleje), que no vuelva a utilizar camisas de cuadros con cuellos como pájaros estrellados (“¿Es que hay otras?”), que se quite el piercing y no vuelva a utilizar esos “pantalones cantinfleros”. “Desde ahora siempre será así, estés en un mitin o tomando una cerveza en Argumosa, el ojo que te mira es siempre el mismo: el ojo de la cámara”. Pulir a Iglesias, darle un toque centrista con camisa blanca y corbata y reprenderle cuando recurre al sustrato es la altruista misión pedagógica del buen Casto.

“En la clausura de la asamblea constituyente, ante miles de personas, va y se descuelga con aquella frase que Marx le escribió a Kugelmann en 1871: “El poder se asalta. Valientes hasta la locura, dispuestos a tomar el cielo por asalto”. “Se lo reproché, claro”, dice Casto. Pero Play, o sea, Iglesias, ha asumido la doctrina: “Ganar es la idea. Ya estoy harto de derrotas. Tengo la derrota en el ADN. Pero me sublevo. Mi abuelo estuvo en la cárcel y fue fusilado. Mi padre estuvo en la cárcel y fue perseguido. Y así muchos. Por eso se trata de ganar, no de seguir perdiendo”. En el cómo está la clave: con una mirada nueva y un mensaje, ganar para la gente, no para la izquierda. “Con una sopa de letras no se pasa del 15%”, decía Iglesias hace un año.

Albert Rivera en el Congreso de los Diputados. / Efe
Albert Rivera en el Congreso de los Diputados. / Efe

Otro candidato también en blanco o sin experiencia de poder como es el presidente de Ciudadanos, Carlos Alberto Rivera Díaz (Albert Rivera), hijo de un trabajador catalán y una emigrante malagueña, nadaba tan veloz que con 16 años se proclamó campeón de natación de Cataluña. Luego volvió a ganar y se pasó a waterpolo. Cuando estudiaba Derecho en la Universidad Ramon Llull comenzó a interesarse por la política y participó en una liga de debates por toda España. “Se proclamó campeón en la Universidad de Salamanca y ciertamente, él y su compañero, fueron los mejores por su oratoria y brillantez”, recuerda Jorge Santiago Barnes, actual decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Camilo José Cela (UCJC), que moderó aquel debate en el año 2000. El dirigente de la formación naranja, de centro liberal, busca su enlace en el imaginario colectivo con la figura de Adolfo Suárez, cuya empatía y habilidad hizo posible el pacto de la Transición. De momento, capacidad de pacto gubernamental sí ha demostrado.

1 Comment
  1. Piedra says

    Cuando creíamos superada la época de los caudillismos, resulta que vuelve con toda la tontuna mística de los filmes y grandes documentales como en los peores tiempos, a mayor gloria de los enviados del altísimo a salvar a los pueblos. Aviados estamos.

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